07/05/2024

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Literatura: Hung Hsien (II)

26/11/1975
(Viene del Nº anterior) "Todo fue bien? ", le preguntó. "Cómo podría yo dejar de cumplir una misión en servicio de Su Señoría? " "Mataste a alguien? " "No, sólo tomé una caja de oro de bajo la almohada del General Tien". Entregando la caja de oro a Hsueh Sung, describió entonces su aventura. "Llegué a la residencia del General Tien unos tres cuartos de hera antes de medianoche. Pasando por varios atrios, llegué a su cuarto. Sus Guardias Externos dormían en los corredores, roncando como el trueno. Otros soldados recorrían el patio con mucha vigilancia; cualquier sonido los hubiera puesto en acción. Pero yo abrí la puerta y me aproximé al lecho del General sin el menor ruido. Cuando levanté la cortina del lecho ví al viejo General Tien durmiendo sobre una almohada de cuernos de rinoceronte, con su pecho descubierto. Su pelo estaba recogido con una pieza de seda amarilla. Junto a la almohada estaba su espada con siete estrellas esculpidas y frente a la espada estaba la caja de oro conteniendo los ocho caracteres de su horóscopo y el nombre del dios del polo norte. "Qué tonto, yaciendo así, sin ningún temor, con tanta comodidad tras sus cortinas como de jade. Nunca hubiera creído, en sus sueños perfumados por orquídeas, que su vida estaba en mis manos. Me hubiera sido tan fácil divertirme con él, capturandolo y dandole después su libertad, pero no lo hice para no causar más problemas a Su Señoría. Me quedé mirandolo hasta que la vela se consumió gradualmente y el incienso en el precioso incensario casi se había extinguido. "Todos los guardas y servidores del General Tien se estaban adormilando. Unos apoyaban sus cabezas en las persianas, otros se apoyaban sobre sus armas, cubriendose con tohallas. Yo quité el alfiler del cabello de uno y toqué las ropas de otros, pero todos dormía como beodos o enfermos. Finalmente tomé la caja de oro de junto a la almohada del General y salí de la ciudad por la puerta occidental. Después de caminar dos o trecientos lis miré hacia atrás y ví la estructura de bronce elevandose hacia las nubes sobre el río Chang, que corre hacia el este. Qué bello espectáculo, la brisa matutina comenzando a agitar el pasto y las flores silvestres de la pradera y la luna menguante casi escondida por los altos árboles! "Me alegré tanto de estar de regreso que me olvidé por completo de mis temores y fatigas de mi arduo viaje. Me siento feliz de haberle prestado este pequeño servicio en pago, aunque reducido, de su bondad. La razón principal de haber corrido el riesgo de penetrar en un estado enemigo, pasar por cinco o seis ciudades y completar un viaje de unos 700 lís en el tiempo de tres rondas, fue mostrarle mi gratitud, Lo hice para aliviar su congoja, y no me arrepiento." Hsueh Sung despachó un mensajero en el caballo que había preparado, con la carta que había escrito al General Tien. Decía así: "Anoche un huésped vino del comando de Su Señoría y me entregó una caja dorada que me dijo había tomado de bajo la almohada de Usted. Cómo puedo aceptar yo, su humilde pariente, un objeto tan precioso y tan importante para Usted? Se lo devuelvo con mis cordiales saludos". El mensajero galopó con la mayor rapidez. Al llegar a Weipo, cuando rompía la mañana, encontró el comando del General Tien en gran confusión, buscando la caja perdida. Se sospechaba a todos. El mensajero golpeó a la puerta con su látigo y pidió ver al Gobernador. Tien Cheng-tze salió inmediatamente y al recibir la caja se sintió aterrado al pensar que alguien hubiera podido robar alguna cosa de bajo su almohada. El hombre que se había atrevido a eso debería ser de valor y fuerza insuperables, y fácilmente hubiera podido cortar su cabeza. Decidió entonces que le sería más provechoso permanecer leal al General Hsueh, puesto que este tenía un caballero de tales poderes. El General Tien invitó al mensajero a permanecer ese