Taiwan Today

Pintar la naturaleza no es fácil. Puede parecerlo, pero no lo es. La verdad es que a muchos pintores sólo les importa el color por el color mismo, la sombra por la sombra y la línea por la línea, sin llegar a traducir que en la obra del artista -sobre todo de quien se dedica a las cosas corrientes de la naturaleza- se concentra la ternura, que va desde cualquier rayo de luz hasta los mismos insectos o las flores. Shu I-Fei es alguien que ha entendido esto. Sus telas se desarrollan cada día en el trabajo continuo y su concepción del mundo no cambia como la moda. Quizá, como él mismo lo ha dicho, "lo único que trato es reflejar en mis obras el mundo que nos ha tocado vivir, que nos rodea", y esto -claro- tiende a transformarse en una imagen de contenido universal. Shu ha participado en numerosas exposiciones en diversos países, se considera un tanto autodidacta y tiene una seria opinión de su trabajo: "Tomo el arte, mi función de pintor, como lo tomaría un carpintero o cualquier persona que hace un oficio. Está involucrada una técnica que hay que estar ejercitando constantemente porque -aunque mis críticos digan lo contrario- siempre hay un problema por resolver". En pocas palabras, como expresara una famosa publicación de arte, la obra de Shu es simple, pero hermosa: hace desfilar ante nuestros ojos golpeados por el estupor y la verguenza, las criaturas de la naturaleza, el insecto que se acerca al cáliz de la flor; el ave quieta, atrapada en un gran silencio, o la raíz que crece y se hunde más y más por huir del peso del árbol que sostiene. Las que pinta este hombre, en fin, son cosas que están sucediendo a toda hora afuera y que son importantísimas, aunque ninguno de nosotros quiera darse cuenta ...