Taiwan Today

En esta pieza bordada de la dinastía Ching (1644-1911 d. C.), el fondo turquesa hace resaltar la suave y delicada flor de loto, presentando una apariencia delicada y elegante. Las venas de las hojas pueden distinguirse perfectamente y la mirada fija del colibrí de variados colores, le agrega a la escena una dimensión realista. A primera vista la obra es tan delicada que muchos amantes del arte la confunden con una pintura. Un examen más profundo de la riqueza y brillantez de colores de los pétalos y de las hojas del loto y el sombreado de las plumas del colibrí, nos demuestra, sin embargo, que constituye una primorosa obra maestra del arte del bordado. En el pasado, el bordado era considerado más decorativo que artístico, pero generalmente era cónsiderado como inferior a la pintura y a la caligrafía. En parte, esta diferencia en actitudes provenía del hecho que requiere más tiempo preparar los implementos para la pintura y la caligrafía. Mientras más tiempo se dedica a moler la tinta negra y a extender el papel, el artista estará mejor preparado. El bordado, por otro lado, no lleva mucha preparación, o por lo menos, así se pensaba. Durante la dinastía Ming (1368-1643 d. C.) se cuenta que la esposa de un hombre llamado Ku Shou-chien, quien era una diestra bordadora, no lo hacía cuando había mucho frío, mucho calor ni tampoco en tiempo de tormenta. Esperaba a que hiciese un día claro y escogía el satín más fino, así como los hilos de seda de colores más brillantes antes de empezar su trabajo; sólo así podía estar segura de poder encontrar la concentración necesaria para su trabajo. La pieza de bordado que se muestra aquí es una de las 12 hojas de un álbum que mide 32.9 por 29.8 cms. y originalmente estaba acompañada de un poema. Su más hermosa presentación, es el extremadamente delicado trabajo de bordado, la brillantez de colores y el hecho de que el fondo no es bordado, sino que teñido con un pigmento de color turquesa, lo que la convierte en una auténtica obra maestra.