04/05/2024

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Literatura: Se ha concertado un Matrimonio

26/04/1976
(viene del N° anterior) Mamá me había informado que el muchacho, alguien llamado Fang Yao-tsu, era hijo del dueño de un hospital privado en nuestro pueblo, y que estudiaba medicina y se recibiría pronto. Qué idea! Yo aborrecía a los médicos no tanto por el terror que me causaban de chica cuando los veía meter sus agujas infernales sin compasión alguna, sino más bien porque me parecía escasamente humano que un hombre jóven, en los mejores años de su vida, se encerrara en su laboratorio cortando monos y perros. O apretando un sapo vivo sobre la mesa y despellejandolo capa a capa, mirando friamente mientras la vida se acababa y la sangre roja brotaba a borbotones. Podía un hombre tan endurecido para la vida misma sentir algún afecto? Mamá me dijo que un encuentro no significaba nada, pero no se había podido negar a la casamentera que se había mostrado tan insistente. Y así me había visto obligada a prometerle que iría, aunque eran tan contra mis principios. Y por eso, en este fin de semana, había tomado el tren de la noche, luchando con mi conciencia. A la mañana siguiente me desperté muy temprano. "Porqué, mamá? " protesté frotandome los ojos, y me negué a levantarme. "Tengo mucho sueño". "Ahora no hay tiempo para dormir, Vendrán a las diez y debes peinarte y probarte el vestido nuevo. No queda mucho tiempo". Momentaneamente lo había olvidado, pero ahora comprendí porqué me sentí tan deprimida al despertarme. "Tú tienes la culpa. Te he dicho muchísimas veces que no me gusta esto y sin embargo has insistido que vuelva a casa y me preste a esta comedia. Mira cuánta molestia; ni siquiera puedo dormir". "Bah, ya sabes lo que dicen -cuando un hombre ha crecido, debe casarse; cuando una chica ha crecido, debe tener su casa. Quieres quedarte con nosotros toda tu vida? " "Pero no quiero que nadie venga a mirarme", exploté. Mamá no respondié y yo me levanté sin más. Puesto que había vuelto a casa pensé que no tenía sentido seguir desafiandola o preocupandola con mi mal humor. Y qué importa si dejo que me miren?, pensé. Yo también los puedo mirar. Y hasta podría, como había dicho Huei-chun, semblantear al otro y saber si yo era atrayente. Pronto me sentí mejor y fui a la sala donde mamá esta ba arreglando una fila de sillas. "Para qué tantas sillas" pregunté por pura curiosidad. "Tú no lo sabes, Hsiu-yi, pero siete u ocho personas vendrán en su grupo. La Tía Li, la casamentera me lo dijo anoche." Volviendo a casa después de hacerme el pelo, me sorprendieron los cambios en la sala: nuevas cubiertas de mesas, nuevos y hermosos almohadones. Eché una mirada alrededor, pero mi hermana me llevó de prisa a mi cuarto. Yo me había convertido de pronto en el centro de atención de mis hermanos y hermanas. Comencé a maquillarme, aplicando polvos y rouge. Recordé haber leído en alguna parte que es de buena educación pintarse bien cuando una debe pintarse, y mamá también me había dicho algo de eso antes. Al terminar podía ver en el espejo que parecía muy bonita, con las cejas arqueadas y los labios rojos. Mi vestido nuevo era rosado, que según mamá era el color apropiado para la ocasión. La impresión general que me causé a mi misma fue muy satisfactoria. La casamentera, Tía Li, una matrona más bien gordinflona, llegó y conversó con mamá en voz baja por un buen rato; algo después mamá me llamó. "Hsiu-yi" - dijo la casamentera - "recuerda que el Abuelo Fang se sentará al extremo izquierdo. Tiene una barbita blanca. No te equivoques al servir el té; la primer taza es para él. A su derecha estará el Primer Tío Fang, el Segundo Tío Fang, el Papá, la Mamá, el Jóven Tío Fang y por último Fang Yao-tsu. Se sientan en órden, conforme a su posición en la familia". Asentí con la cabeza. De izquierda a derecha; era fácil de recordar. "Hsiu-yi, camina con la cabeza ligeramente inclinada", agregó mamá. "No la levantes demasiado". Se me escapó una risita