05/05/2024

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Literatura: La Anciana Señora King

06/06/1976
(Viene del N° anterior) La corbata roja del señor King, el mayor, estaba revuelta, pero su mostacho se mantenía tan elegante como siempre. Sus modales generalmente suaves habían dado lugar a una expresión de ferocidad. Los ojos de la jóven señora King eran más acerados que de ordinario y asistía al señor King con las palabras más burdas y mordaces de su vocabulario. Como todavía no podían apartar a la mujer, la jóven señora King procuró arrancar sus dedos de la ventana. La vieja señora King resistió por un momento y súbitamente mordió la mano que pretendía aflojar sus dedos. La jóven señora King prorrumpió en un alarido y al mismo tiempo Swen Sao que estaba detrás de mí con sus carrillos inflados, murmuró entre dientes: "Buen mordisco ! Buen mordisco! "Ay! Esta víbora me ha mordido! Hermano, apártate, déjame entenderme con ella! " Empujó el viejo señor King aparte y tomando a la vieja señora King de los pelos la arrastró al medio del patio. La vieja señora King gritaba a todo pulmón al ser arrastrada, sus pies pequeñitos trastabillando. Al llegar al medio del patio, la jóven señora King la tiró al suelo y descargó una andanada de golpes en su cara y cabeza. Al principio la vieja señora King intentó defenderse pero pronto se debilitó hasta el punto de casi no poder gritar y al final sólo sus pies, que para entonces habían perdido sus zapatos, se seguían moviendo; era un espectáculo horroroso. Pero ni aún entonces la jóven señora King se dió por satisfecha. Viendo cerca de allí un balde lleno de comida de patos, lo tomó y vació su contenido sobre la vieja mujer postrada, cayendo los granos húmedos sobre su cabeza y cara. La vieja señora King ya no se podía mover, pero su esposo sólo miraba con los brazos cruzados, como si nada hubiera ocurrido. Finalmente fue el jóven señor King quien apartó a su esposa y ayudó a la vieja señora King a volver a su cuarto. En todo ese tiempo las mejillas de Swen Sao se habían inflado no se cuántas veces, y cuando vió a la vieja señora King tambaleandose hacia su cuarto, las lágrimas que había contenido hasta entonces comenzaron a rodar por su cara. "Por qué quiere tu tío echar a tu tía? ", pregunté a Hsiaohu cuando todo terminó. "Oh, no lo sabes? Mi tío quiere casarse con esa cantante de Shanghai, por eso quiere que la bruja se vaya. Mamá ya ha ayudado a sacar todas las cosas de la vieja bruja, pero ella se niega a irse. Qué desvergonzada! " Hsiaohu respondió con tono despreocupado. Esa noche Swen Sao fue furtivamente a la casa de los King, a ver a la vieja señora, y al regresar, sus ojos estaban hinchados. Me dijo que tan pronto como llegó, la vieja señora King la había tomado por la mano y llorado tan amargamente que apenas podía hablar. Después dijo a Swen Sao que pasara lo que pasara no los dejaría echarla de la casa y que el señor King no debía creer que ella le permitiría llevar una concubina a la casa tranquilamente. Swen Sao dijo que no podía comprender cómo podían ser tan crueles. La noticia del nuevo matrimonio deseado por el señor King el mayor se esparció rápidamente por todo el pueblo de Hungjao. La familia King era conocida por la fastuosidad de sus fiestas aún en ocasiones ordinarias, por lo que todos esperaban poder tomar parte en ese gran acontecimiento. En esos días el portón de la residencia de los King casi fue abatido por el mar de gente. El señor King, el mayor, estaba aún más elegante que de ordinario. Estaba muy atareado trayendo cargas de cosas nuevas de Shanghai. Los puebleros, que nunca habían visto tales cosas en su vida, se encantaban mirando y tocando cada cosa. La jóven señora King andaba también muy ocupada. Había llamado a todas las mejores costureras del pueblo para bordar una gran cantidad de cortinas y fundas de almohadones. Desde luego, entre las invitadas estaba Swen Sao. Me dijo que no quería ir, pero la cortesía no le permitió negarse. Todos en la familia King andaban sonrientes y procuraban llevar la conversación a cosas auspiciosas. Nadie tenía tiempo para prestar atención a los ocasionales arrebatos de sollozos que salían del pequeño cuarto de la vieja señora King. De