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Dichos Populares: Tung Hu Chih Pi: EL PINCEL DE TUNG HU

16/04/1977
El Rey Ling Kung del Reino de Tsin eran un tirano egoísta y cruel. Fuera de sí no apreciaba a nadie. Era muy caprichoso y muy dado a platos especiales. En cierta ocasión, un plato de patas de oso no estaba preparado a su gusto. El tirano, enfadado, mandó decapitar al cocinero y ordenó que su cuerpo quedara sin sepultara. El Primer Ministro Tsao Tun, quien servía al reino desde los tiempos del padre del tirano, se sintió abrumado con esa noticia. Se apresuró a obtener una audiencia con el Rey, a quien procuró persuadir que por lo menos permitiera dar sepultura al cadáver del cocinero decapitado. "Majestad", dijo; "vuestra padre se hubiera apenado mucho con la muerte del jefe de cocineros. Un error en su arte no era causa para condenarlo a muerte. Pero ya que ha sido decapitado, por lo menos se le debe dar sepultura. De lo contrario, el pueblo se indignará contra Vuestra Majestad". El Rey se encendió en ira, pero no dijo nada. Un eunuco fue despachado a disponer la sepultura. El Primer Ministro Tsao Tun era el único que se atrevía a contradecir al Rey, por lo cual este lo odiaba y buscaba secretamente la forma de darle muerte. En ese tiempo llegó al Reino de Tsin un valiente guerrero llamado Chu Ni, quien era portador de una carta para el Rey. "Ah, esta es mi oportunidad", pensó el Rey observando con interés al jóven guerrero, quien era muy fornido y de aspecto sencillo y sincero. "Bienvenido al Reino de Tsin", le dijo afablemente. "Tu venida me resulta especialmente grata. Siéntate, así conversaremos más a gusto". "Señor, será para mi un gran honor y un placer servir a Su Majestad", respondió Chu Ni con una profunda reverencia, después de lo cual se sentó como se le indicaba. "Ay, mi jóven caballero! Yo sólo soy rey de nombre", dijo el Rey fingiendo gran desazón. "Mi ministro Tsao Tun ha usurpado mi poder y es quien decide todo. Y mucho me temo que no pase mucho tiempo antes que se deshaga de mí y se proclame rey!". "Majestad!", exclamó Chu Ni airadamente; "por qué no lo hace ejecutar como traidor?" "Quién se atrevería a hacerlo? Todos le temen; y si llegara a sospecharlo, me haría asesinar inmediatamente", dijo el Rey fingiendo gran temor. "Un traidor como ese no debe vivir! Si Su Majestad lo ordena, el traidor morirá esta misma noche! " "No me atrevo a pedirte tal cosa, mi jóven caballero", respondió el Rey con falsa preocupación. "Eres nuevo aquí y no conoces el poder de Tsao Tun. Si fracasaras, me mandaría matar enseguida". "Majestad, no temais", dijo Chu Ni con tono decidido. Su vida o la mía. Si él vive, vuestro servidor habrá muerto". "Que el éxito te acompañe en tan peligrosa misión, mi jóven caballero", dijo el Rey. "A tu regreso te nombraré comandante de mis ejércitos". El presunto asesino llegó a la residencia del Primer Ministro a la madrugada. Con gran sorpresa vió que Tsao Tun ya se había levantado y ataviado con sus vestidos de corte, y leía a la débil luz de una vela. La casa estaba silenciosa, envuelta en el tranquilo resplandor de la madrugada. El Primer Ministro era un hombre muy frugal. Su desayuno consistía en una taza de arroz y unos pocos vegetales. La serenidad y nobleza de su porte indicaban a un hombre noble y de conciencia limpia. Chu Ni comprendió que lo que el Rey Ling Kung le había dicho no podía ser verdad. Aunque jóven y sin experiencia, Chu Ni comprendió que sería un gran crímen asesinar a un hombre como Tsao Tun. Su palabra empeñada lo puso así en una cruel disyuntiva: la vida del Primer Ministro o la suya. Después de breve vacilación, salió corriendo de su escondite y golpeó la cabeza con todas sus fuerzas contra un gran pilar. La atención inmediata de Tsao Tun y sus servidores no lo pudieron salvar; pero Chu Ni tuvo tiempo antes de morir de revelar la trama del Rey y explicar el porqué de su muerte. "Pero cuídese", suplicó el jóven en su agonía. "El Rey podría enviar otro asesino." Algunos días después el Rey invitó al Primer Ministro a comer en el palacio. Soldados ocultos tenían órden de atacar al Primer Ministro en cuanto diera señales de ebriedad. El nuevo jefe de cocineros oyó sobre el complot y llevado por la curiosidad fue a la sala del banquete para ver quién sería la víctima. Con gran sorpresa reconoció en el Primer Ministro a un bienhechor desconocido que en cierta ocasión le había salvado la vida. Pidió y obtuvo permiso para tener la honra de servir el vino. "Váyase enseguida", fue todo lo que pudo murmurar al oído de Tsao Tun mientras le servía el vino. El Primer Ministro fingió una indisposición y se negó a beber más. Y así se le permitió retirarse. Pero el Rey soltó un perro feroz que se disponía a atacar al Primer Ministro cuando el nuevo cocinero le dió muerte y ayudó a aquel a escapar. Cuando estuvieron en lugar seguro, Tsao Tun preguntó al cocinero: "Honorable señor, por qué ha expuesto su vida para salvar a un extraño?" "Su Excelencia no es un extraño para mí", respondió el otro. "Recuerda cuando ayudó a un hambriento bajo un árbol? Yo hubiera muerte de hambre si usted no me hubiera cuidado." Por la mañana se separaron y Tsao Tun continuó su camino alejándose del reino. Pero antes de salir del Reino de Tsin, un sobrino le trajo la noticia de que el Rey había sido asesinado por otro sobrino llamado Tsao Chuan. El Primer Ministro regresó apresuradamente y suprimió la rebelión, y juró lealtad al príncipe que ascendió al trono. Un día el historiador real, Tung Hu, escribía la historia del año en los Anales del Reino de Tsin. Tsao Tun vió con horror y gran cólera que Tung Hu había escrito: En tal día y a tal hora, el Primer Ministro Tsao Tun permitió el asesinato del Rey Ling Kung. "Cómo se atreve a escribir tal mentira en los Anales Históricos", exclamó perdiendo su serenidad habitual. "Usted sabe que el asesino fue mi sobrino y que yo no estaba en la capital cuando ocurrió". "Es verdad" respondió Tung Hu tranquilamente; "pero usted era todavía primer ministro y estaba en el reino. Por lo tanto, era responsable de los asuntos del reino. Sin embargo, al regresar a la capital, usted no investigó el asesinato ni castigó al asesino. Por lo tanto se debe decir que usted permitió el asesinato". Compungido, Tsao Tun preguntó con toda humildad: "No es posible corregir ese escrito infamante? " "Como historiador, yo debo escribir los hechos. Usted podrá disponer de mi vida, o mandar quemar mis escritos; pero yo debo escribir la historia como ocurrió". TUNG HU CHIH PI: EL PINCEL DE TUNG HU, se usa como homenaje a un escritor u otra persona que escribe o dice la verdad tal como la conoce, sin tergiversaciones y sin concesiones de ninguna especie. Un crítico o juez rigurosamente imparcial, merece asimismo ese calificativo: "como el pincel (o la pluma) de Tung Hu".

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