04/05/2024

Taiwan Today

Noticias de Taiwán

Literatura: EL SEÑOR DE KUO

06/02/1975
Después de fracasar en los exámenes superiores tomados al promediar el período Kai Yuan, Kuo Yuan-chen, quien más tarde sería Señor de Taikuo, cabalgaba en el camino a Funyang, en la provincia de Shensi. La noche era obscura, húmeda y brumosa, y después de viajar por un buen trecho Kuo y su criado se encontraron perdidos. De pronto vieron una luz a la distancia. Animados por la esperanza de encontrar allí una familia, se dirigieron hacia aquel lugar, al que llegaron después de unos ocho o nueve "li" de camino. A su vista se presentó una magnífica mansión con su portón entreabierto. Desmontando de sus cabalgaduras entraron. Lámparas y velas iluminaban brillantemente el hall y los corredores y se veían allí suntuosas comidas y presentes. Parecía como si allí se realizara una boda. Pero no se veía a persona alguna; la casa estaba desierta. El Señor de Kuo se sintió curioso y alarmado. Atando su caballo a un poste junto al corredor del oeste subió los escalones. Caminando de extremo a extremo junto al hall sin saber qué hacer, oyó sollozos de una mujer en la cámara del este. La voz denotaba gran pesar. Quién llora allá? exclamó en voz alta. Es usted un ser humano o un espíritu? Porqué está este lugar tan lujosamente arreglado mientras usted llora aquí, sola? Responda! Soy humana, respondió la voz. En esta villa existe una superstición que el General Negro del Templo tiene poderes para hacer caer la fortuna o el infortunio sobre la villa. Cada año exige una esposa. Temerosos de ofenderlo, los habitantes eligen cada año la jóven más hermosa para casarse con él. Yo no soy muy bella pero mi padre quiso ganarse la recompensa de quinientos dineros; por eso anotó mi nombre y fui elegida como novia. Esta es la noche de mis bodas. Las jóvenes de la villa vinieron para hacerme una comida de despedida y me emborracharon, encerrandome aquí a esperar a ese diablo. Estoy atemorizada y llena de resentimiento al pensar que mis padres me hayan abandonado así. Si usted es un caballero de principios nobles, sálveme, por favor. Le serviré toda mi vida y moriré llena de gratitud. El Señor de Kuo sintió que le hervía la sangre de ira al oir de tan absurda superstición. "Cuándo llegará el General Negro", preguntó. "Hacia la segunda vigilia". "Yo soy un hombre honesto, con sentido de justicia y caballerosidad. Juro salvarla esta noche. Combatiré a ese monstruo. Si soy vencido, moriré feliz por una causa noble y no miraré de brazos cruzados mientras usted cae en manos de ese bruto lascivo." La muchacha dejó de llorar, aunque todavía suspiraba lastimeramente. El Señor de Kuo mandó a su criado ocultar su caballo al fondo del hall. Acompañado por su criado se sentó en los escalones del corredor occidental, como si fuera uno de los asistentes a la boda. De pronto vió carruajes y caballos precedidos de antorchas llegar al lugar. Dos hombres vestidos de púrpura entraron al hall y salieron de nuevo rápidamente anunciando: "Su Excelencia el Primer Ministro está aquí." Otros dos personajes vestidos de amarillo hicieron lo mismo repitiendo: "Su Excelencia el Primer Ministro está aquí." El Señor de Kuo sintió una alegria interior al oir que se lo llamaba primer ministro. "Si esa es mi fortuna" - se dijo - "sin duda venceré a ese animal." Entonces el General Negro hizo su entrada. Los personajes le anunciaron la presencia del Señor de Kuo. "Entremos", ordenó el General. Guardias con lanzas, espadas, arcos y flechas flanqueaban al monstruo que se encaminó al centro del patio y se acercó a los escalones del corredor oriental. Kuo se adelantó acompañado por su sirviente que anunció: "El Señor de Kuo, un "hsiu-tsai" (título obtenido aprobando los exámenes inferiores) desea ofrecer sus respetos." "Cómo ha venido, hsiu-tsai," preguntó el General Negro. "General, he oído de sus bodas y he venido a ser padrino de bodas", respondió Kuo. El General Negro se mostró complacido, invitando a Kuo a entrar y beber. A la mesa conversaron y rieron alegremente. Kuo había escondido un cuchillo en su bolsillo y pensaba matar entonces al General, pero primero le preguntó: "Ha gustado usted carne de ciervo?". "Si, pero no creo que la tengamos aquí". "Yo tengo un trozo que obtuvo de la cocina real. Con mucho gusto le obsequiaré una parte." El General Negro, muy halagado, dijo: "Es usted muy amable." El Señor de Kuo mandó a su criado traer la carne de su equipaje. Cortando un trozo lo puso en un plato con un cuchillo. "Sírvase" dijo al General. Sin sospechar nada, éste exendió su mano izquierda para tomar la carne. Aprovechando la oportunidad, Kuo tiró la carne a la cara del monstruo y le cortó el brazo con el cuchillo. El General Negro gritó de dolor y huyó. Sus