04/05/2024

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Literatura: Llamado a los espiritus - Por Chen Hsiu-mei

26/02/1976
(Ver N° 1 de este año) Pocos segundos depués salió con la misma prisa, respirando afanosamente, con una camiseta blanca. Después se fue. La hija se quedó indecisamente junto a la mesa. Con una mano sobre la mesa, comenzó a caminar sin objeto alrededor de la misma. Sentía la cabeza pesada, con todos los pensamientos y sucesos amontonados, y no podía pensar con claridad. Sus agitados pensamientos eran como gusanos que se revolvían mordiendole el cerebro sin compasión, y tratando de evitarlos sacudió la cabeza murmurando: "No quiero pensar, no quiero pensar, no debo pensar". Continuó caminando sin objeto alrededor de la mesa, con los ojos cerrandosele de fatiga. Pero tan pronto como los cerraba, se le aparecía la cara de su hermano, seca y amarilla con pómulos salientes y labios pálidos y abiertos. Tan pronto como apartó esa imágen, otra flotó frente a sus párpados cerrados: una mesa de operaciones, cubierta de sangre, el delantal blanco del cirujano, manchado de rojo, el cilidro de éter, la enfermera, el doctor. Detuvo su marcha y abrió los ojos. Por un momento, la luz del cuarto la cegó. Se apoyó en la mesa y luchó por recordar algo que la ayudara a recobrar su equilibrio. Después de un momento muy largo, en medio del desórden de sus pensamientos, encontró el recuerdo de una sonrisa, una sonrisa feliz de niño. Cuándo fue eso? Ah, sí, fue aquella tarde, aquí mismo, cuando él me sonrió. Había salido el primero en su clase y por eso me sonrió. El sonido de pasos rápidos rompió la imágen y al volverse, vió a su madre que entraba con un envoltorio en las manos. Se adelantó a tomarlo. "Platos", le mandó la madre simplemente, y ella fue a buscar algunos platos después de poner el paquete en la mesa. La madre abrió el paquete y sacó un huevo de pato, un pedazo de cuajada seca de soja y una larga tira de carne de cerdo. Puso esas cosas en las platos traídos por la chica y los arregló en el centro de la mesa. El súbito sonido de los frenos de un triciclo hizo que madre e hija se volvieran a escuchar, con movimiento involuntario. Poco después el padre condujo a otro hombre al jardín. La hija estudió al extraño: más de cuarenta, bajo y gordo; la cara muy arrebatada. Vestía una tricota, pantalones de nilón bien planchados y zapatos marrones. Debía de ser el "Taoísta amarillo" de que había hablado el Tío Ah-sen. El monje Taoísta hizo una profunda inclinación a las dos mujeres, sonriendo atentamente y mostrando dos dientes de oro. Puso entonces el paquete que había traído sobre la mesa. La familia lo rodeó, observandolo y esperando sus instrucciones. Con dos dedos sobre sus labios, él miró alrededor en el comedor. Después recorrió el jardín mientras sus labios se movían sin sonido. Asintió con la cabeza. "Traiganme agua limpia - agua buena y clara, un vaso. Y un pincel y tinta para escribir". Inspeccionó atentamente las cosas sobre la mesa y dijo con tono de aprobación: "Hum, cerdo crudo, está bien. Oh, también necesitamos el corazón de una flor. Entienden, una flor? Gesticuló con las manos, y viendo que el padre no parecía entender añadió con impaciencia: "Cualquier rama que tenga una flor". "Una rosa?" preguntó la hija con los ojos muy abiertos. "Si, muy bien". "Yo la traeré". Corrió por el dormitorio al jardín del frente. En una esquina del jardín, junto a la casa, ella y su hermano habían plantado un rosal. Un mes antes, cuando su hermano acaba de ir al hospital, el rosal había tenido su primera flor y ella recordaba que hacia unos días había abierto otra. Prendió la lámpara neón sobre la puerta y corrió a la esquina. A pocos pasos se detuvo espantada. La rosa se había secado. El pensamiento de la muerte pasó rápidamente por su mente como una libélula que roza el agua; un toque y se había ido. Alarmada, su temor se convirtió en enojo contra sí misma por esa