30/04/2024

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Literatura: EL ESCLAVO DE KUN LUN

16/01/1975
(Viene del N° anterior) La explicación del viejo esclavo llenó a Tsui de felicidad. Animado, preguntó: "Cómo podríamos concertar una cita? " Con una sonrisa, Mo Leh dijo: "Pasado mañana es el decimoquinto día del mes. Mi amo se debe vestir con un traje bien ajustado, para lo que necesitamos dos trozos de seda que debe ser de un azul muy obscuro. Un perro feroz guarda la entrada al patio de las doncellas en el palacio del Ministro. Ese perro pertenece a la famosa raza Menghai de Chaochow, animales astutos como demonios y crueles como tigres. Yo se cómo vencer a esa bestia. Esta noche lo mataré, en servicio de mi amo." Para mostrar su gratitud Tsui convidó a su esclavo con una comida rica en carnes y vino. Después de comer, Mo Leh partió armado con un mazo. Regresando más tarde anunció que el perro estaba muerto. "Ya no hay nada que temer." A medianoche del día fijado Mo Leh indicó a su amo que se vistiera con su traje azul obscuro, y saliendo de su casa se encaminaron sigilosamente al palacio del Ministro. Mo Leh cargó a Tsui sobre sus espaldas y sin aparente dificultad saltó los varios muros hasta llegar al patio de las doncellas, deteniendose ante la tercer habitación. La puerta de madera tallada estaba ligeramente entreabierta. En la tenue luz del interior se podía ver a una doncella sentada cerca de una lámpara de bronce, en actitud de espera. Se había puesto unos aros de esmeralda y sus mejillas estaban pintadas. Con expresión triste y doliente entonaba esta canción: "Cual la oropéndola en apartado valle llama a su pareja con doloroso canto Me sumerjo en la fronda despojada de mis adornos. El viento ha despejado las nubes azuladas no me traerá noticias de mi amado? Vencida por la pena se inclina mi cara sobre el frío jade de mi flauta Quien me diera gozar del feliz vuelo del fénix! El patio esta silencioso mientras los guardianes dormían. Tsui apartó la cortina y entró. La jóven fue sobrecogida por el asombro, pero pronto bajó de su estrado y se acercó a Tsui. "Esperaba que sabrías interpretar mis señales. Pero cómo te fue posible llegar hasta aquí? " Tsui le explicó que todo lo debía a su esclavo de Kun Lun. La jóven preguntó por él. "Está afuera" respondió el muchacho. Ella llamó entonces al esclavo y le ofreció vino en una copa de oro. Después dijo a Tsui: Pertenezco a una noble y rica familia del norte. El ministro, que era mi tutor, me hizo servirle conmo cantante de su séquito. Esta situación me avergüenza hasta hacerme desear la muerte. Tengo todas las comodidades y lujos, pero no soy feliz. La apariencia exterior no refleja la congoja de mi corazón. Aunque todo es aquí muy hermoso, en realidad es para mi una prisión. Si tu esclavo posee tal poder, no podría librarme de mi prisión? Si él me restituye la libertad yo te serviré con toda fidelidad hasta el fin de mi vida. " Ante la vacilación de Tsui, Mo Leh intervino: "Si la doncella asi lo desea, no será difícil rescatarla". La jóven le agradeció, llena de alegría. El esclavo le indicó que preparara las cosas necesarias, que sacó del palacio en viajes sucesivos. Después les advirtió que pronto amanecería, por lo que era necesario salir. Cargando a ambos sobre sus espaldas, pasó nuevamente los muros y los llevó a la casa de Tsui. Nadie se enteró de lo ocurrido, hasta que a la mañana siguiente el Ministro descubrió la muerte del perro y la ausencia de su cantante. Ese descubrimiento lo sumió en grave preocupación. Su palacio se consideraba inviolable y sin embargo alguien había podido perpetrar esos hechos sin ser advertido. "Cada una de las puertas estaba bien cerrada por dentro. Sólo un ser alado pudo entrar sin dejar rastros. O algún caballero con poderes sobrenaturales". Con eso, mandó que no se dijera nada de lo ocurrido para no atraer mayores desgracias. Entretanto, Tsui y la jóven se casaron. Siguiendo el consejo de la prudencia, por dos años ella permaneció en su casa sin salir para nada. Pasado ese tiempo, un bello día primaveral salió en su litera para gozar de las flores de durazno junto a las riberas del Río de las Perlas. Uno de los criados del Ministro la vió entonces, reconociendola, e inmediatamente fue a informar a su amo. El Ministro mando llamar a Tsui y le exigió una explicación. Temeroso, Tsui le contó todo lo ocurrido, sin dejar de mencionar la hazaña de su esclavo. "La actitud de esa muchacha es reprensible, dijo el Ministro, pero considerando que se trata de mi amigo Tsui y que por dos años han sido esposos, no tomaré medidas contra ella. Sin embargo, ese esclavo de Kun Lun constituye una amenaza y debe ser castigado". Con eso, mandó a cincuenta soldados bien armados a capturar a Mo Leh. Estos rodearon la casa, pero el esclavo, tomando una daga, saltó el muro como si fuera un ser alado. Los soldados dispararon una lluvia de flechas pero sin herirlo. En pocos momentos había desaparecido. El Ministro fue muy impresionado por esa nueva hazaña del esclavo y desistió de tomar otras medidas. El temor lo había invadido hasta el punto que, por todo un año mandó que una fuerte guardia de soldados con lanzas y espadas rodeara sus habitaciones cuando él descansaba. Muchos años después un sirviente de Tsui debió viajar a Loyang y vió allí a Mo Leh, el esclavo de Kun Lun, vendiendo hierbas medicinales. Su apariencia era la misma que antes.

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