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Así nos ven: EL MILAGRO CHINO - Por Emb. AMILCAR SANTAMARIA

26/10/1983
La República de China, en Taiwán, es uno de los fenómenos más impresionantes del moderno capitalismo: en 1949, después de la toma del poder por los comunistas en el continente, millares de seguidores del generalísimo Chiang Kai Shek llegaron a la pequeña isla de 36.000 kilómetros cuadrados, e iniciaron una nueva vida. Con la brújula ideológica del fundador de la República, Dr. Sun Yat Sen, quien derrotó a los manchúes en 1912 y fundó el primer gobierno liberal en el gigantesco país de tradición imperial, los chinos exiliados iniciaron un programa destinado a desarrollar, en la práctica, los Tres Principios del Pueblo del Dr. Sun: NACIONALISMO, DEMOCRACIA Y BIENESTAR SOCIAL. En 1983, apenas 34 años después de aquel éxodo, la Republica de China exhibe un proceso de modernización, desarrollo y bienestar compartido, que es un modelo (o debería serlo) para los países del Tercer Mundo, por su dinamismo, eficacia y hondo sentido de humanidad. Por principio de cuentas, el analfabetismo no existe en el pequeño gran país. De acuerdo con las cifras oficiales, las personas que no han asistido al sistema escolar representan el 0.02 por ciento (dos décimas del uno por ciento), lo cual revela el extraordinario y efectivo esfuerzo que el gobierno y el pueblo han aplicado para extender la enseñanza a toda la nación. En adición a lo anterior, en un territorio ligeramente mayor que el de El Salvador, y dos veces más reducido que Honduras, existen 100 universidades e institutos de nivel superior, amén de una vasta red de escuelas secundarias y técnicas,de las cuales más del 90 por ciento pertenecen al Estado, siendo, por tanto, gratuitas para los estudiantes. La enseñanza obligatoria y sin costo cubre al 99 por ciento de los niños y adolescentes del país y se extiende hasta el tercer curso del nivel secundario. A partir del próximo año, cubrirá la totalidad de ese nivel, incrementando aún más las oportunidades de educación para todos los sectores. El fundamento de ese rotundo éxito se encuéntra en una exitosa reforma agraria, que la administración manejó con habilidad, dinamismo y sin demagogia, creando la base de una economía moderna que, hoy por hoy, está en franca transición de la industria liviana a la pesada y de la mecanización a la informática, con una densa capacidad en materia de computadoras y micro-procesadores. Obviamente, tan moderna sociedad no puede permitirse el lastre de una mano de obra inepta y mal entrenada. Debido a ello, la formación profesional en la China moderna es una preocupación tan constante, que el presupuesto de Educación Pública absorbe el 40 por ciento de los recursos totales asignados al gobierno de la República. Hay y esto es fundamental, una permanente educación política de la sociedad, para inculcar en la juventud el anhelo de llevar democracia y libertad a la China continental, uniendo a toda la nación bajo los Tres Principios del Pueblo y erradicando la inepcia, esclavitud y corrupción del comunismo. Para lograr esa finalidad, el concepto es básicamente ideológico y debido a ello los valores de la sociedad china son, sistemáticamente, transmitidos a las nuevas generaciones a través de todo el sistema educativo, tanto en los ambientes civiles como en los militares. Pese a las críticas publicadas en Occidente, respecto a la existencia de un supuesto autoritarismo constitucional en China, a cuyo gobierno se acusa de ser más una democracia formal que real, la libertad de prensa es apenas menor que la existente en Japón, y mucho más amplia que la que hay en Singapur, Tailandia y no digamos la China Roja, en la cual nadie puede expresar disidencias en contra del sistema. La modernización en el bello y pujante país de vegetación tropical es, también, fruto de una ayuda generosa por parte de Estados Unidos, ayuda que ya cesó pero que -dado el éxito del país- ya no es necesaria. Un factor básico, igualmente, es el espíritu de trabajo de su gente, que labora espontáneamente más allá de las 8 horas reglamentarias y que ejecuta, cotidianamente, esfuerzos deliberados e inteligentes por incrementar la producción y la productividad. Todo ello ha sido logrado (y esto es lo más admirable) sin sacrificar los valores de la milenaria cultura china, por cuyas obras existe una notable devoción, evidenciada hasta lo asombroso en sus incontables y extraordinarios templos y museos. Visitar la República China es tomar contacto con el pasado y con el futuro. Y comprobar, de manera inobjetable, que el sistema de la libertad funciona, produciendo desarrollo, justicia y riqueza compartida, fundamentos inamovibles del humanismo y la paz .... (25 de agosto, 1983, LA PRENSA. Honduras)

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