03/05/2024

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Literatura: El Fantasma y el Viento Norte

06/10/1976
(Viene del N° Anterior) La última sección de la calle Chung Shan en la ciudad de Hualien es un barrio pobre y descuidado de casitas de madera. Allí vivía Lee-yueh. El exterior de su casa no era de muy mal aspecto; sólo el techo de chapas estaba algo viejo. En el interior, la casa se dividía en dos partes. El frente era el almacén, cargado de mercaderías - escobas de mango largo y corto, esteras grandes y pequeñas, una gran variedad de zuecos de madera, impermeables de hojas de palmera colgados en todas partes. Convenientemente ubicado cerca de la puerta había un armario de vidrio, de tamaño mediano y sin puerta, lleno de rollos de cohetes, velas, billetes de dinero pagaderos por el Banco del Infierno, y otros objetos para el templo. La parte posterior de la casa tenía la cocina y dos cuartos, también en gran desórden. Adentro era muy obscuro y en días de lluvia o nublados apenas se podía ver sin prender las luces. Eso no era sorprendente, pues la casa era muy baja y no tenía muchas ventanas. Durante el día ese distrito era muy ruidoso, pero en cuanto obscurecía reinaba la calma. Especialmente esa noche todas las tiendas habían cerrado muy temprano, creando una larga franja de obscuridad donde no se oía otro ruido que el suave murmullo del frío viento norte. Lee-yueh todavía no se había acostado, pero estaba recostada en una vieja silla, con los brazos cruzados. Un golpe de viento pasó haciendo crujir la puerta. Los impermeables de palma colgados arriba empezaron a balancearse, arrojando sombras deformes sobre las esteras. Las escobas y el papel higiénico también se movieron con la brisa. "Kwei-fu, qué te propones?" Lee-yueh pensaba levantando la cara y asintiendo con la cabeza mientras se frotaba la nuca con una mano. "Ay! Qué otra mujer debe trabajar tanto como yo? Año tras año, siempre corriendo de aquí allá; y para qué?" Bostezó. Se mordió los labios - sin duda había cobrado el dinero y se había marchado a otra parte. "Kwei-fu, te atreverías a eso?" Sacudió la cabeza y volvió a masajearse la nucha. "Quizás soy demasiado sospechosa. O demasiado débil! Siempre esperando que cambie. El mismo arroz alimenta a cien personas; quién sabe si algún día cambiará? Ni su hermano se ocupa de él; por qué me preocupo yo? Un soltero sin responsabilidad; si le falta comida puede ir a pedirla! " Su cara daba la impresión de que hubiera comido algo muy amargo. "Hay un tren a medianoche; mejor esperaré a ver si vuelve o no. Ah! Hace frío, mucho más frío que anoche. Habrá llevado algún abrigo? Con este tiempo, no se habrá ... ? Ay, por qué me preocupo? Bah, probablemente, en cuanto cobró el dinero se fue a Taipei o Taitung. Seicientos pesos! No, seicientos cincuenta! Se atreverá Kwei-fu a quedarse con el dinero ganado con el sudor de su hermana? Hasta los dedos de una mano son de tamaño diferente; quién sabe si se atreverá o no. Quién sabe? Cielos!" Dormir? Bostezó varias veces." Quizás no tenían el dinero a mano y le habían dicho que esperara unos días; eso no es imposible. Ay! Déjate de pensar siempre en eso - con este dolor de cabeza! Hsiao Chin estará durmiendo? Se habrá tapado bien? Iré a ver." Se levantó temblando de frío. Ay! Estoy helada. Déjalo. En un momento me iré a dormir." Volvió a sentarse, sin ánimo. "Quién dijo que es una bendición tener muchos hijos? No hacen falta muchos si los que uno tiene son buenos; un buen hijo vale por diez. A mí me basta Hsiao Chin; para qué tener ocho o diez? Ay! El frío se me está metiendo en los huesos. No ha venido por mucho tiempo; y no lo debo dejar venir con demasiada