03/05/2024

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Así nos ven: El monumento a los héroes y mártires y el museo de cera - por Marco Tulio Trejo Páiz

06/07/1984
Avanzaba la tarde del domingo 30 de octubre en Taipei. Estábamos casi en los momentos crepusculares. Ya habíamos visitado el Museo Nacional de Palacio, en donde más que estupefactos quedamos boquiabiertos ... ¡Y no era para menos! Habíamos visto un gran tesoro invaluable de la China legendaria y multimilenaria. Con el intérprete y guía, el amigo Fan I-ming, nos dirigimos al majestuoso monumento a los héroes y mártires de la República de China. Es un edificio sacro que infunde mucho respeto y despierta especial interés para el hombre de prensa y creemos, para todas las personas. La guardia absorbió gran atención nuestra. Los soldados lucían bien uniformados y equipados: cascos de acero pulido, muy brillante; fusiles con bayoneta calada, botas impecablemente lustradas y tachonadas que producían un chasquido inconfundiblemente marcial cuando caminaban aquellos custodios de honor. Pero lo que más nos impresionó fue el relevo de guardia. ¿Qué disciplina! ¿Qué habilidad para maniobrar los fusiles! No cabe duda que son mílites muy preparados, sumamente fogueados, dispuestos a todo en defensa y homenaje a su próspera y bella patria. ¡Formidable, sencillamente formidable, el monumento a los héroes y mártires de la República de China! Nos alejamos. Una vez estuvimos puertas afuera del imponente monumento, pasamos al museo de cera. ¡Qué impresionante! ¡Qué impresionante en realidad! En primer lugar, en la sala por donde se entra, estaba la imagen del generalísimo Chiang Kai-shek. ¡Poco faltaba para que hablara! ¡Qué obra de arte más admirable! Experimentamos la sensación de estar ante el aguerrido soldado de carne y hueso que dedicó toda una vida a la lucha por el engrandecimiento de su patria en paz y libertad. Por su patria temporalmente dividida y en gran parte oprimida por un sistema indigno del noble pueblo chino. Todos los hombres de singular celebridad, en razón de sus ejecutorias están representados allí, en el museo de cera. Parecía como si hubiesen estado vivos, francamente. Había generales, oficiales de navío, aviadores, soldados rasos, emperadores, esclavos, feudalistas, líderes de antiguas comunidades y otros personajes de relevancia en sus épocas, épocas remotas y no tan remotas. El resto del día, traslapándose en plena noche, lo dedicamos a recorrer algunas de las calles de Taipei, atestadas de comercios. También de gente y de vehículos. Había de 4, 6, 8 y hasta de 10 carriles. Y no se crea que aisladamente, sino por todos lados. Por todos los sectores de la hermosa urbe. Asimismo, los grandes edificios, similares a los que se yerguen en nuestro "centro cívico" se hallaban por doquier. Las motos zumban en las calles de Taipei y en todas las demás ciudades de Taiwan. Las manejan jóvenes y adultos, hombres y mujeres. Amas de casa van de compras en ellas, incluso a los mercados. Y la mayoría de padres de familia lleva uno, dos y tres niños, sobre todo cuando los van a dejar al colegio. Es interesante y alegre ver todo eso. Es movimiento continuo en la vida de la China Libre. No andábamos -conste- a salto de mata ni cosa que lo parezca, como en nuestro "feudo" ... Nos hallábamos en un pequeño gran país de libertad, donde todo el mundo se moviliza en actividades positivas, edificantes, que en una u otra forma enaltecen a la patria. A la patria china, a la República de China. El clima era de tranquilidad, de intensa actividad, de seguridad y libertad. Estimamos que todos en Taiwan, piensan en el trabajo. Piensan en cómo promoverse o realizarse mediante el trabajo dignificante, dinámico, productivo patriótico. Nadie piensa en la guerra, no obstante estar bajo la amenaza constante de la artillada China socializada a lo Mao... Los hombres de China Nacionalista viven en paz y por la paz. Y son muy cordiales, serviciales y obsequiosos. El ambiente es de gran calor humano y de mucho atractivo en toda forma. ¡Nos hechizaba el pequeño gigante asiático! La limpieza de las calles, su anchura, sus arriates magistralmente cultivados y atendidos cotidianamente, nos causaron fuerte impresión. Y es que en Taiwan no hay "animales bípedos" que destruyan las obras hechas con los dineros del pueblo. Por el contrario, hay buena cultura y un civismo que ya lo quisiéramos para Guatemala ... La grama, las plantas de flores, los árboles, los asientos de los parques y arriates, etc., merecen todo respeto. La gente de China está educada, desde la infancia, para prestar su valioso concurso, de todo género, con el propósito de colocar en el más alto sitial a su patria y por eso es que no hay destructores como aquí. ¡Como en nuestra Guatemala de la Asunción y de la eterna ... primavera! ... Allá hay sólo constructores.

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