nerviosa. Caminar con mi cabeza inclinada! Así muestra una chica su modestia y deferencia? El aviso no era supérfluo. Mamá solía comentar qué audaces suelen parecer las chicas estudiantes, sino enteramente provocativas e irrespetuosas. De fuera se oyeron voces animadas y pude oir a papá saludando a los huéspedes. Eran las diez y cinco. Por lo visto eran puntuales. Sin poder evitarlo mi corazón comenzó a latir violentamente cuando mamá empezó a servir el té en nuestras mejores tazas de porcelana. Antes de salir, al Tía Li me había dicho que me haría una señal cuando yo debiera salir. Mamá se ubicó junto a la puerta para pasarme la señal de la Tía Li. Al recibir la señal tomé la bandeja del té y marché adelante. Había doce tazas de té y la bandeja estaba muy pesada. En la puerta incliné mi cabeza y procuré caminar recatadamente hacia el caballero de barba blanca. Me sentía tensa y confundida y mucho más cuando descubrí doce pares de ojos siguiendo cada uno de mis movimientos. La bandeja se hizo más liviana cuando concluí mi viaje de izquierda a derecha, pero todavía no me era posible ver a nadie claramente. Pensé que me podía retirar, pero el caballero de la barba blanca me detuvo y me invitó a sentarme. Por mi mente relumbró la idea de que este debería de ser un tipo muy moderno de "hsiang-chin"; me senté junto a él y procuré mirar de reojo a todos los huéspedes. El jóven con el traje nuevo gris sería sin duda el futuro doctor. Tenía ojos negros que parecían llenos de vigor y que me miraban, con gran mortificación mía. El sonrió y yo bajé la cabeza torpemente. "Su trabajo la tiene muy ocupada, señorita Wang? " el padre de Fang Yao-tsu me preguntó. Vestía también un buen traje, pero como tenía el vientre algo abultado, el saco estaba desabotonado. "Generalmente no, pero durante el balance de cada fin de mes ciertamente estoy muy ocupada", respondí al padre mientras pensaba qué vergüenza que el hijo me hubiera pescado mirandolo furtivamente. Debía cuidarme más. "Entonces debe estar muy cansada", comentó su madre. Llevaba un "chipao" azul algo suelto con una chaqueta de lana negra. Movía sus pies nerviosamente, tal vez porque no estaba habituada a los altos tacos de los zapatos negros que calzaba. "No señora; ya me he acostumbrado", respondí con una sonrisa. En ese momento un pensamiento cruzó mi mente. Había oído que en los "hsiang-chin" antiguos solían examinar las manos y los pies de la chica. Era algo horroroso. Me examinarían? Temía no poder contenerme y marcharme sin más. Si embargo me consolé recordando que eso lo solía hacer la abuela y afortunadamente la abuela de Fang Yao-tsu estaba ausente. "La señorita Wang trabaja en Taipei? ". Ese probablemente era el Primer Tío. Era alto y delgado y una cadena dorada brillaba a traves de su pecho. Sin duda usaba el tipo de reloj de bolsillo que gustaba a los japoneses, pensé. "Si señor", lo miré inclinando mi cabeza. "Qué feliz coincidencia. Yao-tsu estudia en Taipei, y se podrán ver con frecuencia. Es muy conveniente". Eso lo dijo la Tía, que evidentemente se inclinaba a hablar claro. Su risita al hablar indicaba que eso le causaba gran satisfacción. Yo me encontré sin saber qué responder. No pensé que estuviera bien decir: "Si señora; será espléndido". Eso no sería recatado y parecería indicar que yo estaba ansiosa por la relación. Aunque ... si quisiera ser sincera debería confesar que el muchacho no me desagradaba. No sabía explicarme el porqué y temía que Mei-hua se riera de mí cuando se lo dijera. Buscaba todavía una respuesta apropiada cuando sentí la mirada de Fang Yao-tsu sobre mí. Tal vez se preguntaba cuál sería mi reacción ante la pregunta y qué contestaría. Resolví dejar pasar la cosa y me contenté con una vaga sonrisa. "Puesto que ha vuelto a su casa, se quedará por algunos días?" preguntó el Abuelo que hablaba en forma algo obscura evidentemente porque le faltaban casi todos los dientes. Me miraba por debajo de sus anteojos.

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