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El encanto de los títeres chinos

16/11/1992
En Taiwan, cuando se habla de títeres siempre hay una sensación de nostalgia. Para mucha gente, las figurillas de vistosos trajes animadas por los movimientos manuales de alguien invisible o las misteriosas sombras que se traslucían por una pantalla están entre los mejores recuerdos de su niñez.

Las obras, generalmente basadas en episodios históricos, leyendas o piezas literarias como el Romance de los Tres Reinos y Viaje a Occidente, eran disfrutadas al aire libre o bajo una tienda, casi siempre con el patrocinio de algún templo que celebraba el aniversario de un dios.

Pero ningún arte folclórico permanece inalterable y el teatro de títeres chino no es excepción. El cambio en los gustos de las personas, la llegada de la televisión y otros factores han sido cruciales en su decaimiento. Sin embargo, hoy algunos grupos tratan de combatir ese retroceso, a fin de que las nuevas generaciones puedan gozar como otras lo hicieron.

De hecho, este espectáculo popular ha pasado por muchos cambios desde que se originó cientos de años atrás en China continental. En sus diversas formas, llegó a Taiwan con las sucesivas inmigraciones que empezaron en el siglo XVII.

Sombras mágicas

Existen tres tipos de títeres chinos. Están las marionetas, accionadas con hilos y usadas para ceremonias religiosas y otros rituales de la vida cotidiana; los muñecos de guante, animados con la habilidad manual de un artista; y los títeres de sombra.

Estos últimos parecen haber sido los primeros en arribar a la isla. Provenientes de Chaochow, provincia de Kuangtong, capital Cantón, se desarrollaron principalmente en el sur de Taiwan, convirtiéndose en un elemento lúdico indispensable de la vida rural.

Las figuras, hechas de cuero, son representaciones de personas y animales siempre de perfil. Tienen articulación en brazos y piernas y son movidas con tres varillas de bambú. Como siempre se les ve de lado, es necesaria mucha pericia para darle fuerza interpretativa a los personajes.

Este tipo de títeres aprovecha el efecto un tanto mágico que producen las sombras. Antiguamente, la pantalla era un papel semitransparente tras el cual se ponía una lámpara de aceite. El movimiento de la llama hacía que la luz fuera un poco inestable, lo cual daba un aire de misterio a todo el espectáculo. Ahora se usan telones blancos y potentes ampolletas que, si bien restan ambiente, son ventajas frente al peligro de un incendio y el humo en que antes trabajaban los titiriteros.

En sus tiempos de gloria y antes de la aparición del cine, estas representaciones eran bastante populares, ya que los artistas seleccionaban la obra según el tipo de público. En ellas se interpretaba la música más típica de cada pueblo.

Asustar fantasmas

En Taiwan, las marionetas están más asociadas con rituales y ceremonias religiosas que con la diversión, como los otros dos tipos. Especialmente en el nordeste de la isla, cada vez que se abre un nuevo templo, es obligatoria una representación chang-zou de muñecos movidos con hilos para espantar a los malos espíritus. Según el mito, los fantasmas temen a Yong Kuei, un personaje de cara blanca, grandes sombras negras alrededor de los ojos y una larga barba.

También se pide a una compañía de marionetas que haga la complicada ceremonia en casos de desastres o el funeral de alguien muerto en forma trágica. En esas ocasiones no hay audiencia, aparte de los directamente interesados.

En el sur, los títeres de este tipo tienen un sentido más festivo. Aparecen durante los aniversarios de los distintos dioses, los matrimonios y los cumpleaños de niños varones. A esta forma se le llama chien-zou y, a diferencia de la anterior, tiene una clara relación con la vida.

El origen de los títeres manuales chinos parece estar en Chuanchow, un puerto de la provincia de Fukien, a donde llegaron compañías de India e Indochina. Este arte cruzó a la isla entre fines del siglo XVIII y principios del XIX, pasando por una gradual pero notoria evolución.

Las cabezas de los primeros muñecos, por ejemplo, tenían armazón de bambú. Luego se adoptó la madera, material sobre el cual se empezaron a hacer tallados y pinturas de las máscaras representativas de los distintos personajes. El más famoso artesano fue Chiang Chia-tsou, de Chuanchow, quien produjo 285 clases de muñecos especialmente distinguibles por sus exageradas expresiones faciales.

En general, los trajes de estas figuras de unos 30 centímetros de alto siempre han sido llamativos, tanto por sus colores como por los intrincados bordados que llevan.

Las primeras funciones hechas en Taiwan eran acompañadas de la música del sur de China nan-kuan, de ritmo lento y sonidos suaves. Se cantaban canciones sentimentales y los diálogos estaban basados en la literatura clásica.

Muñecos saltarines

A principios de esta centuria, los espectáculos adquirieron más animación y se empezó a usar la música norteña peikuan, más acelerada y ruidosa. Primaron las historias de confrontación y se ocuparon otras técnicas narrativas, como las tramas paralelas. Los titiriteros tuvieron que hacer gala de su destreza debido a los movimientos de artes marciales que se suponía debían ejecutar los personajes. Famosa era la técnica del "salto de la ventana", en la cual el muñeco volaba por el escenario para caer justo en la mano de otro titiritero.

Después volvió la moda de los cuentos y leyendas, con un marcado acento en diferenciar entre el bien y el mal, la justicia y la sinrazón. Personaje representativo de esta etapa es el juez Pao Kong, reconocible por su cara negra. El no tiene miedo a ricos y poderosos, por lo tanto sus fallos son siempre rectos. En épocas en que la corrupción de los funcionarios estaba a la orden del día, Pao Kong era un verdadero héroe para el pueblo.

La llegada de la televisión ayudó a hacer extensivo el teatro de títeres chino. O quizás el beneficio fue mutuo, ya que muchas familias compraron televisores para ver el programa Yun Chou Ta Ju Hsia de la cadena TTV.

La serie, que alcanzó a tener 583 capítulos, popularizó entre los niños de la isla a un par de personajes que no era del gusto de los intelectuales. Esto, sumado al uso de música grabada, humos y efectos especiales en historias en las que primaban los enfrentamientos fue causa para que titiriteros puristas, padres y profesores criticaran al programa. Con ello, los muñecos prácticamente desaparecieron de la pantalla chica, aunque de vez en cuando surge alguna muestra.

En los últimos años, diversos grupos han empezado a hacer esfuerzos por preservar el género. Destaca entre ellos la Sociedad Se Den, dedicada a coleccionar y restaurar piezas, hacer representaciones y enseñar las técnicas de este arte en escuelas primarias y a quien se interese.

En este grupo participan los más renombrados titiriteros de Taiwan, Li Tien-lu y Hsu Wang. El primero, de más de 85 años de edad, fue honrado en 1989 con el premio Maestro de las Artes Folclóricas, del Consejo para la Planificación y el Desarrollo Cultural.

Gracias a todo este trabajo, en muchos puntos de Taiwan los escenarios de títeres siguen cobrando vida ... para llenar la imaginación de los chicos y la añoranza de los grandes.

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