02/05/2024

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Literatura: Historia de la Señora Liu (I)

06/09/1975
El señor Li disponía de una fortuna suficiente para vivir con gran lujo y mantener varias concubinas. Pero pensando que esa vida de indulgencia no estaba de acuerdo con las enseñanzas confucianas, no quería revelar su nombre verdadero y prefería ser llamado el Señor Li. Entre todas sus consortes Li prefería a Liu (Liu es un nombre de familia que significa sauce). Le compró una casa que amuebló con gusto exquisito y allí realizaba todas sus funciones sociales. Liu se destacaba en la música y la danza además de ser muy bella e inteligente, por lo que Li estaba muy orgulloso de ella y se jactaba de ella ante sus amigos. En muchas de sus alegres reuniones nocturnas, en medio de los brindis y las risas, Liu cantaba acompañándose con la guitarra. Su hermosa voz, su sonrisa en­ cantadora y la agudeza de su ingenio hacían que todas envidiaran a Li por tener tal amante. La satisfacción de Li no tenía medida. Entre los huéspedes que frecuentaban la casa de Li había un famoso poeta llamado Han Yi, nativo de Changli. Han Yi no ambicionaba fortuna material y dedicaba todo su tiempo a leer y escribir poesía, y era muy pobre. Han era muy conocido en toda la región y era vecino de Li. Este lo admiraba y con frecuencia actuaba como su protector, invitándolo a comer y dándole dinero. Han era elegante y distinguido. La señora Liu se sentía atraída a él. Pensaba qué afortunada sería si se pudiera casar con un poeta de tanto talento. A veces espiaba por un agujero en la pared entre las dos casas y notó que aunque la casa de Han Yi era pequeña, los amigos que lo visitaban eran personas distinguidas de alta sociedad. "Un hombre con el talento de Han no será pobre por mucho tiempo", dijo un día a su doncella de más confianza. Sabiendo que Li era demasiado generoso para sentir envidia, la señora Liu le dijo un día como al acaso: "Aunque el señor Han se encuentra ahora en la marea baja, puedo profetizar que pronto navegará viento en popa, porque todas sus relaciones son personas influyentes. Porqué no ayudarlo a avanzar?" Li manifestó su acuerdo y prometió hacer lo que pudiera. Aunque sospechó en su corazón que Liu se había enamorado de Han Yi, no se sintió celoso como un esposo ordinario se hubiera sentido. Al contrario, pensó que sería heroico dar lo que apreciaba más a un amigo a quien admiraba y a quien quería ayudar. Y eso es precisamente lo que hizo. Preparó una gran fiesta e invitó al poeta. Después de algunos brindis y de un canto de Liu, Li dijo a Han Yi: "Tu te aventajas a los demás en tu obra literaria y la señora Liu se aventaja a las demás en su belleza. Me parece que ustedes serían una pareja ideal. Te gustaría casarte con ella y que ella te sirva para siempre? Para mí sería un placer arreglar esa boda." Han Yi se sintió estupefacto. Le resultaba inereíble que Li fuera sincero. Levantándose dijo con gran confusión: "Ya debo tanto a tu bondad. Cómo puedo ser tan desagradecido y llevarme tu favorita? "No te preocupes de las convenciones sociales", respondió Li. "Los hombres debemos valuar la amistad por encima de todo. Yo me cortaría el cuello por un amigo verdadero, cuanto más darle una mujer". Como Han Yi todavía rehusaba, Liu que conocía el carácter de Li, se levantó y dijo al poeta." Señor Han, no veo cómo se puede usted negar. El Señor Li es un amigo sincero y también un hombre de gran voluntad. Cuando se decide a hacer algo por otro, este lo debe aceptar. Porqué no procuramos corresponder a su amabilidad en el futuro?" Con esto Han Yi ya no se pudo negar a recibir a Liu. Li felicitó a la pareja y los hizo sus huéspedes de honor. Y como nueva expresaron de su benevolencia, dió a Han Yi trecientos mil dineros para ayudarlo a mejorar su fortuna. Han Yi y la señora Liu se casaron debidamente. El poeta adoraba la belleza de Liu tanto como ella admiraba sus conocimientos literarios de modo que cada uno se deleitaba en la compañía del otro. El tiempo pasó rápidamente. Ya era la nueva luna del Año Nuevo. Yang Tu, el Ministro de Educación y amigo de Han, lo recomendó como candidato para una posición elevada. El poeta no