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"Huang-li", el Almanaque Amarillo: Instrucciones para cada día

06/11/1992
Desde tiempos inmemoriales, el pueblo chino ha usado un calendario muy especial para que cada una de sus acciones, desde lavarse el pelo hasta declarar una guerra, resulte exitosa.

Está en cada hogar y sus preceptos son seguidos al pie de la letra. Desde la antigüedad, ya sea para celebrar un matrimonio, cosechar la tierra o hacer una reparación en la casa, los chinos se han asegurado primero entre sus páginas de que nada se interponga en sus buenos propósitos. Es el Huang-li, Almanaque Amarillo o, como se conocía antes, el Almanaque del Campesino.

Mucha de su información, especialmente la relativa a la numerología, la geomancia y los 24 períodos solares, es complicada de entender si uno no es un iniciado en esos temas. Por eso la gente acude a un experto si quiere un pronóstico más preciso. Pero la sección general, en la que se explica lo que se puede hacer en una fecha precisa, es fácil de entender.

Además, muchas ediciones contienen información sobre el clima, horóscopos, consejos de dieta, tablas de conversión métrica y frases sociales útiles. Todo ello hace del almanaque una especie de pequeña enciclopedia doméstica.

Lo que más sorprende de este libro es su continuada presencia en la vida cotidiana de los chinos. Claro que, antaño, consultarlo era aún más primordial que hoy en día. Sólo así los labriegos sabían cuándo plantar para asegurarse una cosecha sana y abundante.

Libro mágico

En las épocas imperiales, el calendario de cada año era establecido por los astrónomos de la corte. De ahí que el famoso libro fuese llamado también Almanaque del Emperador y estuviese prohibido para los ciudadanos comunes copiarlo. El castigo era la decapitación.

Todo este halo sagrado hizo que la gente se sintiera protegida por la mera posesión de un ejemplar oficial, al punto de atribuirle poderes mágicos.

Una de las creencias era que en el palanquín de una novia debían incluirse un espejo de bronce y un almanaque, con el fin de espantar a los malos espíritus. A los muertos se les ponía un ejemplar sobre el pecho para prevenir que se convirtieran en zombis. Y si alguien quería contar historias de fantasmas a la luz de una vela, se aseguraba de que éstos se mantuvieran lejos poniendo una copia sobre una mesa cercana.

Eso no es todo. El Compendio de materia médica, de Li Shih-chen, incluso prescribe como antídoto contra la malaria una mezcla de arroz, agua y cenizas del almanaque del año anterior.

Hay evidencias históricas de que el primer calendario chino data de la Dinastía Han (206 a.C.-220 d.C.). Ese sistema ya incluía el concepto de los 24 períodos solares, aunque los nombres con los que éstos se conocen hoy fueron dados durante la Dinastía Tang (618-907 d.C.).

El calendario chino, en su mayor parte basado en la luna, integra también información sobre el sol. Por ello se lo considera mixto. La medición del tiempo en torno a la luna tiene la ventaja de que una mirada al satélite es suficiente para determinar en qué día del mes se está. Pero como el crecimiento de las plantaciones depende del sol, los períodos solares han servido como acomodaciones.

En la antigüedad, la gente tenía una fórmula mnemotécnica para recordar los 24 tiempos y lo que debía ocurrir en ellos. No era difícil, porque algunos de sus nombres representan los cambios en la temperatura del año, por ejemplo: "comienza el verano" es el cuarto mes; "detención del calor", séptimo mes; y "gran frío", décimosegundo mes.

Evolución y cambios

En la República de China aún se conserva un almanaque imperial del año 1256, época de la Dinastía Sung. En este ejemplar se nota la preocupación por determinar días auspiciosos para todo tipo de aspectos: desde plantar la tierra, contraer matrimonio y declarar una guerra hasta lavarse el pelo y cortarse las uñas.

Los almanaques de la Dinastía Ming (1368-1644) eran similares en contenido, pero con algo adicional: algunos ya mostraban el uso del sistema de medición del tiempo introducido por el jesuita italiano Mateo Ricci. Otras innovaciones fueron hechas durante la Dinastía Ching (1644-1911). Un ejemplar del siglo XVIII incluso contiene una lista de las horas del amanecer y el atardecer en distintos puntos del imperio.

Al fundarse la República en 1912, la responsabilidad de editar el almanaque quedó en manos del Observatorio Central, bajo el Ministerio de Educación. Vino entonces un intento de modernización. Se adoptó el calendario solar, junto con la semana de siete días. Muchos datos sobre días propicios fueron eliminados y reemplazados por más información respecto a la agricultura. Se añadieron mapas, esquemas de los planetas, las olas, los eclipses y las zonas climáticas.

Además, al haber abdicado el último emperador, el libro necesitaba un nuevo nombre. Ya que su cubierta era siempre amarilla y como en chino las palabras "emperador" y "amarillo" son homófonas, fue natural llamarlo Almanaque Amarillo.

Claro que las ediciones subsiguientes se recuperaron rápido de los intentos educativos. Reaparecieron los días de buen agüero, los pronósticos matrimoniales y la geomancia, junto con los esquemas de los "Nueve dragones que controlan las lluvias", los Aforismos de Chu Hsi y el Clásico de la piedad filial. Hoy en día, todo ello convive con mapas, horarios de tren, consejos de salud y publicidad de los más diversos productos.

En realidad, aunque casi todos los chinos tienen un almanaque en su casa, pocos son los que los compran. La mayoría obtiene su ejemplar como regalo de instituciones financieras, periódicos, grupos sociales, templos y otros organismos. Por supuesto, a nadie le cortan la cabeza por fotocopiar unas páginas.

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