27/04/2024

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Literatura: El Fantasma y el Viento Norte

26/11/1976
(Viene del Nº anterior) Su hermana ya no lo pudo soportar: "Qué te he hecho? Por qué andas con esa cara larga todo el día? Sales continuamente sin atender el almacén; has venido sólo para dejarme ver cuánto arroz puedes comer?" No es mi negocio; por qué preocuparme? Esto no es mío, qué me importa? Kwei-fu dejó de salir, pero se pasaba el día de cuclillas en el suelo, con los brazos cruzados y la cabeza inclinada, mirando con ojos semicerrados a los que pasaban por la calle. Ese hombre apenas te tocó la mano y tú te portaste tan desvergonzadamente. Nunca habías visto un hombre? Desvergonzada, no te imaginas lo que dirán de ti? Un rayo de sol, débil y frío, se abrió camino penetrando en el cuarto y cayendo sobre el montón de esteras de paja. Raras veces el sol calentaba en el invierno de Hualien. Entre los meses décimo y duodécimo del calendario lunar el clima de Hualien era siempre nublado, con nubes pesadas y bajas y una llovizna que parecía nunca parar. Las esteras de paja en el suelo eran las que más sufrían con la humedad, cubriéndose de una capa de moho, gruesa y blanca, difícil de quitar. Ahora el sol se hizo más brillante e iluminó todo el atado de esteras. Si se sostenía por algún tiempo, el moho blanco perdería su humedad y se convertiría en polvo; la brisa lo levantaría llenando el almacén de ese moho pulverizado, con fuerte sabor a paja salobre. Kwei-fu se levantó del suelo, caminó lentamente hacia las esteras, tiró de sus pies sus zuecos gastados y se sentó de piernas cruzadas en la paja. El sol inclinado cayó sobre él con suavidad. Su cara amarilla estaba ligeramente arrebatada, sus finos labios curvados hacia abajo aparecían pálidos y secos, sus ojos miraban al frente como al vacío. "No te vuelvas a casar y yo no me casaré. Los dos podemos vivir en paz el resto de nuestras vidas; no sería eso felicidad? Yo soy ahora un alma perdida, y por eso no piensas en mí, pero debes recordar el dicho antiguo: un campesino ignorante de hoy podría ascender al trono mañana. Quién sabe si algún día no seré... Si no me crees, espera; ya verás. Ese adivinador, el Tuerto Wang, me ha dicho muchas veces que mi destino es como el de un rey y que ciertamente ganaré riquezas y posiciones en el futuro. Mil pesos de oro no valen tanto como cuatro onzas de buena suerte. Si tengo suerte no deberás temer que falte el dinero." Una nube cubrió el sol y el rayo de luz se extinguió dejando una sombra larga, fría y obscura sobre el cuarto. El cuarto se llenó de penumbra. Kwei-fu sintió molestía en los ojos. No podía ver con claridad; todas las cosas y personas se escondían tras un velo blanco y semitransparente. Cerró los ojos rápidamente y apoyó la cabeza contra su hombro, como un pavo adormecido. "Me dijo que no le arruinara el negocio o los resultados serían peores de lo que me pudiera imaginar. Bah! Peores? Palabras! Lo peor sería que cerrara el almacén, que se vendiera la casa. Y qué? Arrugó las densas cejas negras. El almacén no es mío, la casa no es mía. Que se venda, qué me importa? Qué me da?" Cuatro o cinco días antes ya se hubiera podido cobrar la deuda en An Tung. Lee-yueh había pensado mandar a Kwei-fu a cobrarla, pero viendo su actitud de esos días resolvió que no sería prudente. Iría ella misma? Ya se acercaba el Año Nuevo y ella estaba realmente muy ocupada preparando las mercaderías. Dejar a Kwei-fu encargado del almacén por un día o medio día no era posible; ella se sentiría intranquila. Pero había que cobrar ese dinero. No quedaba otro camino que pedirle a Kwei-fu que fuera. Tan pronto como se fue, ella se arrepintió. No debería haberlo mandado! Cómo pude hacerlo? Algo ocurrirá. Y ahora, algo ha ocurrido - si le pregunto si cobró el dinero o no, simplemente no me contesta. Si es que se ha gastado el dinero que me ha costado tanto ganar, no tendré más remedio que echarlo... hermano o lo que sea... Lee-yueh frunció su entrecejo de luna menguante y sus ojos brillaron con un resplandor como de una daga en una noche obscura. "Cobraste