29/04/2024

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Literatura: Historia de Ying Ying (I)

06/07/1975
Ocurrió durante los tiempos de Cheng Yuan, en la dinastía Tang. A los veintitrés años, Chang no había tenido ninguna experiencia con mujeres. Era un intelectual de gran brillo, muy bien puesto y amable, aunque también algo sensible y vanidoso. Cuando se encontraba en compañía de amigos que jugueteaban con galanterías, él se contentaba con sonreír, sin darse por afectado. Así se mantenía siempre tranquilo, haciendo pensar a sus amigos que no tenía interés en el bello sexo. "Desde luego que me interesan", protestaba. "Tzu Teng-tu no sabía lo que era una belleza, imaginando una hermosa figura en su esposa que era muy ordinaria. Cuando veo una criatura de gran belleza nunca la puedo apartar de mi pensamiento; así sé que las mujeres me interesan más que medianamente. Lo que ocurre es que no he encontrado una chica digna de mi interés." Resultaba así evidente que si algiún día se enamorara, se enamoraría perdidamente. Un día Chang hizo un viaje a Pucheng y se alojó en el monasterio llamado Puchiu, a unos diez "li" al este de la ciudad. Una viuda, la señora Tsui, que trasladaba entonces el féretro de su esposo a su ciudad natal, se alojó también en el mismo monasterio. Allí se encontraron, y al ser presentados, supieron que la señora Tsui y la madre de Chang tenían el mismo apellido Cheng. Por lo tanto, Chang se dirigió a ella como a una tía lejana. Ese mismo año el General Hun Chien murió en Pucheng. Ting Wen-yah, el "chungjen" (un eunuco enviado por el Emperador) no fue capaz de mantener la disciplina del ejército; los soldados se rebelaron, dándose al robo y la violencia. La señora Tsui se sintió atemorizada, pues tenía una hija jóven y muy bella, gran fortuna y un gran séquito de sirvientes y doncellas. Buscó así la ayuda de Chang, quien conocía a alguien en el ejército. Chang mandó una petición urgente a su amigo, quien mantenía buenas relaciones con el comandante. Este despachó media docena de soldados de guardia y una proclama a las tropas mandándoles que no molestaran a la señora Tsui y su familia. Unos diez días después, el Emperador mandó a Tu Chueh a asumir el comando del general fallecido, terminando así la revuelta. Agradecida, la señora Tsui invitó a Chang a comer en su casa. Antes de sentarse a la mesa, le dijo: "Lamentablemente mi esposo murió, dejándome viuda con dos hijos pequeños. El otro día estuvimos en gran peligro cuando los revoltosos vinieron a atacar mi casa. Si no hubiera sido por tu amabilidad, mi hija jóven y el niño hubieran perdido la vida. Tu benevolencia ha sido muy grande. Como muestra de gratitud, diré a mis chicos que te llamen Hermano Mayor." Diciendo así, mandó a su hijo Huan Lang, de diez años, inclinarse ante Chang. Después se dirigió hacia un cuarto interior, diciendo: "Ying Ying, tu Hermano Mayor te salvó la vida el otro día. Debes salir a ofrecerle tus respetos." Pero Ying Ying no salió. Mandó decir a su madre que no se encontraba bien. La señora Tsui se disgustó. "Tu Hermano Mayor te salvó la vida. Cómo puedes ser tan descortés de no venir a agradecerle? " Pasó todavía algún tiempo antes que Ying Ying saliera. Cuando por fin lo hizo, vestía simplemente y no había usado cosméticos; pero aparecía de belleza radiante, con su pelo negro recortado sobre las cejas y un rosado natural en sus mejillas. El cuarto pareció iluminarse con su entrada. El sorprendido Chang se levantó de su asiento, inclinándose ante ella. Ella le devolvió la cortesía, pero parecía muy desagradada y descontenta de ser obligada por su madre a ver a un desconocido, como si fuera un esfuerzo insoportable. Se sentó junto a su madre sin mover sus párpados. Cuando Chang preguntó por su edad, su madre respondió: "Nació al fin del séptimo mes del año de Chia Tzu. Este es el año de Keng Chen en la era de Cheng Yuan, por lo tanto tiene diecisiete años." Chang procuró comenzar una conversación, pero Ying Ying no le respondió. Y guardó silencio durante toda la comida. Su retraimiento y su modestia encantaron a Chang que se enamoró de ella desesperadamente. No encontrando oportunidad de verla nuevamente, Chang trató de sobornar a su criada, Hung Niang para que transmitiera su amor a su jóven señora. Como Chang había temido, Hung Niang se atemorizó ante su pedido, huyendo de él con gran confusión. Chang