30/04/2024

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Belleza Sin Paz II

06/04/1975
(Viene del número anterior)

Hsien-ke hizo como lo había indicado el buen servidor. Al pasar el tercer carruaje la cortina se levantó levemente. Viendo a su amada, Hsien-ke pudo contenerse a duras penas. Entretanto, Sai-hung había traído la carta de Wu-shuang. En cinco hojas de papel Wu-shuang describía con gran emoción todo lo ocurrido. Las lágrimas empañaron los ojos de Hsien-ke al leer la carta. Sentía que nunca volvería a verla. Pero Wu-shuang había agregado una breve nota: "Dicen que un viejo mayordomo llamado Ku, de Fuping, puede ayudar. Le podrías pedir su ayuda?"

Hsien-ke envió entonces una petición a su superior solicitando retirarse de su posición como encargado de la estación, dedicando su tiempo a hacerse amigo con el mayordomo. Le hizo una visita y por todo un año estuvo a su disposición. Le obsequió sedas y joyas en gran cantidad, sin nunca pedir nada en retorno. Al llegar al término su oficio como magistrado de Fuping, continuó viviendo allí.

Un día Ku lo visitó inesperadamente. "Yo soy un tosco soldado, viejo e inútil, pero usted me ha llenado de atenciones por todo un año, dijo. Debe haber algo que usted desee de mí. Yo tengo sentido de justicia y alguna idea de caballerosidad y por lo tanto me alegrará corresponder a su amabilidad. Qué se le ofrece?".

Hsien-ke, sollozando, se inclinó ante el anciano y le abrió su corazón. Ku miró a lo alto, se golpeó la cabeza varias veces y dijo: "No es cosa fácil. Haré lo posible, pero no espere resultados rápidos".

Hsien-ke se inclinó nuevamente. "Le quedaré agradecido si puedo ver a mi prometida antes de morir. Cómo me atreveré a fijar una fecha?"

Por medio año no tuvo noticias de Ku. Un día alguién llamó a la puerta de Hsien-ke. Era una carta de Ku que decía "Mi mensajero en la montaña Mao ha regresado. Por favor, venga inmediatamente."

Hsien-ke fue a todo galope, pero Wu no mencionó su asunto. Cuando Hsien-ke preguntó por el mensajero, Ku dijo: "Le he dado muerte. Por favor, quédese al té." Hacia media noche, preguntó a Hsien-ke: "Hay alguien en su casa que conozca a Wu­ shuang?"

Hsien-ke le habló de Tsai-ping. A pedido de Ku, mandó llamar a la jóven, que vino a toda prisa. Ku la contempló por un momento, sonrió y dijo: "Déjemela por unos tres a cinco días. Usted regrese a su casa."

Unos días más tarde corrió un rumor que un oficial del palacio había pasado por el lugar y había dado muerte a una doncella del palacio. Con penosos presentimientos, Hsien-ke mandó a Sai-hung a informarse. El viejo servidor volvió diciendo que se rumoreaba la muerte de Wu-shuang. Afligido al extremo, Hsien-ke gimió: "Wu-shuang me ha dejado para siempre! Qué hacer?" Sus lágrimas corrían mientras procuraba dominarse.

Esa medianoche oyó que golpeaban con violencia a su puerta. Se levantó rápidamente, y al abrir la puerto se encontró a Ku con una camilla. "Aquí está Wu-shuang, dijo Ku. Parece muerta pero su corazón está caliente y pasado mañana revivirá. Dele entonces medicinas para ayudarla a convalescer. Debe guardar estricto secreto sobre esto".

Hsien-ke se inclinó en obediencia. Llevó a la jóven a su cuarto y guardó vigilia junto a ella hasta el día siguiente. El cuerpo de la jóven recobró gradualmente 'Su temperatura y finalmente sus ojos se abrieron. Pero al ver a Hsien-ke se desmayó de nuevo. El le dió medicinas y después de medianoche la jóven recobró sus sentidos.

Ku dijo entonces a Hsien-ke: "Me gustaría que mande a Sai-hung a cavar un pozo en el patio posterior". No entendiendo el porqué, pero no atreviéndose a preguntar, Hsienke mandó a Sai-hung hacer lo que se le decía. Cuando el pozo fue suficientemente profundo, Ku sacó un cuchillo, cortó la cabeza del viejo sirviente, y lo enterró en el pozo. Hsien-ke tembló de terror, a lo que Ku le dijo: "No tema, lo mate para que se guarde el secreto. Así he correspondido a sus atenciones. Cuando oí que un Taoísta en la montaña Mao tenía cierta medicina que hacía aparecer a una persona como muerta tan pronto como la toma, pero podía revivir después de tres días, mandé un mensajero a pedir una píldora. Ayer disfracé a Tsaiping como oficial del palacio y la hice fingir que envenenaba a Wu-shuang porque su padre había ayudado a los rebeldes. Fingí entonces ser pariente de Wu-shuang y rescaté su cuerpo pagando cien rollos de seda. Soborné a todos en las estaciones para que la noticia no se divulgue. Fuera de la ciudad maté a mi mensajero con mis propias manos, y también a los que trajeron la camilla. Por usted, tomaré mi propia vida. No debe quedarse aquí. Fuera de su puerta encontrará a diez hombres con cinco caballos y doscientos rollos de seda. Son mis obsequios para usted. Márchese con Wu-shuang antes de la madrugada y­ cámbiese el nombre para evitarse nuevas complicaciones." Apenas concluyó esas palabras, desenvainó su espada y se mató antes que Hsien-ke pudiera hacar nada para impedirlo. Hsien-ke puso su cuerpo en la camilla y lo cubrió con una manta.

Antes de alborear Hsien-ke huyó con Wu-shuang pasando por los desfiladeros del Yangtze hacia Sechuan. Llegaron finalmente a Tukung, alojándose allí temporariamente. Cuando en la capital ya no se habló del asunto llevó a Wu-shuang a su antigua casa en Hsiang-yang. Allí vivieron hasta la anciandad, rodeados de muchos hijos.

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