día como su huésped, invitandolo a un banquete espléndido y dandole muchos regalos. Al día siguiente envió de regreso al mensajero llevando como su obsequio al General Hsueh treinta mil piezas de seda fina, docientos caballos excelentes y otros muchos presentes. Escribió también una cara muy cortés al Gobernador Hsueh: "Anoche mi vida estuvo a la merced de un hombre de su comando. Ha sido Usted un pariente muy bondadoso conmigo. No deseo causarle más preocupaciones. Tenga a bien no sospecharme más. La Guardia Exterior fue adiestrada para reprimir a ladrones y bandidos. Para mostrarle a Usted mi cooperación, la he desbandado y he mandado a los hombres de vuelta a sus campos. Desde ahora estaré a su servicio. Si desea Usted darme alguna órden, seguiré a su carruaje para cumplirla, y si Usted viniera a mi humilde estado yo mismo cuidaré de su caballo." Los dos gobernadores se reconciliaron de ese modo. Con frecuencia se mandaban saludos amistosos y ya no reinó tensión entre el norte y el sur del río Amarillo. Un mes más tarde, Hung Hsien pidió permiso para partir. "Creciste en mi casa", le respondió el General Hsueh; "a dónde podrías ir? " Además me hiciste un gran favor y mi seguridad estuvo en tus manos. Cómo puedo dejarte ir?" "En mi vida anterior yo era un hombre, un doctor de hierbas que iba de villa en villa curando a la gente con mis recetas tomadas del libro de Shen Lung (Padre de la medicina china). Un día encontré a una mujer encinta, enferma de una especie de hidropesía. Le di un vino hecho de un cierto tipo de flores, que le causó su muerte y la de mellizos en su seno. Mi error que causó la muerte de tres personas llegó a oídos del rey de las regiones inferiores, quien me castigó haciendome re-encarnar como mujer en esta vida. Mi castigó incluyó el ser nacida como una niña sin estirpe y con la lamentable habilidad de saber robar. Afortunadamente para mí, fui vendida a su casa. Por diecinueve años he sido tan bien tratada que he llegado a cansarme de tantos vestidos bellos y tantas comidas deliciosas. Usted me trató con suma bondad y hasta me honró nombrandome su secretaria personal. "Nuestro país acababa de sobreponerse a las calamidades de la rebelión, y me causó gran disgusto ver a esos gobernadores causando nuevos problemas y poniendo en peligro la paz y tranquilidad de toda la nación. Fui a Weipo para dar un serio aviso al General Tien, correspondiendo así a su gran bondad conmigo y evitando una guerra civil que hubiera costado muchas vidas. Mi modesta acción que impidio la destrucción de dos estados y que sirvió de advertencia a los gobernadores militares ha hecho que todos puedan permanecer tranquilos. Como mujer creo haber hecho suficiente en expiación de mi crímen en mi vida anterior y creo que ya es tiempo de dejar este mundo. Espero volver a ser un hombre y vivir una vida inmortal". "Si lo deseas, te daré mil onzas de oro y te compraré una ermita en alguna montaña elevada", le propuso Hsueh Sung. "Muchas gracias por su amable ofrecimiento, pero no se a dónde iré, ni me adelanto a lo que pueda ocurrir en mi nueva vida". Viendo que no le era posible persuadirla, Hsueh Sung le dió un gran banquete de despedida, al que invitó a todos los oficiales de rango. En medio de los platos exquisitos y los brindis, Hsueh Sung pidió a uno de sus huéspedes, el poeta Lung Chao-yang que le compusiera un poema para cantarle a Hung Hsien. Ese poema se hizo muy famoso, y dice así: "Del bote de orquídeas viene el triste canto de las castañas de agua. De pie en la al ta torre todos lamentan la partida. Como el Hada Lo te vas, volando hacia las nubes. El cielo azul no tiene límites y las aguas corren sin cesar." Después de cantar el poema, Hsueh Sung se sintió bajo el peso de una gran tristeza. Hung Hsien sollozó. No queriendo detenerse más, se excusó diciendo que estaba ebria; saludó al General y a los huéspedes y se retiró. Nadie la volvió a ver.

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