05/05/2024

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La Anciana del Río Lu (I)

26/07/1975
Una fuerte tormenta azotaba a Mutusu, un desolado lugar distante de toda otra población. Era hacia el atardecer y el frío viento otoñal soplaba en el desierto. Por todas partes reinaba la obscuridad y el frío. Hasta las aves se escondían temerosas bajo las ramas, sin moverse ni emitir el menor sonido. Resultaba increíble que nadie se atreviera a viajar en tal tiempo. Sin embargo, la figura de una mujer anciana, fatigada y desamparada, tambaleaba a lo largo del camino. La furia de la tormenta se enardeció, y la mujer se cobijó bajo una morera, procurando protegerse de la lluvia.

La figura solitaria era la anciana señora Feng, que vivía en una pequeña villa sobre el río Lu.

Su esposo, un agricultor pobre, había muerto varios años antes, dejándola viuda y sin hijos. Por eso, el pueblo de los alrededores la miraban con recelo considerándola como a una mujer bajo una estrella maligna, inútil para los suyos. Toda su vida la mujer había sufrido privaciones y desprecios. Y más penoso aún, debía continuar sufriendo en su vejez.

Durante el cuarto año de la era Yuan Ho, en la dinastía Tang, el hambre se extendió en la región de Hwei y Chu. Millones murieron de inanición. Hasta los campesinos ricos se sentían sin fuerzas para ayudar. Los agricultores jóvenes y fuertes podían por lo menos partir a otras regiones en busca de trabajo para sustentar sus vidas. Pero la vieja Feng, débil y desamparada, podía sólo mendigar un mendrugo para alimentarse. Ahora se dirigía a Shuchou, donde esperaba encontrar algún pariente lejano que la recibiera en su casa. Pasando por Mutusu la alcanzó la tormenta.

La anciana Feng estaba desesperada. Qué podría hacer si seguía lloviendo torrencialmente toda la noche? No había cenado, y al recordarlo su cuerpo debilitado tembló nuevamente en el frío viento de la noche.

De pronto, en una breve pausa de la lluvia, vió un pequeño resplandor de luz que salía de una choza junto al camino. Qué bendición! Después de todo, el bondadoso Buda le mostraba compasión. Rebosando gratitud se encaminó hacia la luz. Al acercarse pudo ver a través de una ventana una mujer jóven, muy bella y vestida con gran elegancia, apoyada en la puerta de entrada con un niño pequeño en brazos. La jóven estaba sollozando. Una pareja de viejos, sentados en la cama, se dirigían airadamente a la jóven, como interrogándola acerca de dinero o alguna otra cosa de valor.

La vieja Feng llegó hasta la puerta. Al verlo, la pareja de viejos se marcharon en silencio. La jóven invitó a la anciana señora Feng a entrar, pero pasó bastante tiempo antes que pudiera dominar su pena. Invitó entonces a la señora Feng a sentarse. Después de poner la mesa y preparar una cama para la vieja Feng, fue a la cocina en busca de comida. Finalmente se sentaron y comenzaron su cena. La vieja Feng se sentía muy agradecida por la recepción tan amable en un cuarto abrigado y cómodo, y pensó que sería propio mostrar preocupación por los asuntos de la jóven.

"Quiénes son esa pareja de viejos? Por­ qué se fueron tan bruscamente al verme?", preguntó.

"Son mis suegros" respondió la jóven, comenzando nuevamente a sollozar. "Su hijo, mi antiguo esposo y padre de esta chica" -señalando a la niña que estaba a su lado- "se volverá a casar mañana, y han venido a llevarse mis presentes de bodas, incluyendo a las joyas que uso para venerar a mis antepasados, y hasta ha cosas de la casa, los cuchillos, platos y todo lo demás. Lo quieren todo para la nueva esposa. Cuando me negué se airaron mucho. Fui muy afortunada que usted llegara a salvarme. De otro modo, probablemente se lo hubieran llevado todo por la fuerza."

"Cómo se llama su esposo? Y dónde está?"

"Mi esposo se llama Tung Chiang y es nativo de Shuchow. En un tiempo era el jefe del distrito Chuan y entonces hizo una gran fortuna. Como todos los esposos, cuando se hizo rico sintió que tenía derecho a tener una nueva esposa. Por eso me divorció y se casará con otra. Ahora está en Tungcheng."

"Cuánto tiempo estuvieron casados?"

"Siete años. Mi padre, el señor Liang, fue el magistrado de Hweiyin. Después de mi casamiento con Tung Chiang, tuve dos chicos y una chica. Los chicos están ahora con él. Sólo me queda esta chica." Estrechando a la niña en sus brazos, rompió en nuevo llanto.

La vieja Feng sintió gran compasión por la jóven que la había recibido, pero qué podía hacer ella, una mendiga, sino suspirar de compasión? Además, había estado hambrienta por varios días, había caminado una gran distancia y ahora estaba demasiado cansada para pensar en otras cosas. La buena comida que acababa de saborear y el ambiente agradable de la pequeña choza le daban mucho sueño. Se fue a la cama que la jóven le había preparado y durmió profundamente mientras la jóven pasó casi toda la noche llorando.

A la mañana siguiente la lluvia paró; la vieja Feng agradeció a la jóven y partió.

Después de unos veinte li, la vieja Feng llegó a Tungcheng, donde todo el mundo hablaba de unas bodas en una familia rica. La casa se encontraba en la parte oriental de la ciudad. La vieja Feng se dirigió allí para mendigar. "Un hombre que se va a casar es siempre generoso", pensaba. Al llegar vió la casa arreglada con decoraciones extravagantes y muchos regalos de boda expuestos a la vista.

"Es esta la residencia de Tung Chiang?", preguntó la vieja Feng.

"Sí esta es", le respondió un vecino.

"Se casará hoy?"

"Sí, con una jóven muy bella".

"Pero si ya tiene una esposa; cómo se puede volver a casar?"

(Continuará en el Nº próximo)

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