05/05/2024

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Literatura

06/01/1976
Iniciamos con este número la presentación de algunas obras de literatura contemporánea. El primer cuento de esta serie fue escrito por Chen Hsiu-mei, nacida en Chung Ho, una pequeña municipalidad vecina a la ciudad de Taipei. Chen Hsiu-mei comenzó a publicar sus cuentos mientras era estudiante en la Universidad Nacional de Taiwan, de la que egresó en 1961. El sabor local en los cuentos de la señorita Chen es acentuado por expresiones de uso corriente, como "tío" antes del nombre de una persona mayor, o "hermano" dirigiendose a los coetáneos, las que no significan parentesco real. Ah-Chuang de la Villa Tienfu Caminaba lentamente por la calle Tienfu (el nombre de esta calle, como el de la villa, significa "Bendecido por el cielo"). A cada momento sacaba un pañuelo para secarse la transpiración de la frente, levantando para ello el sombrero de paja que después volvía a ajustar. El arroz junto al camino ya había sido cosechado. Las líneas de tallos cortados que quedaban en el campo, parecían soldados en miniatura, firmes en sus puestos tostandose al sol que ya caía. Los rayos del sol brillaban en los brazos desnudos de Ah-Chuang y en las partes del rostro no protegidas por el sombrero. Después de un camino de una hora, sus brazos tostados mostraban el efecto quemante del sol. Se volvió hacia un lado para evitar los rayos del sol que brillaban sobre una montaña y miró a su sombra que se alargaba a través del camino y hacia el arrozal, delgada como un bambú. Al final del camino, las ramas y hojas de los árboles parecían inclinarse con la caída del sol, semejando monjes en oración. La gruesa alfombra de piedras en el camino crujía y saltaba bajo sus zapatillas de algodón. De pronto, el sonido lejano de tambores y cantos de dejó oir a la distancia. Sorprendido, se detuvo a escuchar por un momento. Recordó entonces que ese día era un festival religioso - el día de acción de gracias a Kuan Yin (Diosa de la Misericordia) que había hecho favores a la villa. Qué favores? No lo pudo recordar. Sabía que por muchos años el pueblo tenía esas funciones de óperas antiguas frente al templo de la villa. Siguiendo su camino, suspiró: "Mi memoria se va haciendo peor; apenas puedo recordar nada". Oyó entonces una bicicleta que venía detrás, sus ruedas desparramando piedras. "Ah-Chuang", llamó alguien. "No te he visto por mucho tiempo! Es la primera vez que te has levantado y salido?" Ajustando el ala de su sombrero de paja contra el resplandor, Ah-Chuang se volvió: "Ah, Pie largo Kao, cuanto tiempo! " Sonriendo amistosamente al ciclista, le dijo: "No he tenido ocasión de agradecerte por haber venido a verme cuando tuve la operación". "Bah, no digas eso. Cualquier conocido lo haría; cuanto más yo, que fui tu inquilino". Mientras hablaba, Pie largo Kao llegó hasta él. Los frenos rechinaron; Kao apoyó un pie en el suelo. Sontió alegremente, y sacó un pañuelo para secarse el sudor de la cara. Los dos botones de arriba de su camisa estaban sueltos dejando ver su pecho velludo. Ah-Chuang contempló con admiración sus hombros poderosos. Por un momento se miraron sin decir palabra. Ah-Chuang volvió a oir el sonido de los tambores y preguntó: "Vas a ver el teatro?" "Bueno. . . no. Voy a cobrar algunas cuentas de carne". "De veras? Entonces supongo que irás esta noche. Recuerdo cómo te gustaba el teatro" . "Bueno. . ." El ciclista no respondió, y volvió a secarse la cara con su pañuelo. Después dijo en tono de queja: "Ya estamos en otoño, pero todavía hace tanto calor y humedad; y ni pizca de viento". Mirando adelante, añadió: "Me voy a cobrar mis cuentas. Ven a verme uno de estos días". Sonrió como disculpandose y se marchó. "Gracias, ya iré". Ah- Chuang agitó la mano en despedida. Se quedó un momento mirando a la figura fortachona que se alejaba en la bicicleta. De pronto se dió cuenta que había estado allí demasiado tiempo. Respiró profundamente