vez en cuando Swen Sao me decía que le llevara algo de comer y entonces yo podía ver que estaba más fea que antes y también más lastimosa. Pero seguía insistiendo que antes moriría en su cuartito de atrás que salir de la casa. Los festejos nupciales del mayor señor King se dividieron en tres días. La primera noche, nubes de huéspedes llenaron más de noventa mesas dispuestas desde el portón de entrada hasta la sala y el jardín. Cada rincón de la casa estaba lleno de gente y el ruido se asemejaba al rumor de la marea. Esa noche la casa de los King resplandecía de luces y colores. Cortinas nupciales de brillante seda roja colgaban de todas las paredes. Por todas partes se veían velas y lámparas nupciales y en la sala principal un par de cirios dragón fénix de cinco pies de alto ardían con una llama que se elevaba iluminando los caracteres de felicidad, tan grandes como una mesa del banquete, que colgaban tras los candelabros, bañandolos con luz dorada. El jardín estaba iluminado como si fuera de día y un grupo de ópera, desde una plataforma erigida especialmente, llenaba el aire con el ruido de sus címbalos y tambores. La mitad de los huéspedes se apretujaban en la sala esperando para ver a la novia, mientras los demás contemplaban la ópera en el jardín. La jóven señora King era la dueña de casa esa noche, y corría de aquí allá entre la multitud seguida por Hsiaohu vestido con su nueva chaqueta acolchada. Pidieron a Swen Sao que ayudara a ofrecer té y cigarrillos a los huéspedes, por lo que estuvo ocupada contínuamente. De nuevo me repitió que no quería ayudar, pero que la cortesía no le dejaba escapatoria. Ya eran más de las ocho, pero los novios no habían venido a ocupar sus lugares en la mesa. Cuando corrió la voz de que la novia todavía se estaba vistiendo y que todavía le llevaría algún tiempo, todos empezaron a hablar, y el creciente murmullo de sus voces expresaba su impaciencia por la espera. En ese momento Swen Sao vino a buscarme, me llevó aparte a un rincón, tomó un plato de pasteles de un armario y me lo puso en la mano murmurando: "Hermanito Yung, puedes hacer una buena acción por mí? Yo estoy muy ocupada; lleva tú este plato de pasteles a la vieja señora King. Yo sé que todos están tan ocupados que nadie se acordará de ella". "Pero quiero ver a la novia" protesté. Yo tenía las manos llenas de serpentinas de colores para tirar a los novios, y sólo después que ella insistio en sus ruegos consentí. Había tres corredores que llevaban al cuarto de la vieja señora King, y elegí el que tenía menos gente. Pero a mitad de camino oí el explotar de cohetes y un estallido de risas al abalanzarse los huéspedes del jardín hacia la sala. "Qué mala suerte! Debe ser que salen los novios", me dije apresurando el paso. Era entonces a mediados del duodécimo mes y al correr del calor del cuarto abarrotado de gente hacia el fresco aire exterior no pude reprimir un estremecimiento. Encogí mi cuello para protegerlo con el vestido. Las lámparas del corredor se movían con la brisa. Algunas ya se habían apagado y el piso estaba cubierto de papelitos rojos y verdes que volaban de aquí allá con el viento. Cuanto más corría más obscuro se hacía y los ruidos de las conversaciones y risas se hacían más lejanos. De pronto me sentí invadido por un temor desconocido, y antes de llegar a la puerta de su cuarto, la llamé en voz alta: "Señora King, Anciana Señora King! " No recibí respuesta, y pensando que estuviera durmiendo, abrí la puerta suavemente. Una ráfaga de viento frío me siguió a través de la puerta y la luz de la lampara sobre la mesa se agitó arrojando sombras inciertas. En esa luz indecisa ví a la vieja señora King yaciendo en su cama. "Anciana señora King" llamé nuevamente, pero ella no respondió. Entré de puntillas, y al acercarme a la cama y ver su rostro con claridad, mis piernas temblaron de temor. Crash! La bandeja cayó de mis manos al suelo. Se me erizaron los pelos y no me fue posible moverme. Quise gritar, pero algo oprimía mi garganta. La vieja señora King yacía de espaldas en la cama, uno de sus piececitos vendados colgando a un costado y las colchas en desórden cubriendo la otra pierna. (Continuará)

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