"Estás lista, Ching?". El señor Sung llamó en voz alta mientras cepillaba su bigote frente al espejo. Miró hacia el cuarto de su hija.
Se estaban preparando para asistir a un recital de piano por una chica ciega.
Ching se había puesto un "chipao" y parecía más madura que de ordinario. Pero con cualquier vestido todavía tenía el aspecto de una chica. Sus palabras, sus movimeintos revelaban que todavía estaba en la adolescencia.
Abrió la puerta de su cuarto y salió. Viendo a su padre ante el espejo, cepillando ahora su cabeza casi calva, comenzó una risita que terminó en risa abierta.
"Mírate; y todavía finges estarme esperando.! Papá, ya basta; ya pareces más jóven que yo".
"Qué hija!" respondió él sonriendo. "No crees que también yo fui jóven? Cuando yo era jóven, era más jóven que tú ahora". Mientras hablaba se ajustó el nudo de la corbata.
Lo que quería decir era "Vestirse bien y con esmero es una forma de indicar que el recital es importante. Es un acto de cortesía hacia la pianista." Pero no lo dijo para no introducir en el ambiente de broma una nota de severidad o formalidad. Por más de diez años habían tenido muy pocos momentos alegres con su hija. Pocas veces la había vista realmente feliz.
Ni Ching ni su padre se inclinaban a la frivolidad. Eran los dos solos. Cada uno tenía la esperanza de dar sentido a la vida del otro y de ese modo ser ambos felices. Generalmente reinaba el silencio entre ellos.
Ching miró a los boletos que tenía en la mano: "Recital de piano por Hsia Ting. Hsia Ting, qué nombre tan lindo; flotaba en el aire como un loto en el estanque.
"Dicen que es muy bonita", dijo el señor Sung. "Qué lástima que sea ciega".
"He oído hablar de ella muchas veces" dijo Ching. "Qué aprovechada para su edad, y cómo egresó de la escuela para ciegos y sordo-mudos. Dicen que sólo tiene a su madre, que es maestra; no hay nadie más en la familia".
"Tal vez por ser ciega se ha aplicado tanto a la música. Pobrecita, se sentirá muy sola aveces".
Al oir las palabras "pobrecita" y "muy sola', Ching sintió que se le encogía el corazón, recordando su niñez y adolescencia.
Llegaron algo tarde; el concierto había empezado.
El público estaba silencioso bajo la iluminación escasa. Todas las miradas se fijaban en los ágiles dedos de la chica ciega vestida de blanco en el escenario.
Ah, la música ... Era como las olas golpeado la costa, estrellandose contra las rocas? Era como la brisa suave diseminando un mar de nubes en una noche otoñal? Sería como la cadencia solemne de una campana de medianoche dando la hora? O era como la danza encantada de una banda de jóvenes angelicales?
(Continuará)