Con dibujos sencillos que ocasionalmente representan paisajes, la suya ha sido una producción generosa, vasta, que capta con agudeza y habilidad marcada, la sensibilidad de la atmósfera. El ambiente pluvioso del invierno, el abrasador sol del trópico o el grato tiempo de la costa china.
En sencillos toques, con colores que nunca estallan ostentosamente, logra dar un matiz sentimental que evoca los lugares representados. Podría decirse, en suma, que las composiciones de Ho tienen el realismo como la característica más sobresaliente.
Sus primeros cuadros, exhibidos en 1965 en Taipei y en 1969 en Madrid, ya traducían esa vitalidad, vehemencia y pasión espiritual. Es la pintura neorealista y la tradicional china, influenciada por Occidente. Quizá por eso es que obras suyas pueden encontrarse ahora en París, Canadá, los Estados Unidos y muchos otros lugares del mundo. Ho es un artista que sabe transmitir lo que tiene qué expresar. Una especialísima manera de comunicarse con el mundo en sí.
Una de las numerosas opiniones críticas sobre Ho es la siguiente:
"La característica sobresaliente de su pintura es el realismo, al cual confiere su máxima vigencia, introduciendo en él su propio dilema humano. El espectador se habitúa a la obra, la acepta y se complementa con ella, sin rechazarse como en otros casos. Es, por decirlo así, una pintura amplia que representa lo que bien puede ser el exterior del mundo, con lo que es -muchas veces- el interior del hombre".