03/05/2024

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Literatura: Historia del Pasar Eterno (II)

06/11/1975
(Viene del Nº anterior)

Los tiempos continuaban pacíficos. Ningún viento de tempestades se levantaba de los nueve mares. En las cinco grandes montañas nuevas estatuas de Buda eran recubiertas de oro. En compañía de su amada, el Emperador gozaba visitando el monte Li en noches de nevada y levantándose temprano para recibir la aurora en las fuentes termales de su palacio de Shangyang. Dondequiera que el Emperador estaba, allí estaba "Kuei-fei" a su lado; viajaban juntos en el mismo carruaje y pasaban las noches juntos en varias villas de descanso. Pulsera de Jade llenaba los ojos del Emperador. Aunque en los atrios interiores había tres "fu-jen", nueve "pin", veintisiete "shih-fu" (grados superiores de concubinas reales), más de ochenta concubinas y un gran número de cortesanas, cantoras y actrices, el Emperador no favorecía a ninguna de ellas con una sola mirada. Después de la llegada de "Kuei-fei", ninguna otra chica fue llamada para atender al Emperador por una noche. Además de su belleza incomparable, "Kuei-fei" era también muy inteligente y sabía cómo coquetear y adular. El modo agradable con que sabía anticiparse a todos los deseos del Emperador la hacía más amable que lo que se puede expresar con palabras.

El Emperador Hsuantsung la amaba tanto que hizo a su tío, hermanos y primos, duques y nobles y concedió a sus hermanas el título de "Kuo Fu-jen" o Señoras del Estado. Las riquezas de los Yang cedían sólo ante las imperiales; sus mansiones, sus carruajes, sus vestidos y otras propiedades igualaban a las de la Princesa Tachang, hermana mayor del Emperador, pero su influencia era aún mayor que la de la Princesa. Sus acciones no siempre se conformaban con la ley, pero nadie se atrevía a decir nada. Si pasaban por las puertas del atrio interior en horas prohibidas, nadie se atrevía a detenerlos. Todos los funcionarios de la capital los miraban con ojos envidiosos. Entre el pueblo corrió un canto que decía: "No te sientas desdichado por tener una hija, o feliz por tener un hijo. Un hijo no podría llegar a ser duque, pero una hija podría ser concubina imperial. Una hija puede así dar gloria a su familia Los Yang eran, pues, admirados y envidiados por el pueblo.

Los años pasaron. Hacia el fin de ese reino, el hermano mayor de Kuei-fei, Yang Kuo-chung, usurpó la posición de Primer Ministro, valiéndose del favor del Emperador. Abusando de su influencia, Yang Kuo-chung hizo que el Emperador descuidara los asuntos de estado, debilitando a la nación. El descontento entre civiles y militares se generalizó.

El General An Lu-shan, que odiaba a Yang Kuo-chung, mandó sus tropas a la capital con la órden de "deshacerse del traidor". Después de un breve combate, las fuerzas imperiales fueron derrotadas y Tungkuan cayó en manos de los rebeldes. El Emperador Hsuan-tsung debió evacuar su corte de la capital. En su marcha hacia el sur, los carruajes cubiertos de plumas verdes custodiados por tropas en retirada, pasaron por la estación Mawei, fuera de Hsienyang. Los soldados estaban fatigados, y pensando en la causa de esos combates, el deseo de venganza comenzó a encenderse en sus corazones. Con sus lanzas en la mano, se negaron a continuar. El Emperador preguntó qué detenía la marcha y un oficial, arrodillándose ante el Emperador que montaba a caballo, respondió que el pueblo desearía dar la muerte a Chao Tsu (referencia histórica que señalaba a Yang Kuo-chung) para castigo de los malvados. Yang Kuo-chung, que cabalgaba cerca del Emperador, fue obligado a presentarse ante la multitud e inmediatamente pereció atravesado por muchas flechas.

Pero los soldados no se dieron por satisfechos. Como todavía no proseguían la marcha, el Emperador preguntó la razón. Al principio nadie se atrevía a responder, pero por fin, un oficial que se distinguía por su sentido de justicia, se arrodilló ante el Emperador y valerosamente expresó que el enojo público exigía la muerte de Kuei-fei. Eso era demasiado para el Emperador. Pero qué otra cosa podía hacer sino someterse al pueblo para mostrar así su arrepentimiento por haber llevado al país a tal estado? Sin embargo no tuvo valor para ver con sus ojos la muerte de su amada. Cubriéndose el rostro con sus largas mangas, en la amargura de su dolor, el Emperador mandó que Kuei-fei fuera llevada a un bosque al lado de Mawei, y allí, en pocos segundos, Kuei-fei se ahorcó con una faja de seda. Así terminó una belleza de renombre mundial.