se arrepintió de eso. La próxima vez que vió a Hung Niang le pidió disculpas por su impertinencia, y no volvió a tocar el tema. Sin embargo, ella le dió una idea: "Como no me atrevo a mencionar sus deseos a mi señora, tampoco me atrevo a mencionarlos a otros. Usted es pariente de la señora Tsui y la conoce bien. Porqué no le manda una casamentera a pedirle la mano de Ying Ying? " Chang le respondió: "Desde luego, eso es lo que debería hacer, pero yo nunca me había enamorado. Desde chico me ha sido difícil tratar con los demás, y nunca me sentí atraído por las chicas, ni siquiera de la más alta sociedad. Era cuestión de mis prejuicios contra la vida social. Pero yo no lo sabía hasta que conocí a tu señora. Todos esos prejuicios me han dejado. Durante la comida, apenas me podía contener. La belleza de tu señora me ha hecho olvidar de todo, hasta perder el apetito y el sueño. Yo se que moriré de amor si tengo que esperar a dar todos los pasos, de mandar la casamentera y aguardar la decisión, después mandar los regalos y todas las formalidades que llevarían dos o tres meses. Para entonces ya estaría muerto como un pescado en el mercado. Qué puedo hacer?" "Mi señora es tan virtuosa y estricta que ni siquiera sus mayores se atreven a decirle algo impropio; como me atrevería yo? Pero le gusta la literatura y conoce muy bien la poesía. Con frecuencia medita algunas líneas de especial belleza. Porqué no le manda un poema para ganar acceso a su corazón? Parece el único camino." Chang se alegró mucho. Enseguida escribió dos poemas y se los dió a Hung Niang para llevarlos a su señora. Esa noche la criada volvió con la respuesta de Ying Ying, escrita en una hoja de papel coloreado. El título del verso de Ying Ying era "La noche de la Luna Llena": Esperando la luz de la luna en la cámara del oeste la suave brisa entreabre las puertas. Sombras de flores danzan en las paredes como si el de apuesta figura llegara. Chang pensó que se trataba de una invitación, pues ese día era el catorce de la luna segunda, y el día siguiente habría luna llena. Dentro del muro oriental del patio de la señora Tsui había había un árbol de damascos. La noche siguiente Chang saltó la pared por ese lugar, dirigiéndose a la cámara del oeste. Las puertas estaban entreabiertas. Hung Niang dormía en el cuarto al exterior. Chang la despertó; los ojos de la doncella se dilataron con la sorpresa. "Cómo ha venido? Cómo pudo entrar?" "Tu señora me invitó", mintió Chang. Avísale que he venido." Hung Niang se levantó y entró al cuarto interior. Pronto volvió, diciendo: "Aquí viene, aquí viene." Chang estaba muy agitado, pensando que sus deseos se cumplirían. Pero Ying Ying apareció completamente vestida, con expresión severa en su rostro. Comenzó a reprochar a Chang: "Usted salvó a nuestra familia, y le debemos mucho. Por eso mi madre ha encomendado sus hijos a su protección. Mi hermano y yo lo respetamos como a un hermano mayor. Cómo puede concebir pensamientos tan descastados pidiendo a Hung Niang que me traiga tales poemas? Usted fue bueno con nosotros protegiéndonos de las humillaciones que nos hubieran impuesto los bandidos, pero ahora usted mismo nos quiere humillar. Qué diferencia hay entre sus motivos y los de los bandidos?" "Si yo no digo a mi madre que usted me escribió", continuó Ying Ying, "sería como el silencio que condona. Si se lo digo, sería una ingratitud hacia usted. Pude haber pedido a Hung Niang que le dijero lo que siento, pero temí que no fuera capaz de hacerlo con claridad; por eso lo invité. Pensando que tal vez usted no quisiera venir, escribí esas líneas que pudieran atraerlo. Pero usted no se avergüenza de tener pensamientos tan viles? Espero que de ahora en adelante sea capaz de comportarse mejor." Diciendo eso, Ying Ying se volvió y regresó a su cuarto. Chang estaba desconcertado. Permaneció por largo rato como clavado en su lugar; después volvió a saltar el muro y regresó a su invitación, confundido y desalentado. Algunas noches después, alguién lo llamó mientras dormía. Era Hung Niang que le traía una manta bordada y dos almohadas. "Ya viene, ya viene", le dijo. Porqué dormir solo?". Con una sonrisa, tendió la manta en la cama de Chang y se fue. Chang se frotó los ojos, sin poder creer, y poniéndose su bata se sentó en la cama a esperar. (Continuará en el Nº próximo)

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