el dinero?" Lee-yueh dió un paso adelante." Cuántas veces te deberé preguntar? Por qué estuviste ausente por cinco días? Qué te propones?" El viento norte asaltó nuevamente la puerta, agitando la con crujidos y temblores. Kwei-fu sintió una oleada de frío; su cuerpo comenzó a tiritar sin poder evitarlo. Ah! Estás dando vueltas al círculo; por qué te das esos tonos? Yo, Ching Kwei-fu, debo depender de ti para vivir? Qué broma! Si quieres que me vaya, me voy. Como si me gustara vivir en este rincón sucio! Bah, porquería! "Me preguntaste si cobré el dinero? La cara de Kwei-fu evitó los ojos de Lee-yueh y se cubrió de sombras, pasando del color ladrillo a la obscuridad. "El dinero? Ja, ja! " El sonido de su risa fue como una corriente de aire frío corriendo por el cuarto, atravesandola piel. "Lo cobré hace tiempo!" "Entonces dámelo!" "Dinero? El rostro de Kwei-fu se endureció. "Lo perdí. Todo!" "Qué?" Los dientes de Lee-yueh castañeteron. "Lo perdiste! Jugaste y lo perdiste!" Se mordió el labio y los músculos de la cara le temblaron. El dinero que yo había ahorrado, centavo a centavo; y él actúa como si no fuera nada! Nada! Más de seiscientos pesos, ganados con mi trabajo! Cielos! Se apartó unos pasos y se sentó sobre las escobas, con sus ojos perdidos, las manos colgando, las piernas tiesas y juntas, sus pies descalzos sobre el suelo helado. El viento silbaba afuera; los impermeables de palma se balanceaban de un lado al otro. Lee-yueh abrió su pequeña boca y las arrugas alrededor de los labios resaltaron más. "Ya no te podré mantener. Te debes ir esta noche. Cuanto antes mejor". Asintió secamente con la cabeza. "Cuanto antes mejor". "Me echa! Y no tengo ni una moneda conmigo; adónde puedo ir? "Kwei-fu se enderezó y quedó allí, temblando. Miró a la cara entumecida de Lee-yueh y sintió una punzada de pena. En verdad, aunque la deteste, no la debería herir así. Siempre ha sido tan frugal, no va al teatro, no juega; siempre pensando en ahorrar para criar bien a Hsiao Chin. Siempre ocupada todo el año. No es fácil ganar dinero. Esos seiscientos pesos, se podía decir que eran su carne y sangre. Por qué me los jugué y bebí?" Kwei-fu se aproximó lentamente a Lee­ yueh, y se detuvo temblándole brazos y piernas. "Yo... yo... " "Vete!" La voz estridente de Lee-yueh interrumpió a Kwei-fu. "Vete enseguida! Tú, qué te queda por decir?" Sus ojos se llenaron de lágrimas. "Qué nos queda por decir?" Las lágrimas de Lee-yueh rodaron por sus mejillas. Recordó que cuando Kwei-fu era chico, su padre lo reprendía con frecuencia, y cada vez, después de reprenderlo, su padre echaba la culpa a su madre por no educarlo bien. Pero su madre era porfiada. Endurecía la boca y contestaba: "Mira, yo puedo dar a luz el cuerpo de un hijo, pero no puedo dirigir su corazón. Si tú puedes hacerlo, vamos a ver. Así no me culparás por no educarlo bien." Si su madre lo hubiera disciplinado más de chico, quizás no estaría hasta ahora sin un hogar propio. Sin disciplina de chico, sin carácter de hombre, siempre aficionado al dinero pero sin trabajar para ganarlo. Vivía de día en día, sin planes para el futuro. Lee-yueh sintió las lágrimas en sus mejillas. "Ya no lo puedo mantener. Hacerme esa villanía después de cómo lo he tratado siempre! Cómo tenerlo en casa? Oh, qué frío, qué frío! Adónde irá? Todavía está allí, no se ha ido? Ay, está helando. Adónde irá?" Lee-yueh se secó las lágrimas, que le dejaron la cara brillante. Se puso sus zuecos de madera y metió las manos en las mangas para calentarlas. "Crees que porque el dinero no es tuyo no importa si lo juegas?" Sus ojos húmedos se fijaron en Kwei-fu. "Aunque no te importe de mí, deberías pensar en tu sobrino. Nunca he visto nadie tan sin corazón y tan desleal! Después de esa villanía todavía te animas a volver! "Para qué dices todo eso? Si yo hubiera querido irme de Hualien hace tiempo que hubiera tomado tu dinero! Volver aquí? Kwei-fu cruzó los brazos, inclinó la cabeza y miró opacamente a Lee-yueh con sus ojos sesgados. "Quieres echarme? Estás soñando!" (Continuará)

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