29/04/2024

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Literatura: gobernados de Nanko (I)

06/12/1975
Al sur de la casa de Chun-yu Fun, a diez lis de Kwangling, había un gran olmo muy viejo, de fuertes ramas y pesado follaje verde. Chun-yu, nativo de Tungping, era conocido en el pueblo de Wu y Chu como un hombre caballeresco y malhumorado, que despreciaba las convenciones sociales. Como era rico y aficionado a la bebida, le gustaba invitar constantemente a sus amigos. Su habilidad militar le había ganado a un tiempo la posición de ayudante en el regimiento de Huainan, pero pronto fue dado de baja por haber ofendido a un oficial superior, encontrandose ebrio. Desde ese día se dió por entero a su afición, gustando del "fluido divino" día y noche en compañía de un grupo de jóvenes bajo el gran olmo. Un día, en el noveno mes del séptimo año de Cheng Yuan, Chun-yu cayó enfermo por exceso de bebida. Dos de sus amigos que habían estado bebiendo con él lo ayudaron hasta su casa, dejandolo en un diván en el corredor del este. "Descansa un poco aquí. Nosotros daremos de comer a los caballos, nos lavaremos los pies y quedaremos aquí hasta que estés mejor", le dijeron sus amigos. Chun-yu se quitó su gorro y descansó su cabeza en la almohada. Beodo y somnoliento, pronto se durmió. En su sueño, dos mensajeros vestidos de púrpura se arrodillaron ante él diciendo: "El Emperador del Reino del Olmo nos envía a invitarlo". Chun-yu se levantó del diván, se arregló su vestido y siguió a los mensajeros hasta el portón. Un carruaje azul, tirado por cuatro caballos, esperaba, y siete u ocho servidores se adelantaron a ayudarlos a subir. De allí el carruaje se dirigió al viejo árbol de olmo y penetró en su tronco ahuecado. Chun-yu se asombró pero no se atrevió a hacer preguntas. De pronto vió montecillos, riachos, bosques, casas de campo y anchos caminos. Todo era diferente de lo que siempre había visto en el mundo de los mortales. Bastante más adelante apareció el muro de una ciudad, con sus torres y sus troneras. Vehículos y peatones llenaban las calles. El cochero de su carruaje gritaba que abrieran camino a su honrado huésped. Entraron entonces por la gran puerta carmesí de la ciudad, y allí vió Chun-yu, en letras doradas, esta inscripción: "Reino del Gran Olmo". Los porteros lo saludaron dandole la bienvenida y en ese momento un jinete llegó al galope y anunció: "Su Majestad, pensando que el Príncipe Consorte estará fatigado después de tan largo viaje, le manda descansar en el albergue Tunghua". Y con eso, cabalgó mostrando el camino. Llegaron a una casa de aspecto magnífico. Al descender Chun-yu del carruaje, una gran puerta se abrió y él entró por ella. En el patio vió barandas pintadas brillantemente, pilares tallados, pabellones y terrazas, y hermosas y fragantes flores. Sobre una mesa en la sala había gran variedad de nueces de árboles raros. La cámara a donde lo llevaron a descansar tenía cortinas espléndidas, tapices y alfombras magníficas y exquisitas mesas de té y divanes con blandos almohadones. De pronto entró un sirviente y anunció: "Su Excelencia, el Primer Ministro de la Derecha". Chun-yu se adelantó hasta los escalones de la sala, esperando respetuosamente que el alto funcionario, que vestía una capa de púrpura y llevaba un cetro de marfil en la mano, se aproximara. Se saludaron según la etiqueta. "Aunque este es un reino pequeño en una tierra distante, dijo el Ministro, nuestro Rey desearía unir su familia a la vuestra en matrimonio. Por eso me ha enviado a darle la bienvenida." "Yo soy un humilde servidor - respondió Chun-yu - cómo puedo esperar tal honor? " El Primer Ministro de la Derecha pidió entonces a Chun-yu que fuera con él. Caminaron juntos por unos cien pasos hasta una puerta encarnada donde se veían hachas, lanzas y tridentes y varios centenares de soldados se alineaban junto a la pared. Súbitamente Chun-yu vió a Chou Pien, uno de sus compañeros de bebida, en el grupo. Aunque se sintó muy contento no se atrevió a mostrar que lo había reconocido. Cuando el Primer Ministro lo condujo a la entrada del palacio y la guardia real presentó armas, comprendió que se aproximaba a la presencia del Rey. En medio de la sala Chun-yu vió a