había regresado a su casa ancestral por muchos años. Un día Liu le dijo: "Buscar la fama y dar gloria a nuestros antepasados es lo que nuestros Sabios nos han enseñado. No deberías separarte de tu familia por tanto tiempo sólo porque te has casado con una mujer de baja posición. Comprendo cuánto me amas y cuánto nos echaremos de menos durante tu ausencia, pero es un deber que debes cumplir. El dinero que el Señor Li nos dió bastará para mis gastos hasta que regreses." Siguiendo el consejo de Liu, Han Yi la dejó para visitar su familia en Chingtze. Permaneció allí un año. Pero antes que pudiera regresar, la capital cayó en manos de rebeldes capitaneados por An Lu-shan. Todo el país estaba en cáos. Han no tenía modo de comunicarse con Liu. Entretanto, Liu había gastado todo el dinero y se vió obligada a vender o empeñar sus joyas y vestidos para vivir. El Señor Li había partido y no tenía a nadie que la pudiera ayudar. Con su belleza admirable temía, naturalmente, ser forzada por los soldados rebeldes y no poder guardar su castidad para su esposo. Con decisión se cortó el cabello y vivió como monja en el convento Faling. El General Hou Hsi-yi, antiguo gobernador militar de Pinglu, fue ahora trasladado como gobernador de los distritos Tze y Ching. Conociendo la fama literaria de Han Yi, invitó al poeta a ser su secretario. Más tarde, cuando la rebelión fue sometida y el Príncipe Hsien ascendió al trono, Han Yi mandó un mensajero a buscar a Liu en la capital. Envolvió una piezas de oro en un paño bordado y escribió en él un breve poema: "Sauce (Liu) del Pabellón Chang Sauce del Pabellón Chang, tienes aún la belleza y juventud de los días antiguos? Entre tus delgadas ramas crecerá todavía un retoño verde. O habrán sido arrancados tiempo ha por otras manos!" Recibiendo el oro, Liu lloró con tanta amargura que las otras personas presentes no pudieron contener sus lágrimas. Encontrando una amarillenta hoja de papel, escribió a su vez un poema: "Verdes ramas de un sauce - Tan Fragantes y graciosas en primavera, Cuan penoso es ver, año tras año, el abrazo de amantes que se separan bajo tu sombra. Una hoja cae anunciando la llegada del otoño; Aún si regresaras, qué quedaría que tú pudieras arrancar?" No mucho después ocurrió algo nuevo. Un general llamado Sha Cha-li, aunque bárbaro de nacimiento, se había ganado el favor del Emperador luchando bravamente contra los rebeldes y había sido recompensado con un rango muy elevado. Cuando oyó de la belleza de Liu mandó soldados a tomarla y la hizo su favorita. Cuando Hou Hsi-yi fue elevado a Vice Primer Ministro, Han Yi lo acompañó a la capital. Pero el poeta sufrió una gran desilusión al no encontrar a Liu en su antigua casa. Un día Han Yi caminaba cerca del Monte Cabeza de Dragón y vió un carruaje negro tirado por un buey multicolor; un viejo servidor caminaba a su lado. Las cortinas del carruaje estaban cerradas pero Han Yi pudo ver dos doncellas con su señora. Sin saber porqué, Han Yi siguió tras el carruaje. De pronto oyó una voz a través de la cortina: "No eres Han Yi? Yo soy Liu". Una doncella bajó del coche y explicó a Han lo ocurrido y cómo la señora Liu había sido raptada y llevada a casa de Sha Cha-li. Otro carruaje venía; Liu llamó a la doncella y levantando algo la cortina dijo a Han Yi: "Espérame mañana por la mañana en la puerta del pasaje Taocheng." El vehículo partió apresuradamente. Han Yi siguió las instrucciones. El día siguiente Liu le arrojó desde su coche una caja de perfumes hecha de jade y envuelta en una pieza de seda roja. "Recuérdame siempre, adiós", la oyó sollozar. El carruaje se volvió para regresar. Liu agitó su mano hacia Han Yi por la cortina trasera. Sus mangas flotantes se perdieron de vista gradualmente mientras las ruedas sonaban en la calle polvorienta. Con su corazón destrozado el poeta permaneció como clavado en su sitio, mirando al carruaje hasta que ya no lo vió. Los oficiales militares de Tze y Ching hicieron una fiesta. Han Yi fue invitado pero era incapaz de gozar. Su expresión triste revelaba la melancolía de su corazón y hasta su voz estaba cargada de tristeza. (Continuará en el Nº próximo)

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