08/05/2024

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Dichos Populares: Marcar el Bote Para Buscar la Espada - K'E CHOU CH'IU CHIEN

06/09/1977
Un alto funcionario del reino de Ch'u se encontraba de viaje y debía cruzar un río. Conversando con el botero quiso apoyar su espada en el costado del bote yen un descuido aquella cayó al río. El botero detuvo el bote inmediatamente, pensando que el funcionario le mandaría recobrar la espada. Pero con gran asombro suyo, el funcionario siguió a la espada con la vista, mientras desaparecía en el fondo del río, sin decir palabra. Entonces sacó un cuchilo y marcó el costado del bote por donde había caído la espada al agua. Guardó entonces su cuchillo y dijo al botero: "Ahora puede continuar remando". "Pero señor, no desea buscar su espada?", preguntó el botero estupefacto. "Desde luego; es una espada muy preciosa y por ninguna razón la perdería. Pero ahora tengo prisa y no deseo perder tiempo en este momento. En pocos días regresaré y entonces tendré tiempo abundante para buscarla". "Honorable señor", dijo él botero, aún sin entender. "Si no encuentra su espada ahora, cómo la encontrará al regresar? " "Oh, no se preocupe buen hombre", dijo el funcionario con tono condescendiente. "No ve la marca que he hecho en el bote? A mi regreso me guiaré por esa marca y encontraré mi espada". "OH?". El botero lo miró con mirada incrédula, comenzando a comprender el razonamiento de aquel personaje de posición tan elevada y no sabiendo que actitud tomar. "Vamos, buen hombre. Mi espada ajusta exactamente en su vaina y no se herrumbrará. Usted estará aquí con su bote a mi regreso y por la marca en el bote sabré dónde buscarla. Siga ahora, que tengo prisa". "Pero señor, la marca en el bote ... " El otro lo interrumpió con impaciencia: "Basta, ya he tolerado mucho su impertinencia. Siga remando y no diga nada más". El botero se encogió de hombros y siguió remando, mientras hacía un gran esfuerzo por contener la risa que lo acometió. Este funcionario era un distinguido literato y gran señor en el reino de Ch'u. No debía ofenderlo ni exasperarlo. Pero con todo, el botero no pudo evitar una mirada de pena al lugar donde había caído la espada. Ahora no le sería difícil encontrarla. Bastaría una zambullida en línea recta, y sin duda alguna la espada estaría allí, en el fondo del río, que no era muy profundo. Pero si se la dejaba por algunos días, la corriente la movería y sería entonces sumamente difícil localizarla. Qué lástima, perder una espada tan buena y valiosa por una tontería semejante. A quién se le podía ocurrir tal cosa. Marcar el bote para buscar una cosa caída al río! Qué tontería tan grande! El barquero no lograba explicarse cómo un hombre con fama de gran literato y que había escalado posiciones en la corte hasta llegar a la muy elevada que ocupaba ahora podía tener una mentalidad tan infantil en un asunto tan sencillo. Cualquier niño de los campesinos hubiera podido explicar a ese gran señor que el método escogido por él para recobrar su espada era una sandez increíble. Embebido en sus pensamientos, dirigió el bote a la orilla opuesta y de pronto, sin poder ya contenerse, largó una gran risotada que sorprendió al funcionario. Pero ocupado con el asunto familiar que lo llevaba a ese lugar, no pensó que era él el objeto de esa risa, y no tomó ofensa. Al descender del bote, el funcionario recomendó mucho al botero que lo esperara allí con su bote después de tres días. Encareciendo la importancia de la cosa, le recordó que sólo el bote tenía la marca necesaria para guiarlo en la búsqueda de su espada, y partió apresuradamente hacia su destino. El asunto que lo llevaba a aquel lugar era una enfadosa disputa familiar. Para no dar carácter oficial a su visita y viajar libre de cuestiones protocolares, había emprendido el camino sin compañía. Al llegar a la villa de sus parientes, pidió primero que le explicaran nuevamente en todo detalle las circunstancias de la desavenencia. Interrogó después minuciosamente por separado a las partes contendientes. Cuando se consideró en posesión de toda la información pertinente, se tomó un breve tiempo para deliberar y mandó por fin que se reunieran en su presencia todos los interesados. Con tono doctoral y ademanes solemnes comenzó su amonestación: "Somos todos miembros de una misma familia, descendientes de los mismos antepasados. Desavenencias como esta, que indisponen a unos contra otros, se deben evitar. Concretamente, la cuestión de que tratamos se debe a la falta de previsión de ambas partes. Con haber tomado oportunamente las providencias necesarias, esto no hubiera ocurrido. No quiero ser demasiado severo con ustedes porque su falta de estudios disminuye en cierto modo su responsabilidad. Pero es necesario conducirse con mayor inteligencia. Tienen una cabeza sobre los hombros y deben saber usarla." Muy satisfecho con su exhortación, concluyó el negocio y emprendió el regreso, llegando a orillas del río el tercer día, como lo había dicho. Allí lo esperaba el botero con su bote. Mandó al botero remar hasta aproximadamente el lugar donde había perdido su espada, y señalando la marca que había hecho en el bote, comenzó la búsqueda. Todos los esfuerzos fueron inútiles. La espada no aparecía. Desalentado por fin, resolvió abandonar la tarea y continuar el viaje a la corte. El botero lo había ayudado manteniendo su rostro sin expresión. Pero se reía interiormente, y cuando su ilustre viajero le volvió la espalda, se permitió una sonrisa sardónica. Al despedirse del alto funcionario, agradeciendo su paga muy generosa, el botero pensaba para sus adentros: "Cómo explicará en la corte la desaparición de su espada? Serán todos esos grandes señores tan tontos como él? " K'E CHOU CH'IU CHIEN: MARCAR EL BOTE PARA BUSCAR LA ESPADA se usa para describir a personas fatuas, que envanecidas con sus estudios o posición, se niegan obstinadamente a corregir un error o alterar una actitud errónea. Por ejemplo: Es inútil que se lo digas; es un K'E CHOU CHI'U CHIEN.

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