04/05/2024

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Dichos Populares: NEI CHU CHIH HSIEN: Sabiduría de la Esposa

06/08/1977
Yen Yin, el famoso primer ministro del Reino de Ch'i era sumamente bajo, pero el pueblo lo adoraba. En todas partes donde se lo veía se reunía una multitud para gritar vivas a su nombre. El cochero de Yen Yin, al contrario, era un jóven alto y de muy buen aspecto, quien se había envanecido con su posición y se gloriaba en la fama de su señor. Un hermoso día primaveral, el primer ministro se dirigía en su coche a visitar un amigo. El camino pasaba por la casa del cochero. "Ojalá que mi esposa me vea con el primer ministro; se sentirá orgullosa de su esposo", pensó el jóven con satisfacción. Su esposa era muy bonita y quería mucho a su esposo. Tenía sólo dieciocho años pero era una excelente esposa y ama de casa. Estaba tejiendo cuando oyó grandes gritos en la calle generalmente silenciosa. "A quién estarán aclamando?", se preguntó sorprendida. Se acercó a la puerta y espió sin salir. Con gran asombro vió a su marido, agitando el látigo con aire orgulloso y altanero mientras el primer ministro 'sonreía bondadosamente respondiendo a las aclamaciones. "Abran paso; abran paso a su señoría ­-No oyen? Abran paso a su señoría", gritaba el cochero a pleno pulmón, esperando que su esposa lo oyera y saliera a verlo con su ilustre señor. La esposa se retiró de la puerta con un suspiro, y regresó a su asiento sumida en sus pensamientos. "Ay! " murmuró con un suspiro miéntras las lágrimas humedecían sus ojos. "Ahora entiendo lo que quería decir mi madre cuando me amonestó: 'Una buena esposa no debe cuidar sólo el bienestar físico de su esposo; si es necesario debe también aconsejarlo y guiarlo'. Mi esposo está muy satisfecho de ser un cochero; así nunca será elevado a posiciones mejores. Le debo hablar para cumplir con mis obligacio­nes de esposa". Esa noche preparó la comida con esmero especial. Después de comer y levantar la mesa, comentó las cosas del día, como le era habitual, mientras su esposo descansaba cómodamente en una reposera. Como sin darle mucha importancia al asunto, dijo: "Hoy te vi pasar en el coche". "Entonces habrás visto a su señoría," respondió el esposo con voz que delataba su contento. "Sí, lo ví", dijo ella. "Comparado contigo, su señoría parecía débil y muy pequeño. Por qué lo admiran y respetan tanto? " "Mujer, cómo puedes decir eso", con­ testó él con aire de indulgencia. "Su señoría es un gran hombre; su altura no tiene nada que ver. Lo admiran y lo respetan porque piensan de él como un gigante! " "Qué lástima que su señoría no tenga un físico como el tuyo", prosiguió ella con aire inocente. "Si lo tuviera sería más perfecto aún". "Este... bueno... " El cochero no supo cómo responder a eso. "Toda su sabiduría no podría añadir un palmo de estatura a su señoría", dijo ella en tono reflexivo, como hablando consigo misma. "Pero él ha sabido crecer interiormente, hasta llegar a convertirse en un gigante a los ojos del pueblo. Yo creo que todo el que lo quiera de veras, puede crecer interiormente, lo mismo que su señoría. Es cuestión de decidirse y aplicarse". El cochero se incorporó en su silla con aire pensativo, mirando a su mujer. "Me da la impresión de que estás queriendo decirme algo. Pero no te acabo de entender. Estás descontenta conmigo? " La esposa respondió muy seriamente: "No es de tanta importancia que yo esté contenta o descontenta. Lo principal es que tú estés contento de tí mismo; no te parece?" "Bueno... pero..."; el cochero dejó su sentencia sin terminar. "Esta tarde, cuando te ví con su señoría, su noble porte me impresionó mucho; amable, sin muestras de arrogancia; benigno sin ser pomposo. No es de extrañar que el pueblo lo admire y lo considere un gigante. Pero mi corazón se encogió -aquí se secó una lágrima con un pañuelito- al verte a tí, su cochero, agitando el látigo con tanta altanería y gritando a la gente con tanta rudeza, como si fueras un hombre superior. Será que tu posición de cochero de su señoría ha satisfecho todas tus ambiciones y te sientes ya en el pináculo de la gloria?" El cochero se levantó de un salto y comenzó a recorrer agitadamente la habitación. "Yo... es que... "; sin poder expresar un pensamiento que aún permanecía nebuloso, se volvió a sentar. Con alguna alarma, su esposa le dijo: "Perdoname si te he ofendido". "No, no; no me has ofendido. Es verdad, me había enorgullecido de ser cochero de su señoría; has hecho muy bien en hacérmelo ver. Comprendo que debo ver a su señoría como inspiración para mejorarme. Te lo prometo; vólveré a mis libros; Ya verás". Fiel a su promesa, en cuanto tenía un momento libre lo empleaba estudiando, y corrigió desde ese día sus modales, haciéndose atento y amable con todos. El primer ministro Yen Yin pronto lo notó, con asombro y contento. Una tarde, cuando el cochero se había por fin abierto camino con paciencia y buen humor entre una multitud que rodeaba al coche, Yen Yin le dijo sonriente: "Amigo, permítame decirle que usted ha cambiado mucho; se ve que ha aprendido a ser ecuánime. Ha tenido la fortuna de hacerse discípulo de algún sabio?" "No, mi señor, no es un sabio", respondió el vacilando. "Será entonces un gran maestro?" "Tampoco es un maestro. Alguien me hizo notar la necedad de mi actitud anterior". "Pero quién es esa persona? Para mí sería un honor conocerla" insistió el primer ministro. "Señor, no se trata de un sabio ni de un maestro. Fue mi esposa quien me hizo comprender mis faltas". "Y usted recibió el reproche sin ofenderse?" "Señor, cómo podía ofenderme? Mi esposa me ayudó a conocer y corregir mis faltas", "Es verdad, mucha verdad", asintió el primer ministro, Y desde entonces lo consideró como su discípulo. Un año más tarde el cochero fue nombrado para una posición oficial, desempeñándose con satisfacción general, con gran contento del primer ministro y de su esposa. NEI CHU CHlH HSIEN: SABIDURIA DE LA ESPOSA es un elogio a la virtud e ingenio de una esposa que ayuda a su marido a superar situaciones difíciles. Por ejemplo, se dice: se salvó del desastre por su NEI CHU CHIH HSIEN.

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