03/05/2024

Taiwan Today

Noticias de Taiwán

Literatura: El Fantasma y el Viento Norte

06/11/1976
(Viene del Nº anterior) "Qué sabes de esas cosas; no preguntes" Lee-yueh se recogió el pelo hacia atrás echándole una severa mirada. mientras sus mejillas se sonrojaban ligeramente. El dejó caer el pelo de sus manos mechón a mechón. puso sus manos en los hombros de Lee-yueh y le preguntó: "Hermana. no puedes ser mi novia?" "Kwei-fu. qué estás diciendo? No temes que se te rían si te oyen? A tu edad y pensando en novias! desvergonzado!" Lee-yueh apartó las manos del chico. "Hace mucho calor; no te recuesten en mí; siéntate en aquella silla!" El no se apartó. La miró y levantando las manos volvió a acariciar su cabello. De pronto se oyó en la lejanía el triste sonido de gongs. Lee-yueh se levantó, sorprendida, y volviéndose, tomó la manito de Kwei-fu: "Pronto, vete adentro!" "Por qué? Kwei-fu palideció, indeciso. "Están llevando un muerto; los niños no deben ver el ataúd. Rápido, entra!" Lee-yueh no se detuvo a explicarle más sino lo arrastró a la casa, cerrando la puerta de un golpe. Ahora, aquel pasado lejano se hizo presente a Kwei-fu, llenando su pecho de un sentimiento frío, amargo, que lentamente invadió su corazón, sus pulmones, penetrando en todas las células de su ser. Ciñó el entrecejo arrugando la frente y sus ojos apagados se levantaron pesadamente mientras lanzaba una mirada involuntaria e interrogante a Lee-yueh. "Es esta la hermana de mi niñez?" Sacudió suavemente la cabeza, respirando con dificultad. Todavía era soltero. Poco había pensado en mujeres. Sólo cuando pensaba o hablaba de Lee-yueh experimentaba una felicidad incierta, que no acertaba a describir. En sus diez años de vida vagabunda había acariciado el pelo suave de muchas mujeres, había aspirado el perfume de sus cuerpos. Al final, siempre había apartado a esas mujeres con disgusto. "Qué hay en tí que me hiere el corazón?". Se mordió los labios hasta sentir el gusto de sangre. "Qué te pasa? No me oyes?" La voz de Lee-yueh se hizo estridente. "Cobraste el dinero?" Kwei-fu no abrió la boca; sus ojos seguían mirando hacia arriba, sin ver. La confusión de su mente se acentuó en ese momento. "Cómo me vine a vivir en este lugar inmundo? Por qué?" Al principio no había querido vivir con su hermana. "Qué se cree que soy? Un ignorante que no conoce el mundo? Cómo puede pensar que me voy a estar atendiendo el almacén, barriendo el piso, sirviendo de mandadero! A quién se le ocurre! " Cuando venían clientes se hacía el desentendido, lo que naturalmente enfurecía a Lee-yueh. "Kwei-fu, qué aires te estás dando? Ya te he dicho, debes atraer a los clientes, no apartarlos. Si no me quieres ayudar no puedo mantenerte!" Cuando no había clientes, él se sacaba sus zuecos y se ponía de cuclillas en un banco, cruzando los brazos. O a veces lo hacía en el suelo, con los codos en las rodillas y apoyando la cara en las manos, la mirada perdida, o como si estuviera dormitando. Cuando estaba de pie, siempre se apoyaba en alguna cosa; parecía incapaz de mantenerse erguido por un minuto. Al principio Lee-yueh lo pasaba por alto, pero finalmente ya no se pudo contener: "Qué clase de hombre eres? Ni de pie ni sentado, lo haces como se debe. Con tanta gente que pasa por aquí, no temes que algunas se te rían? Si fuera yo, no me gustaría que se rieran de mí!" De pronto, Kwei-fu concibió esa idea: no era la casa de su hermana como la suya propia? No era el negocio de su hermana como cosa suya? Todo lo que pertenecía a su hermana, todo lo que le era a ella motivo de preocupación, era como si le perteneciera a él, y por lo tanto debía ser objeto de su preocupación. Poco a poco comenzó a portarse debidamente y su hermana llegó a tenerle confianza hasta mandarlo a cobrar las deudas en el vecindario. "Cuando tenga dinero suficiente le buscaré una esposa" se decía Lee-yueh. "Si no, quién lo va a cuidar cuando se haga viejo?" Unos diez días antes ella le había comunicado su idea a Kwei-fu. Cada familia tenía su "paipai" (festividad religiosa) en el día del Tercer Dios. Antes de anochecer, Lee-yueh dijo a su hermano que cerrara el almacén y se prepara para la comida. El y Hsiaochin debían comer primero, sin esperarla. "Hay ópera en el templo y Hsiao-chin quiere ir; a mí no me interesa. Tú llévalo para que no me esté molestando en casa." Estaba friendo alguna cosa y se volvía para hablar a Kwei-fu. "Coman despacio; estos fideos fritos son para tí. Hsiaochin, esta pata de pollo es para tí." Cuando acabó de preparar los fideos de harina de arroz, los puso sobre la mesa, de donde se levantó la húmeda fragancia de su vapor. Llenó una taza más pequeña para Hsiaochin y una grande para su hermano. "Kwei-fu, el Año Nuevo está próximo. Necesitas ropa nueva. Qué te gustaría?" "La de siempre" respondió él, fijando su mirada en su hermana apoyando los palillos sobre el tazón. "Después de un año, más o menos, me gustaría verte casado. Qué te parece?" "Bah! Kwei-fu murmuró algo y se inclinó para tomar su sopa de vegetales y pescado. Viendo esa actitud, Lee-yueh perdió el entusiasmo y cambió el tema. "Hace tiempo que no como pollo con vino y aceite de sésamo". Se quitó su chaqueta verde obscura y se la dió a Kwei-fu. "Llévala adentro; aquí me molesta". Fue a la homalla y empezó a hacer el pollo con vino y aceite de sésamo. (Continuará)

Popular

Más reciente