atemorizados servidores huyeron con él. Kuo cortó un trozo de su vestido envolviendo con él el brazo y mandó a su criado buscar al monstruo, pero había desaparecido. En todas partes reinaba silencio. Kuo abrió entonces la puerta de la cámara oriental y dijo a la jóven: "El brazo del General Negro está aquí. La pérdida de sangre le ocasionará la muerte; usted está a salvo. Venga y procure tomar algún alimento. La llorosa jóven obedeció. Era una bella niña de diecisiete o dieciocho años. "Mi Señor, dijo, le estoy muy agradecida. Permítame servirle como esclava." Kuo la consoló y le dijo que no estaba bajo ninguna obligación. El día aclaraba. Kuo abrió su paquete y con gran asombro encontró que el brazo que había cortado era una pierna de cerdo. Los padres de la niña, sus parientes y los ancianos de la villa venían con un féretro para llevarla a su casa y enterrarla, pues estaban seguros que para entonces el General Negro ya la habría matado. Cuál no sería su sorpresa al verla viva! La interrogaron y los ancianos de la villa se indignaron con Kuo. "Cómo pudo hacer eso" exclamaron airados. "El General Negro es el dios de nuestra villa; no debemos ofenderlo. Cada año le hamos dado la niña más bella de nuestra villa para agradarle y obtener su protección. Si no lo hicieramos, él dirigiría vientos, granizo y rayos sobre nuestra villa. Cómo pudo un extraño como usted hacer eso y traer calamidades a nuestra villa? Qué mal le ha hecho nuestra villa para que usted actúe de ese modo? Para aplacar a nuestro dios, deberemos matarlo; si no, por lo menos debemos llevarlo al gobierno departamental como criminal." Los ancianos ordenaron a su gente arrestar a Kuo, pero él respondió: "Un momento, dejenme explicar. Ustedes son ancianos en años pero no saben juzgar en este asunto. Préstenme atención. No creen que un dios local debe obedecer al Dios del Cielo y hacer obras buenas en favor de la humanidad?" Ante la respuesta afirmativa, Kuo continuó: "Creen ustedes que el Dios del Cielo aprobaría lo que el General Negro ha venido haciendo, arrebatar cada año la vida de una jóven? El Dios del Cielo es como el Emperador. Si alguno de los duques lleva una vida licenciosa y causa daño al pueblo, acaso el Emperador no lo castiga con pena de muerte? Si el General Negro es un dios, como ustedes creen, porqué tiene una pierna de cerdo? Es evidente que no es más que un espíritu maligno a quien no se debe permitir la existencia. Ustedes han sido demasiado simples e ingénuos satisfaciendo su deseo de una niña cada año. Con acciones tan torpes, cómo pueden pensar que el Dios no se enfadará y castigará a esta villa con calamidades? Sigan mi consejo y ayudenme a matar a ese monstruo; de ese modo harán justicia según los mandatos del Cielo y eliminarán esa amenaza pública para siempre. Como ancianos de la villa, no consideran su deber proteger al pueblo y beneficiarlo? No es esto muy claro? " Los ancianos consideraron sus argumentos razonables y los aceptaron. "haremos lo que usted nos diga", respondieron. El Señor de Kuo les pidió que despacharan hombres armados con arcos y flechas, cuchillos, espadas y otros con palas, que salieron con él. Siguiendo las huellas de sangre por unos veinte "li" llegaron a una vieja tumba. Kuo mandó a sus hombres cavar alrededor de la entrada y cuando la apertura fue suficientemente grande, prendió fuego a manojos de ramas secas para iluminar su camino. La cueva tenía gran tamaño y en su interior se encontraba un gran cerdo yaciendo en un charco de sangre que manaba del muñon de la pata delantera izquierda. Al penetrar el humo, el cerdo procuró huir pero fue apresado y muerto allí mismo. El pueblo de la villa, avergonzado de su superstición, se alegró al verse libre de esa amenaza. Hicieron una colecta de dinero que ofrecieron a Kuo, pero él rehusó aceptarlo. "Lo que hice fue para beneficio del pueblo, no para recibir recompensa." La jóven, a su vez, se dirigió a sus padres y a los ancianos: "Tuve la fortuna de nacer como ser humano. Desde mi niñez estuve en mi casa, sin pasar el dintel de la puerta. Nunca pude cometer una falta como para que mis padres me entregaran para ganar quinientos dineros. Todos ustedes mostraron tener corazón de piedra al encerrarme y ponerme a disposición de ese monstruo. Si no fuera por la hidalguía y valor del Señor de Kuo a esta hora yo ya habría muerto. Por lo tanto es natural que yo piense que ustedes me han dado la muerte y que mi vida es una nueva vida concedida por el Señor de Kuo. Quiero irme con él y nunca volver." Sollozando, se arrodilló ante Kuo y le prometió servirle por el resto de su vida. Kuo procuró disuadirla exhortandola a quedarse, pero en vano. Ella insistió hasta que Kuo la admitió como concubina, dandole más tarde varios hijos.

Popular

Más reciente