frecuencia. Demasiada gente aquí, demasiadas bocas; no podría soportar las bromas de los demás. Qué frío! Se fue ya hace tantos días; por qué no vuelve? Los Ocho Inmortales cruzan el río; el hombre experimenta sus cambios; quién sabe? Todos dicen que un hombre delicado y afeminado, no tiene agallas". Sacudió la cabeza suavemente, con los ojos cerrados. "Será eso? ay! Quién sabe?" Oyó entonces un repiqueteo de golpes a la puerta. El corazón de Lee-yueh saltó y sus ojos se abieron mucho. "Quién será ? Kwei-fu? No puede ser; todavía no es medianoche." Se puso de pié, con algún temblor y algo inclinada se encaminó a la puerta. Le costó algún trabajo abrir la cerradura con sus dedos entumecidos. La puerta se abrió; un fuerte olor de alcohol le dió en la nariz. "Qué olor espantoso!" Se le revolvió el estómago. "Quién anda tomando a medianoche?" "Quién es?" Se irguió algo. No hubo respuesta, pero el olor del alcohol se hizo más cercano. "Tú! " Lo reconoció y se sintió invadida por toda clase de sospechas. Era él! Cuándo había vuelto? Hoy? No era probable, no; debía de haber vuelto antes. "Kwei-fu, cuándo volviste" Miró fijamente al lugar de la puerta donde estaba su hermano. Antes no era bebedor; por qué le habría dado ahora por el alcohol? Kwei-fu estaba afuera, junto a la puerta, como un muerto, sin decir palabra. El viento silbaba por la puerta; ella se estremeció y comenzó a tiritar. Ay, este tiempo terrible; me estoy congelando! Kwei-fu entró trastabillando de aquí allá. "Dónde has estado bebiendo?" Los labios le temblaron de indignación. Otro fuerte golpe de viento helado. El olor del vino era como una humadera que llenó todos los rincones del cuarto. "Qué pasa?" Lee-yueh miró con enojo cuando Kwei-fu cerraba la puerta. Después de poner la tranca a la puerta, Kwei-fu se volvió. La luz amarillenta cayó sobre él. Era de aspecto delicado, casi como una chica. Su pelo negro y ondeado esta en desórden; algunos mechones caía sobre la frente. Esto le daba una apariencia de fiereza. Sus cejas eran gruesas y negras, muy juntas. Sus ojos ligeramente oblícuos se mostraban sin expresión y sin vida y se extendían demasiado a los extremos, apareciendo como dos renacuajos pequeños. Los renacuajos se hacen ranas a su tiempo y saltan y nadan. Pero esos dos renacuajos eran los mismos pequeños renacuajos después de treinta y cuatro años. Se harían ranas? Nunca! Su nariz era muy recta, el mejor rasgo de su cara. Su boca era muy pequeña, por lo que no parecía varonil. Ella se preguntaba por qué los labios finos y grises estaban tan apretados. La cara amarillenta se había hecho color ladrillo con el vino y sus ojos estaban embotados y algo hinchados, como si no hubiera dormido bastante. Tenía un sweater azul obscuro, no raído pero ya no nuevo. El uso prolongado había formado pequeñas bolitas de lana aquí y allá. El cuello del sweater era muy bajo, dejando ver la camisa. Lee-yueh notó que el cuello estaba algo sucio y grasiento. Los pantalones eran nuevos y muy ajustados; ella misma había elegido el paño. No era muy caro pero era con todo bastante bueno. Calzaba un par de zapatos viejos. Lee-yueh había pensado comprarle zapatos nuevos para el Año Nuevo. El muchacho había apoyado su cuerpo delgado contra el armario de vidrio, como si se le hubieran ablandado los huesos. Tenía las manos cruzadas sobre el pecho; sus pies también estaban cruzados - flojo y encorvado como si no tuviera huesos. Como los pasteles de arroz glutinoso, blanco, blando, fragante. "Puedo tomar un poco de vino? " Una bocanada de vapor blanco salió de sus labios. "Estás borracho! " Lee-yueh se mostró enfadada. (Continuará)

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