una persona de gran dignidad y aspecto impresionante que llevaba una corona de perlas y una bata de seda blanca. Nervioso y asustado, temblaba sin atreverse a levantar la vista. El Maestro de Ceremonias le dijo que se arrodillara, y entonces el Rey habló: "El otro día hablé con tu padre. El no considera a mi reino demasiado pequeño, y le gustaría que tomaras a mi hija segunda, Yao-fang, por esposa." Chun-yun estaba tan sobrecogido que no acertó a responder palabra. "Descansa en la casa de huéspedes continuó el Rey. Yo dispondré la boda". El Rey ordenó al Primer Ministro que permaneciera en la casa de huéspedes, haciendo compañía al Príncipe Consorte. Chun-yu creyó que su padre, que había estado guerreando en la frontera y de quien se había dicho que había desaparecido, estaría aún vivo y le había dispuesto esta boda. Estaba tan confundido que no sabía qué pensar. Esa noche se desplegaron los regalos de boda, consistentes en carnes de cordero y de cisne, sedas, dinero, lámparas, instrumentos músicos, y aparejos para los carruajes y caballos. Muchas jóvenes hermosas fueron enviadas a hacer compañía al Príncipe Consorte. Se las llamaba "ninfas de Huayang y Chinghsi" o "hadas de las regiones superiores e inferiores". Atendidas por miles de servidoras, llevaban velos verdes en forma de fenix, vestían espléndidos vestidos nubilosos y sus joyas doradas deslumbraban a todos. Corrían de aquí allá, jugando entre ellas y haciendo bromas a Chun-yu. Eran tan encantadoras y coquetas y sus bromas eran de tanta agudeza que Chun-yu no sabía qué responder. Una le dijo: "El día del último festival de Shang Shih, Lingchih y yo estabamos en el templo Chanchih viendo una danza hindú en el corredor de la derecha del patio Tienchu. Otras chicas estaban sentadas conmigo en el banco de piedra bajo la ventana del norte. Usted desmontó de su caballo y se unió al público. Usted era jóven y audaz, haciendo bromas y riendo, y trató de cortejarme. No se acuerda? No se acuerda que mi hermana menor, Pimpollo, y yo atamos una bufanda roja en un bambú para molestarlo a usted? El día decimosexto del mes séptimo yo fui a ver al Abad Shengchen en el Templo Hsiaokan para oir una conferencia del monje Chihsuan sobre los sutras budistas. Al final yo doné un par de alfileres de cabello, de oro en forma de fenix y el Abad donó una caja pequeña de cuerno de rinoceronte. Usted también estaba allí. Usted pidió al monje Chihsuan que le mostrara las donaciones y fingió tomar gran interés en el trabajo artístico, teniendo esos objetos en su mano por un gran rato y volviendose después hacia nosotros mientras decía con un suave suspiro: "Tanto estos presentes como esta jóven son algo de otro mundo". Me preguntó después mi nombre y dirección, pero yo no le respondí. Usted se mostró tierno y afectuoso y tenía una expresión de tristeza al irse. No recuerda todo eso?" En respuesta Chun-yu canturreo: "Siempre escondido en mi corazón, cómo lo puedo olvidar? " Otra jóven dijo: "Es tan inesperado que nos encontremos hoy", y todas las demás sonrieron. En ese momento tres caballeros vestidos espléndidamente entraron y saludaron a Chun-yu. "Se nos ha mandado servir de camareros del Príncipe Consorte". Chun-yu notó que uno de ellos era un viejo amigo. "No eres Tien Tzu-hua, de Fengyi? ", le preguntó. "Si", respondió Tien. Chun-yu se le acercó y le estrechó las manos, y conversaron sobre el pasado. "Cómo has venido aquí?", inquirió Chun-yu. "Como sabes, siempre me gustó la vida vagabunda", dijo Tzu-hua. "Cuando pensaba ya retirarme de este mundo, conocí al Primer Ministro de la Derecha, el Duque de Wuchang, quien me comprendió y me concedió grandes favores. Estoy con él." "Sabes que Chou Pien también está aquí? " "Desde luego lo sé. Es oficial de la guarnición y tiene mucha influencia. Varias veces me ha protegido." Mientras charlaban alegremente, oyeron un anuncio: "Su Excelencia, el Príncipe Consorte, puede venir ahora". Los tres camareros dieron entonces a Chun-yu un sombrero, una bata nueva y una espada para colgar de su cinto. "Nunca pensé que tendría el placer de asistir a tus bodas", dijo Tzu-hua. "No me debes olvidar". (Continuará en el Nº próximo)

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