Taiwan Today

Había un "hsiu tsai" (título que se obtenía al aprobar los exámenes inferiores) que ya llegaba a los veinte años de edad pero no podía encontrar una novia. Muchas veces había pedido la ayuda de casamenteras, pero siempre sin éxito. Se decidió entonces a consultar a un famoso adivino. "No es fácil hablar del matrimonio" -le dijo el adivino- "porque todo está predestinado. Su esposa tiene ahora sólo dos años." El jóven se sorprendió mucho. "Quiere decir que debo esperar por catorce o quince años antes de poder casarme? Es eso lo que me dice?" "Mucho me temo que es así en su caso". "Cuál es su apellido? De dónde es?", inquirió él. El adivino le dijo el nombre del padre de la niña. "La familia vive en el suburbio al sur de Huachow. Sus padres son dueños de una gran granja y ella es hija única. Será un esposa virtuosa; quiero felicitarlo por la perspectiva de un matrimonio tan bueno". El jóven se sintió disgustado. Como intelectual de talento y de familia distinguida, esperaba casarse con una chica de la clase superior. La idea de estar destinado a casarse con la hija de un granjero le molestaba en extremo. Y además dudaba si podía creer en las palabras del adivino. En ese estado de ánimo decidió hacer un viaje a Huachou para enterarse. Al llegar al suburbio del sur de la ciudad encontró una granja, y el nombre del granjero era el mismo mencionado por el adivino. "Tienen hijos"? preguntó el jóven a un vecino. "Sí", fue la respuesta, "tienen una hija única, de dos años." El "hsiu tsai" no pudo menos que admirar la misteriosa facultad del adivino. Con todo lo que había averiguado le causó nueva consternación. El resentimiento por su destino lo llevó a planear la destrucción de la niñita como medio de impedir una unión tan inconveniente. Un día, merodeando cerca de la granja, vió a los esposos salir dejando sola a la niña. Aprovechó la oportunidad y con caramelos en la mano entró en la huerta haciendo señas a la chica para que se acercara. La chica lo hizo. Mientras llevaba un caramelo a la boca, el "hsiu tsai" en un arrebato de furor la tomó por la mano y le clavó una aguja en el cráneo. La niña cayó al suelo, gritando de dolor. El "hsiu tsai" se alejó rápidamente y huyó del lugar. Al no oir nada más sobre el hecho, creyó que la niña habría muerto. Pero la niña no murió. Al regresar sus padres ya casi no sentía dolor. Como todavía no sabía hablar no pudo decir a sus padres lo ocurrido, aunque todavía lloraba con una mano sobre la cabeza. Su madre creyó que se habría caído y no sospechó nada. Cinco o seis años después, los padres murieron dejando a la niña huérfana. El magistrado del lugar refirió el caso al inspector provincial. Este se apiadó de la niña y la llevó a su casa. Encontró a la niña muy inteligente y después de algún tiempo estaba tan encantado con ella que la adoptó como hija propia, y la quería mucho. Con el pasar del tiempo el inspector general fue enviado a otra provincia y llevó consigo a su hija adoptiva. La niña había crecido y era ahora una bella jóven que despertaba la admiración de todos. El inspector general comenzó a preocuparse por la cuestión del casamiento de su hija. En todo ese tiempo, el "hsiu tai" había permanecido soltero, pues tenía tantas exigencias de la que había de ser su esposa que era casi imposible encontrar quien las pudiera satisfacer. Otra razón que había influido para disminuir su entusiasmo por el matrimonio era el remordimiento de conciencia cuando pensaba en lo que había hecho a la hija del granjero. A veces se preguntaba si todavía viviría, y se arrepentía de su acción, pues aunque fuera de familia de baja posición, no era imposible que fuera ahora bella y virtuosa. El tenía ahora treinta y cinco años y todavía era soltero. Parecía que el destino se burlaba de él. Su decisión fue dejar de pensar en el matrimonio por el momento y dedicarse enteramente a su carrera. En eso tuvo éxito pues aprobó el exámen superior y fue nombrado encargado de alimentos en un departamento. (Continuará en el Nº próximo)