asociación de ideas, y se reprochó: "Qué estoy pensando? Qué clase de universitaria soy? Cómo puedo asociar una flor con una vida humana?" Apresuradamente quebró una ramita con un nuevo pimpollo y regresó a la casa, olvidando apagar la luz. Entregó la rama al monje. Este ya había abierto su paquete en el cual se veía una campanilla, un par de matracas de madera, tres piezas de papel amarillo y un tigre de papel blanco. La madre había preparado la tinta frotando la piedra de tinta con agua; el monje mojó su pincel en la tinta y comenzó a pintar sus amuletos mágicos. Pintaba cada signo mágico con un solo trazo de arriba abajo. La parte superior del papel parecía como el armazón de una casa, mientras la parte inferior estaba llena de círculos muy juntos. El padre miraba con mucha atención. Al fin, el padre respiró profundamente; empezó a sacudir la cabeza, pero se contuvo bruscamente y miró a otra parte. "Qué dice el horóscopo? " preguntó el monje. "Horóscopo?" repitió el padre sorprendido. "Qué horóscopo? " "Si, si, aquí está" dijo la madre rápidamente, y sacó una pieza de papel amarillo muy bien doblado, casi del mismo tamaño del pedazo de cuajada seca que estaba sobre la mesa. La hija notó que cuando la madre lo entregó al monje, echó una mirada asustada al padre, quien permaneció inmóvil, mirando fijamente al papel amarillo. La hija también se sorprendió - así que Mamá había ido a consultar el horóscopo! Había salido del hospital por una hora en la mañana; debió haber sido entonces. El monje puso el papel sobre la mesa, sacó sus anteojos de un bolsillo de la tricota y se los puso. Se apoyó en la mesa, con las dos manos sobre el papel, los hombros encorvados, frunciendo el entrecejo mientras movía la cabeza adelante y atrás, como si gozara con el sonido de las palabras que leía. Los caracteres negros escritos sobre el papel tenían muchos círculos rojos a sus lados. A veces señalaba una palabra y la leía en voz alta, inclinando a un lado la cabeza y prolongando los sonidos; a veces asentía con aire satisfecho o sacudía su gran cabeza en vigoroso desacuerdo. El padre se le acercó estirando el cuello e inclinando la cabeza para ver lo que leía. La madre con la boca abierta miraba a la cara del monje. "Ah, este ... este ... " El monje levantó su cabeza mirando al techo, temblandole las ventanas de la nariz. "Este niño Liu-hsuan no está en casa", afirmó conclusivamente. "No está en casa" repitió el padre. "Está en el hospital", dijo la madre como implorandole que dijera más. "Ah, ya sé", dijo el monje y miró a la madre. "Hay sangre en este horóscopo" ese chico debe ser operado". Acentuó la palabra "operado" y miró a los tres con confianza, como esperando su corroboración. "Si..." madre e hija hablaron al mismo tiempo; la hija apretó entonces sus labios y dejó a la madre que continuara. "Ya se le hicieron seis operaciones; y cada vez el intestino se vuelve a cerrar, creo que es lo que dice el doctor. Esta noche harán la séptima operación - por eso pedí su horóscopo". Su voz se hizo ronca y guardó silencio. La hija se le acercó y puso su mano suavemente en el hombro de su madre. La madre juntó sus manos como agradecida. Miró al reloj; eran exactamente las nueve. "Así". El monje asintió varias veces con la cabeza. Frotando su nariz, tosió y siguió leyendo. Hizo entonces una pausa, levantó la cabeza, extendió su mano derecha y contó con los dedos mientras murmuraba algunas frases. Después de un momento golpeó súbitamente la mesa con la mano y dijo en voz alta al padre: "No se preocupe, no se preocupe ... aparecerá "una persona útil"; esta noche su hijo estará fuera de peligro. Su hijo es de "metal" ... el "metal" dominará a la "madera". Y la "persona útil" vendrá del este. Donde está el hospital? " "Es el hospital de la Universidad de Taiwan", respondió el padre. Miró al horóscopo y después al monje. (Continuará en el Nº próximo)

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