07/05/2024

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Flor de Durazno

26/06/1975
Era el festival de Ching Ming, ya entrada la primavera. Tsui Hu era un hombre de letras que había ganado su título de chin-shih (el grado más alto en los exámenes civiles) en Poling. Paseaba ese día por los suburbios del sur de la ciudad. Era hombre jóven, de muy buena figura, inteligente, tranquilo y reservado, pero era algo soberbio. Generalmente no le gustaba tener muchos amigos en su compañía; gozaba por eso su paseo solitario en una camino cubierto de pétalos bajo los graciosos sauces. Le encantaba la templada y fragante brisa en su cara. Después de vagar por una hora, Tsui Hu pasó frente a una puerta abierta en la que había una inscripción tallada "Ermita". Entre esa puerta y la entrada a una casa privada había un gran jardín, lleno de hermosas flores, frondosos árboles y algunas verduras. Miró alrededor pero no vió a nadie. Fuera del suave canto de los pajaritos y de las mariposas revoloteando aquí y allá, el jardín está desierto y solitario. Sintiendo sed y también curiosidad sobre los habitantes de esa residencia privada, Tsui Hu caminó por el jardín llegando hasta la puerta roja. Golpeó varias veces sin obtener respuesta. Por fin una jóven espió por un cerco de bambú y preguntó: "Quién llama?" Tsui Hu le dijo su nombre. "He estado caminando sólo en esta caliente tarde de primavera", agregó, "y tengo mucha sed; desearía beber algo; me podría dar un vaso de agua?" "Ciertamente" respondió la jóven y entró a la casa, regresando poco después con una gran vaso de agua y un banquillo de bambú. Invitó al huésped a sentarse y beber, mientras ella, recostando sobre un duraznero algo inclinado, lo contemplaba con una encantadora sonrisa en sus labios. La jóven rebosaba juventud pero se comportaba con finura y aplomo. Tsui Hu la encontró bonita y atrayente, aunque algo coqueta, pues de vez en cuando ella le echaba unas miradas más bien cautivantes. Pero aunque Tsui Hu ensayó algunas galanterías, ella no correspondió. Se miraron por largo tiempo antes que Tsui Hu finalmente se despidiera. La niña lo acompañó hasta la puerta con expresión triste y Tsui Hu, encantado con ella, lamentó deber irse. Se separaron con desgano, cada uno con su corazón tocado por el amor. Por todo un año Tsui Hu se dominó para no pasar por ese sitio, hasta que recurrió nuevamente el festival de Ching Ming. Todos habían salido para gozar de esa hermosa estación, y la tentación de la primavera venció la resistencia de Tsui Hu. Recordando a la niña quiso saber más sobre ella. Sin compañía fue otra vez hasta la Ermita. La Ermita aparecía igual exteriormente, pero la puerta de la casa estaba cerrada y trancada. Tsui Hu sufrió una profunda desilusión. Deteniéndose un momento sacó de su bolsillo una tiza y escribió un poema en la puerta de la izquierda: En este día hace un año tras estas puertas había un bello rostro, rosado como pimpollo de durazno El rostro se ha ido, y no sé a dónde Quedan sólo pimpollos de durazno sonriendo en las brisas primaverales. El poema no calmó la melancolía de Tsui Hu. Continuaba pensando en la jóven y en cómo estaría después de todo un año. Pocos días después volvió a la casa para ver si las puertas continuaban cerradas. Al llegar al jardín oyó que alguien lloraba dentro de la casa. Alarmado y preguntandose qué habría ocurrido a la jóven, llamó a la puerta. Un viejo salió y, al verlo, le preguntó: "Es usted Tsui Hu?" "Sí, yo soy". El viejo, con gran enojo, lo tomó por el brazo gritando: "Usted ha dado muerte a mi hija!" Asombrado, Tsui Hu no sabía qué hacer ni cómo responder. Por fin rogó al viejo que se explicara. "Mi hija acababa de llegar a la edad matrimonial" -dijo el viejo llorando amargamente- "Era inteligente y muy bien educada y yo la quería mucho. Por eso no quise casarla hasta encontrar un hombre ideal para ella y no la había prometido a nadie. Ella era fuerte y feliz, pero desde la primavera pasada ha cambiado enteramente, y parece haber perdido la razón. Hace unos días la llevé a dar un paseo y al volver ella vió un poema escrito en nuestra puerta. Lo leyó e inmediatamente se sintió enferma. Después se negó a comer y ahora ha muerto. Siendo tan viejo, yo tenía esta hija única. Antes no la dí en matrimonio porque quería encontrar un hombre de confianza para ella y también para mí. Ahora me ha dejado y ha partido para siempre. Todo esto ha sido causado por su endiablado poema. No ve que usted ha matado a mi hija única?" El viejo tironeó de la manga de Tsui Hu llorando a grandes voces. Tsui Hu se sintió muy conmovido y con el corazón destrozado. No quiso explicar por qué había escrito ese poema, sino pidió al viejo que le permitiera entrar para llorar sobre el cuerpo de la jóven muerta y expresar así su dolor y pesadumbre. Al entrar a la cámara vió a la jóven en su cama, como si durmiera. Después de hacerle una inclinación, Tsui Hu levantó su cabeza en uno de sus brazos y sollozó murmurando, "Estoy aquí, mi adorada." Después de un breve tiempo los ojos de la jóven se entreabieron lentamente y al caer de la noche ya había revivido. El padre estaba sobrecogido por la alegría. Comprendiendo que el amor casi había dado muerte a su hija y que Tsui Hu no era otro que el hombre a quien su hija amaba, aceptó al distinguido letrado por yerno v los jóvenes amantes se reunieron felizmente.

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