¿Una escena que puede darse en cualquier parte del mundo? ¡Ciertamente! Los carros de flores, triunfales o alegóricos como se les llama en distintos países, son comunes a las celebraciones de diversas culturas. En China no están ausentes y, por supuesto, tienen características especiales.
Para comenzar, en Taiwan existen múltiples oportunidades de verlos: festividades importantes, como el Festival de los Faroles y la celebración nacional del Doble Diez, o fiestas locales en torno al aniversario de algún dios del panteón chino.
"Los y-ko están enraizados en el alma festiva de las masas. Por eso van ganando nueva vida con el pulso de los tiempos", dice la estudiosa de las artes folclóricas, Tsa Hsin-hsin.
Y-ko es, de hecho. el nombre corto de "pabellones artísticos". En un principio, éstos no fueron rodantes. Estaban construidos en lugares específicos y era la gente la que circulaba observando las diversas escenografías. basadas en leyendas o historias poéticas.
Es difícil decir cuándo y a quién se le ocurrió ponerle ruedas a las plataformas, encaramándolas primero sobre carretas tiradas por bueyes y, luego, encima de vehículos con motor. El resultado fue más y más popularidad para las pintorescas procesiones.
Objetivos múltiples
Existen antecedentes de que ya en la Dinastía Sung (960-1280 d.C.) los carros alegóricos formaban parte de las celebraciones masivas.
En el libro Discusiones del pasado y el presente de Taiwan escrito a fines del siglo pasado, se dice que los principales patrocinadores de y-ko eran los comerciantes ricos, deseosos de ganarse el favor de los dioses y, al mismo tiempo, hacer publicidad a sus tiendas y productos.
No faltaron los concursos para determinar cuál era el trabajo mejor logrado. Y, habiendo premios como incentivo, los mercaderes invitaron a intelectuales a participar en el diseño y la construcción. El historiador Lien Ya-tang señala que las "profesiones doradas" de la época inventaban carros con características únicas. Tan especiales eran que incluso se vendía en ellos té, incienso y medicinas.
Como hemos dicho, los temas de las carrozas han sido principalmente leyendas o cuentos folclóricos, especialmente los más conocidos por la gente. De ahí que en ellas siempre esté plasmado el color y la luminosidad de los antiguos edificios y trajes chinos.
Rayos láser
En el último tiempo, no obstante, algunos creadores han optado por temas actuales. Así es como han aparecido y-ko con escenas como "Las diez contrucciones principales" (un programa estatal de obras públicas), "Armstrong en la luna", "El monje Wu Hua lucha fieramente contra Chu Liu-hsiang" y "Las multitudes saludan al presidente Lee Teng-hui".
Otros cambios se han dado en los materiales y la forma de construir los carros. Al principio todo era hecho a mano. Pero hoy se cuenta con mucho más tecnología, aparte de que las carrozas chinas modernas generalmente llevan sonido además de iluminación.
"Hace 40 años, ¿qué recursos teníamos? Sólo pintura y madera. Ahora, los dragones pueden lanzar agua y vapores. Incluso se ponen luces y rayos láser en movimiento. ¡Todas esas máquinas son controladas por computadoras!", dice con entusiasmo Chiu Tung-hsuan, un experimentado constructor de y-ko.
Chiu comenta, además, que para hacer un conjunto merecedor de un premio se debe contar con un presupuesto de al menos 16 mil dólares estadounidenses.
Antaño, la belleza y el arte de una comparsa se medía en torno al principal personaje femenino. La calidad no estaba en la complejidad de la construcción hecha, sino en la apariencia física y la forma de cantar de la protagonista. Hoy, lo más común es que sean niños los que interpreten a los diferentes personajes o éstos sean reemplazados por muñecos.
"La gente cree que los y-ko pueden mantener alejados a los fantasmas y evitar el mal. Al representar un paper, los niños serán ayudados por los dioses y crecerán en paz", dice Huang Wen-po, investigador del tema.
Esto es especialmente notorio en poblados cercanos a templos grandes, como Peikang y Chiali, en el sur de Taiwan, donde la mayoría de los participantes son niños. Los pequeños son seleccionados a través de un concurso, en el que se supone que hay intervención divina.
El "gran día", la misión de los chicos es vestir el atuendo que se les ha señalado y sentarse inmóviles sobre el carro durante toda la procesión. Al llegar la noche, generalmente están exhaustos, pero les ha quedado un recuerdo imborrable de su infancia.