y siguio su camino. La mitad del gran sol rojo había desaparecido tras la montaña, pero la otra mitad todavía jugaba sobre su borde. Los tambores y gongs se oían más fuertes y claros y ahora podía percibir también el sonido de otros instrumentos. Pero Ah-Chuang no prestó atención a eso. Pensaba en qué amistoso se había mostrado Kao, visitandolo varias veces en el hospital. No podía recordar haber hecho ningún favor a Kao. Cuando el año anterior Kao había alquilado uno de sus cuartos, apenas si se había fijado en él. "Yo estaba muy ocupado entonces" pensó. Recordó cómo cada medianoche iba en bicicleta a la imprenta cerca del Grand Hotel, donde trabajaba en la impresión de un diario. Terminado su trabajo allí, a las cuatro de la mañana, pedaleaba hasta el mercado central, donde los revendedores compraban sus frutas y verduras. Después de hacer su compra, alquilaba un triciclo para llevarlas, y él seguía detrás en su bicicleta. Saludaba la primer luz del día en el puente entre la ciudad y su villa, cuando la villa comenzaba a despertar - era como si oyera su voz. Su esposa Yung-ying, venía entonces a atender su puesto en el cual él había arreglado las frutas en sus estantes. Entonces se iba a dormir, seguido por las quejas de Yung-ying. Ella decía que todo estaba revuelto. Después de cenar, los chicos le pedían que les contara cuentos, pero sus ojos se le cerraban. Después de atender su puesto toda la tarde se sentía muy cansado y si no iba a dormir temprano, cómo podría levantarse a medianoche? Los chicos, decepcionados, debían pedir al tío Kao que les hiciera sus chistes. Qué duros habían sido esos días! Sólo el recordarlos le hacía sus párpados pesados. "Si pudiera seguir por otro año", penso; así podría pagar lo que debía de la casa. Y Yung-ying no se podría quejar de que su vida era anormal, al revés de los demás. Entonces podría sostener a su familia con su mercadito de frutas, sin tener que ir a medianoche a la imprenta ruidosa y sucia. Un año más, se dijo. Al levantar su mirada vió que estaba cerca de la villa. Cuatro hombres conversaban, sentados bajo un olmo. Reconoció al tío Tu que fumaba su pipa sentado sobre una gran piedra, escuchando atentamente lo que decían los otros. Dos de ellos eran hermanos, verduleros en el mercado. El otro era su vecino Wan-chuan, un muchachón de unos veinte años. La mirada de Wan-chuan se encontró con la de Ah-Chuang; pero cuando este le sonrió en saludo, el otro inclinó su cabeza como si no lo hubiera visto. La sonrisa que se formaba en los labios de Ah-Chuang no llegó a completarse. El se sintió molesto. "Yo mismo los vi", dijo Wan-chuan en vos fuerte. "Tío Tu, créelo o no, como te parezca, pero los vieron ir juntos al teatro Ta Kuan Ming. Después de la función él la llevó en bicicleta hasta la parada del bus", añadió uno de los hermanos verduleros. "De veras?". El viejo sacudió la cabeza. "No puedo creer que sea una mujer así. Tiene tres hijos y su esposo se está matando con tanto trabajo". "Bah, es verdad" dijo el otro verdulero. "Y si él lo supiera la debería matar sin compasión". "No nos toca a nosotros enojarnos por él. Es claro que ese otro tipo se está aprovechando de su simplicidad", concluyó Wan-chuan. Y volviendose a Ah-Chuang lo saludó: "Hermano Ah-Chuang, hace tiempo que no te veía", dijo, mostrando sus dientes al sonreir. Los otros tres se volvieron, sorprendidos por su presencia. Ah-Chuang los saludó con una sonrisa y sacandose el sombrero de paja, dijo: "Tío Tu, cómo anda? Wan-chuan, Ho-sun, Hsi-sun, hace tiempo que no nos vemos; cómo va el negocio? " Todos forzaron una sonrisa de saludo. Los dos verduleros echaron una mirada furtiva a Wan-chuan, quien sonreía tranquilamente. El viejo tomó su pipa en la mano y pasó la manga por la boca antes de hablar: "Hermano Ah-Chuang, he oído que tu operación fue cosa seria. Cuidate bien; no vale la pena matarse trabajando." (Continuará en el No próximo)

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