29/04/2024

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Mañana de Chao-ti :Por Chen Hsiu-mei

16/03/1976
(Continuará en el Nº próximo) La pequeña fonda quedó silenciosa al irse Chun-sheng. Chao-ti (Nota: este nombre dado al primogénito si es mujer, significa "La que llama al hermanito", dando expresión a la esperanza de los padres de que el próximo hijo sea varón) se quedó junto a una mesa como extrañada, con una mano apoyada en la mesa y la otra sobre su pecho. Sus ojos miraron a la calle, pero no se detuvieron en la sombrilla roja de una jóven vestida a la última moda. Tampoco siguieron al auto de último modelo que pasó levantando una nube de polvo. Parecían transpasar esos objetos y fijarse en un punto lejano e invisible. Un muchachito sucio que recogía papeles y otras cosas de los tachos de basura, pasó mirando de reojo a la fonda, y con movimiento rápido recogió una botella vacía que alguien había dejado afuera y siguió apresuradamente. Cansada de mirar a la calle, Chao-ti parpadeó y suspiró profundamente. Después volvió la cabeza perezosamente hacia el viejo reloj que colgaba de la pared. Las diez y media. "Hoy no es domingo", pensó. Hasta las once no vendrá nadie. Qué puedo hacer en esta media hora?" No era extraño? Siempre estaba ocupada de la mañana a la noche. Porqué se quejaba ahora de tener media hora que no sabía cómo ocupar? Pero nunca había sabido lo que era estar sin tareas; de pronto sintió una gran vaciedad. Levantó la mano de la mesa y miró alrededor de la casa con gran detención, como si fuera la primera vez que la veía. Pero al completar su mirada, todo le era demasiado conocido para ofrecerle algún cambio. No podría haber ningún cambio, estaba segura. Caminó sin objeto a la baja plataforma que separaba la cocina del comedor. Era una plataforma rectangular de ladrillos y cemento. A su izquierda había un casco de madera que contenía arroz hervido y una larga cesta de bambú con tazones, platos palillos y cucharas. Al otro lado había un armario alto de vidrio, dividido en dos estantes. El estante inferior tenía un hígado de cerdo, un pollo y sus menudos en platos separados y una taza de sangre congelada de cerdo. Un pedazo de hielo bajo esos recipientes mantenía las cosas frías. En el estante superior podía ver un gran tazón de fideos amarillos y una larga lonja de puerco asado, rojo, que parecía algo pasado y probablemente lo estaba, pues los taiwaneses no acostumbraban a comer eso y pocos cantoneses llegaban hasta esta fonda un busca de un "bocado. Tras la plataforma de cemento había dos grandes hornillos, una pileta y varios jarros de estaño. Repasadores, delantales y cucharones colgaban de la pared cerca de los hornillos. Canastos de vegetales, comprados frescos por la mañana, estaban a mano. Chao-ti tomó de la pared el delantal gastado y grasiento cuyo azul original se había convertido con el tiempo en un gris suave, y lo sujetó a su cintura. De la pila de repasadores eligió uno limpio y volvió al comedor. Echó una mirada a las dos largas filas de mesas y sillas de madera y comenzó a fregar la mesa más cercana a la puerta. Pasaba el paño lenta y cuidadosamente, cubriendo toda la superficie.´ La dura laca de las mesas estaba casi desgastada; aquí y allá se veían pequeños puntos descascarados. Recordó que se había pintado dos veces esas mesas desde que ella había ido a trabajar como cocinera, al terminar su escuela primaria. Mientras el paño se deslizaba rítmicamente, contaba en su corazón; Chun-sheng, su condiscípula en la escuela primaria ya había egresado de la universidad; por lo tanto debían haber pasado diez años. Diez años! Fue como un golpe; dejó de limpiar la mesa, con la mirada perdida. El corazón le dolía, como pinchado por una larga aguja. Trató de recordar los diez años pasados. Fuera de platos y repasadores, su mente estaba vacía. Suspiró y volvió a pasar el trapo sobre la mesa, lentamente, distraída. La visita de Chun-sheng la había dejado llena de envidia y había confundido enormemente sus sentimientos. "Chun-sheng se va a casar", se repetía. Qué hermoso, y, oh! , qué extraño!" Nunca hasta entonces había pensado en el casamiento. Había visto a muchos grupos de casamientos frente a la fonda. Algunos años antes las novias iban en literas que se balanceaban, pero ahora iban en autos decorados con cintas de papel de colores y a veces con parejas de muñecas. Pero nada tenían que ver con ella. Ella estaba demasiado ocupada para prestarles atención. Todo el día estaba confinada en su pequeño mundo de la fonda, entre la cocina y el aparador, los platos y el arroz.

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