Después de la retirada del Emperador Hsuantsung a Chengtu, en la provincia de Szechuan, su hijo Shutsung ayudado por varios generales fieles, suprimió la rebelión y ascendió al trono en Lingwu. El año siguiente el nuevo reino comenzó con una proclama de amnistía y el viejo Emperador fue invitado a regresar a la capital. El Emperador Shutsung dió a su padre el título de Gran Emperador y le pidió que permaneciera en el palacio del sur y pasara los años de su ancianidad en el atrio interior del oeste.

Todo había cambiado con nuevos días sucediendo a los antiguos. El Gran Emperador encontró el fin de su felicidad y el comienzo de sus penas. En los días primaverales y en las noches de invierno, cuando veía los lirios floreciendo en el estanque de verano y las hojas cayendo desoladas en el otoño, o cuando oía el "Canto de las faldas de arcoiris y del vestido de plumas" cantado en armonía con flautas de jade, sentíase invadido por tal tristeza que derramaba lágrimas, conmoviendo a sus acompañantes. Por tres años no pudo olvidar a su amada concubina y oraba que le fuera permitido verla una vez más, aunque fuera en sueños. Pero el espíritu de Kuei-fei no se le aparecía.

En ese tiempo, un monje Taoísta venido de Szechuan se enteró de la tristeza del Gran Emperador. Pidió una audiencia con Hsuantsung y se presentó como versado en las artes místicas de Li Shao-chun, es decir, capaz de comunicarse con los espíritus de los muertos.

El Gran Emperador sintió una gran alegría, y encargó al monje que procurara que Pulsera de Jade se le apareciera. El monje puso en juego todos sus poderes mágicos para llamar el alma de Kuei-fei, pero en vano. Desprendió entonces su propia alma de su cuerpo, y con el método de contener su respiración, mandó su alma al cielo, y después a las regiones inferiores, pero sin lograr encontrar rastros de Kuei-fei.

Haciendo un nuevo esfuerzo, el monje mandó su espíritu a los limites de las cuatro direcciones y a las esferas superiores e inferiores del universo. Al llegar al extremo oriental del mar celestial, cruzando Penghu, vió muchos edificios y torres en las montañas habitadas por las hadas. Junto al pie occidental de una montaña había una gruta con una casa en su parte oriental; sus puertas estaban cerradas. Viendo un cartel "Residencia de Tai-chen, la Concubina Real Jade", el monje sacó el alfiler de su cabello y golpeó varias veces a la puerta. Dos niñas pequeñas abrieron la puerta y antes que el monje tuviera tiempo de hablar, volvieron a entrar. Una linda doncella vestida de verde salió entonces y preguntó al monje para qué había venido. El respondió que había sido enviado por el Emperador con un mensaje especial que debía entregar personalmente a la concubina real. "La diosa Jade está durmiendo" dijo la jóven. "Espere un momento".

Era antes del amanecer; negras nubes flotaban incesantemente, como un mar sin límites. Lentamente el sol salió al otro lado del horizonte, y una luz débil comenzó a iluminar las torres y la gruta. Los portones de las casas de esa tierra de hadas permanecían cerrados y reinaba un silencio profundo. El monje, con sus manos juntas, estaba junto a la puerta y esperaba conteniendo su aliento. Después de un buen rato la doncella de verde salió de nuevo y lo condujo al interior: "La Diosa Jade vendrá pronto", le dijo.

En ese momento el monje vio a una dama con una corona de oro en forma de lirio, un vestido de seda púrpura con una pieza de jade colgando de su cinturón y zapatos como de fénix. No era otra que Pulsera de Jade Yang. El monje se inclinó con una profunda reverencia en muestra de respeto.

"Cómo está Su Majestad?" inquirió la diosa. Continuó preguntando sobre sucesos posteriores al año catorce de la Era Tien Pao. Su rostro tenía una expresión triste. Concluidas sus preguntas, mandó a la doncella vestida de verde que trajera el alfiler de oro para el cabello y la caja de joyas, regalos de Hsuantsung en los primeros días, y rompió cada cosa en dos partes. Entregando al monje una parte de cada una, le dijo: "Transmita a Su Majestad mi gratitud y mis saludos y dígale que le envío sus antiguos regalos en memoria de nuestro amor antiguo."

(Continuará en el Nº próximo)

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