05/05/2024

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TUNG SHIH HSI SU: Comer al Este y Dormir al Oeste

26/06/1977
Después de cinco años de matrimonio, una jóven pareja del Reino de Ch'i tuvo su primer hija. Esa niña se convirtió en su alegría y su tesoro. Por eso cuando llegó a la edad matrimonial, sus padres no pudieron soportar la idea de que los dejara yendose a vivir con su esposo, y rechazaron sin más todas las solicitudes que comenzaron a llegar. Al este de su casa vivía un rico comerciante, cuya esposa había fallecido unos años antes. Había visto a su vecinita crecer y convertirse en una bella jóven, y pensó que si obtuviera su mano, tendría una esposa que sería la admiración y envidia de sus amigos, y además podría heredar algún día la propiedad vecina e incorporarla a la suya. Llamó a una casamentera muy conocida por su habilidad y le encomendó el asunto. "Si lo arregla todo, le pagaré el doble de lo habitual". La mujer, de edad mediana y muy astuta, respondió: "Usted sábe que sus padres han rechazado a muchos pretendientes. Usted ya no es tan jóven, y le sobran algunos kilos. No será cosa fácil". "Todavía no se puede decir que esa viejo; no llego a los treinta años". "Sí, pero la chica tiene sólo 17; me temo...." "Bueno, bueno, arregle el matrimonio y le pagará el triple y además le regalaré dos rollos de satín importado". "Haré todo lo posible". La mujer acentuaba artificiosamente la dificultad del asunto. Al día siguiente visitó a los padres de la chica. La recepción fue tan fría como la acordada a las visitas anteriores, pero la mujer fingió no percibirlo. Comenzó por elogiar abundantemente la belleza de la chica y su buena suerte en tener padres tan amantes. "Causa gran alegría ver una familia tan feliz como la de ustedes. Sería una pena que la niña se deba ir al casarse". Con rostro y acento severo, la madre respondió: Nuestra hija es muy jóven para hablar de matrimonio". La casamentera continuó con toda calma: "Pero tarde o temprano se deberá casar, y entonces sería mucho mejor si lo hiciera con algún vecino, que no se la llevara a un lugar distante. Así, la podrían ver todos los días". La madre, que no era lerda, comprendió la insinuación: "Se refiere a ese comerciante gordo, y mucho mayor que mi hija?" "No llega a los treinta", respondió la otra. "Es rico y no tiene familia; para una niña tan delicada como la suya, sería muy duro tener que atender a sus suegros. Con este hombre no tendría ese problema. Además, siendo algo mayor, la tratará con más cariño y consideración, y para ustedes será como un hijo". La madre comenzó a vacilar. "Hm, no falta verdad en eso". "Déjeme pensarlo. Vuelva después de diez días." Así se despidieron con mayor cordialidad que al comienzo de la visita. Antes que la madre pudiera discutir con su esposo la propuesta del vecino rico, se presentó otra casamentera. Era una vieja de aspecto tosco, conocida en el vecindario. "Señor, señora, el jóven estudiante al oeste de ustedes me ha mandado a pedirles la mano de su hija en matrimonio", dijo la vieja sin más preliminares. "Qué! El hijo de esa pobretona? Cómo se atreve a venirnos con eso?", explotó el padre, rojo de ira. La casucha medio derruida al oeste de su mansión, siempre le había parecido una desgracia. Varias veces intentó comprarla, para demolerla y construir allá una nueva ala de la suya, pero la dueña y su hijo se habían negado, aunque parecía que cualquier cantidad de dinero les vendría muy bien. La vieja casamentera anadió: "Señor, he venido porque me gusta ese muchacho. Es muy estudioso y muy buen hijo. Pronto irá a la capital para tomar parte en los exámenes imperiales y creó que le irá muy bien. Quién sabe si no llegará a ser un funcionario muy importante. Entonces ya no será pobre y su hija será muy feliz con él". "Mujer, ni una palabra más; vayase inmediatamente y no vuelva con mensajes de ese par de mendigos!" El padre se levantó muy agitado y abrió la puerta a la vieja. Cuando se fue la molesta visita, padre y madre quedaron por un momento en silencio. El hombre lo interrumpió: "Qué piensas de la propuesta?". "De cuál?" "De cuál? Del vecino del este. No se te ocurrirá pensar en la lavandera del oeste? "Y por qué no? Siempre me ha gustado el muchacho. Es de buen aspecto, sólo dos años mayor que nuestra chica, y con sus estudios llegará a ser persona importante". "Qué estudios? No recuerdas que yo también estudié para el exámen? Y qué gané? Si no fuera por la fortuna de mi familia nos hubieramos muerto de hambre. Déjate de estudiantes; el comerciante rico no está mal". Así discutieron por largo rato; cada uno mantuvo su preferencia sin poder llegar a ningún acuerdo. Resolvieron por fin dejar que su hija hiciera la elección. "Querida", comenzó la madre, "los vecinos del este y del oeste piden tu mano. El muchacho del oeste tiene un gran futuro por delante..." Sin dejarla terminar, el padre la interrumpió: "Mi hijita preciosa, el comerciante del este es muy rico y ha prometido grandes presentes de boda; piénsalo bien". La chica se ruborizó e inclinó la cabeza sin decir nada. La madre añadió: "No temas, querida; si te da vergüenza decirlo, levanta una mano, la izquierqa o la derecha, según a quién elijas". Con los ojos bajos y una levísima sonrisa que anadía encanto a su linda carita, la chica levantó una mano y casi al mismo tiempo, también la otra. Los padres quedaron estupefactos. "Pero querida, no puedes elegir a los dos, no te puedes casar con dos hombres. A ver, repite el gesto". Con gran consternación de ambos, la chica volvió a levantar las dos manos. Los padres, ya impacientes, reprendieron severamente a su hija. Por fin la chica habló: "No se enojen. Papá, me casaré con el vecino del este y pasaré el día muy a gusto en su casa. Mamá, también me casaré con el del oeste y pasaré las noches con él". "Ves, no te decía?, exclamó la madre. "Nuestra hija ha eligido bien". "Pero si levantó las dos manos y dijo que se casaría con los dos. De qué elección estás hablando?" "Tonto, ella no quiso ofender a ninguno de nosotros, pero ha mostrado claramente a quien prefiere por esposo". "Eh? Si? Pues mira, creo que tienes razón. Y quién sabe si ese tragalibros pobretón no llegará a ser algo algún día. Pero eso de casarse con los dos. Dos esposos! A quién se le ocurre! Y concluyó con una gran risotada. TUNG SHIH HSI SU significa, como queda indicado, "comer al este y dormir al oeste" y su uso se puede asimilar al de expresiones como "la avaricia rompe el saco" o "el que mucho abarca poco aprieta". Así si uno está sonando con planes quiméricos que le producirían grandes riquezas, se le advierte: cuidado, eso es TUNG SHIH HSI SU; o si se propone entrar en negocios con una persona sin escrúpulos se le previene: no te descuides, ese es un TUNG SHIH HSI SU.

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