06/05/2024

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Literatura: gobernador de Nanko (III)

26/12/1975
(Viene del Nº anterior) El mismo mes Chou Pien murió de un tumor en la espalda. Diez días después la Princesa se enfermó y murió. Desolado y quebrantado, Chun-yu presentó su renuncia y pidió permiso para llevar el ataúd con el cuerpo de la Princesa al palacio. El Rey consintió y ordenó al Ministro de Alimentos, Tien Tzu-hua, hacerse cargo del gobierno en Nanko. Pesaroso y sombrío, Chun-yu preparó el funeral. Cuando la procesión dejó la provincia, millones de hombres y mujeres lloraban en el camino; muchos se arrodillaban ofreciendo incienso. Al llegar el cortejo a la capital, el Rey y la Reina vestidos de luto salieron de la ciudad a recibirlo. La Princesa recibió los títulos póstumos de "Princesa de la Obediencia y Elegancia" y fue enterrada con gran pompa en el monte del Dragón Retorcido, a diez lis al este de la ciudad. Poco después Yung-hsin, hijo del difunto Comisionado Policial Chou Pien, también acompañó los restos de su padre a la capital. Ahora Chun-yu tenía abundante tiempo disponible. Como era Príncipe Consorte y había sido Gobernador de una provincia, naturalmente tenía muchos amigos tanto en la corte como fuera de la capital. Era persona despreocupada y siempre había gustado de tener muchos amigos consigo. Después de su regreso a la capital hacía muchas invitaciones, hasta despertar las sospechas del Rey. Un adivino había enviado un mensaje al Rey: "El signo del elefante negro ha aparecido, y siempre presagia calamidades. Según la predicción, la capital será transferida y el templo real destruido. El desastre vendrá de un extranjero dentro del país". Creyeron que la profecía se refería a Chun-yu, quien usurparía el reino. Por lo tanto, el Rey quitó los guardias de Chun-yu y le prohibió a este salir de su residencia. Sabiendo que no había hecho nada malo y sin poder encontrar razón de ser objeto de sospechas, Chun-yu se sentía muy deprimido. El Rey lo notó y un día le dijo: "He tenido el placer de tener vínculos familiares contigo por más de veinte años. Desgraciadamente mi hija murió demasiado pronto y no te puede acompañar en tu edad avanzada. Me causa mucha pena pensarlo. Tu has estado ausente de tu casa por mucho tiempo y creo que deberías ir a visitar a tus parientes. Puedes dejar aquí a tus hijos. La Reina se ocupara de ellos, así que puedes despreocuparte. Después de tres años te mandaré a buscar." "Yo siempre pensé que esta era mi casa" - respondió Chun-yu. "A donde puedo ir? ". "No" - respondió el Rey con una sonrisa. "Tu eres del mundo de los mortales. Esta no es tu casa". Eso asombró a Chun-yu. Inclinando su cabeza se sintió mareado y abatido. Necesitó mucho tiempo para recordar lo que le había ocurrido veinte años antes. Sollozando, se despidió. El Rey ordenó a los guardias que lo acompañaran hasta la puerta. El se inclinó en reverencia y salió. Inmediatamente aparecieron los dos mismos mensajeros vestidos de púrpura, quienes lo acompañaron hasta la puerta donde esperaba un coche de mal aspecto. No había escolta. Solitario y confundido subió al coche que partió enseguida. Después de alguna distancia el coche pasó por la puerta de la ciudad y él reconoció el camino que había seguido al venir, veinte años antes. Las montañas, riachos, prados y villas tenían el mismo aspecto, pero los mensajeros parecían tan insignificantes que Chun-yu se sintió muy sombrío. "Cuándo llegaremos a Kwangling?", preguntó. Pero los mensajeros siguieron charlando y canturreando como si no lo hubieran oído. Finalmente le dijeron bruscamente: "Llegaremos muy pronto". Poco después el coche emergió de una hondonada y llegó a la casa de Chun-yu. Viendo su antigua casa, este derramó lágrimas. Los dos mensajeros lo ayudaron a bajar del coche y entrar en su casa. Al subir los escalones se vió a si mismo reclinado en un diván en el corredor del este. Eso lo alarmó y confundió tanto que no se atrevía a acercarse. Los dos mensajeros gritaron su nombre varias veces, despertandolo de su sueño. Sus sirvientes barrían el patio, mientras sus dos amigos, sentados cerca, se lavaban los pies. El sol no se había puesto en occidente. El vino en su copa todavía despedía su fragancia. Sólo dos horas de este mundo habían sido necesarias para vivir por dos décadas en ese otro mundo del cual había salido. Qué es la vida, después de todo, sino un breve sueño.? Llamó a sus dos huéspedes y les contó su historia. Ellos se maravillaron y todos juntos fueron a ver el lugar junto al viejo olmo. "Por aquí entré" dijo Chun-yu señalando el hueco en el tronco. Pensando que sería el espíritu del viejo árbol o algún duende malicioso, mandaron a un sirviente que cortara el tronco del olmo. A unos diez pies dentro de las retorcidas raíces encontraron una cavidad capaz de dar paso a un carruaje. La tierra húmeda tomaba formas de una ciudad en miniatura, con su palacio y pabellones. Miles de hormigas se congreban allí. Dos grandes hormigas de alas blancas y cabezas rojas, se sentaban en medio de un pabellón rojo. Docenas de hormigas de gran tamaño estaba a derecha e izquierda y las demás no se atrevían a acercarse. Este era el Rey y el Reino del Olmo y el pabellón era su capital. Más hacia el sur, bajo una gran rama, encontraron otro hueco de unos cuarenta pies de tamaño. Era un cuadrado rodeado por muros de tierra con pequeñas torres. Esta era la provincia de Nanko (la Rama del Sur), que Chun-yu había gobernado. Otros veinte pies hacia el oeste, el túnel los llevó a otro hoyo de aspecto fantástico, donde se encontraba el esquelo de una enorme tortuga. Estaba empapado por la lluvia y cubierto de pasto. Esta era la Montaña de la Tortuga Divina, donde Chun-yu había ido de caza. Contemplando todas esas cosas, Chun-yu se alarmó al observar que correspondían con las cosas de su sueño. No quiso que destruyeran todo eso y mandó a su sirviente que cubriera los hoyos como antes. Esa noche hubo tormenta. A la mañana siguiente fue a ver los hoyos y encontro que todas las hormigas se habían ido. Recordó entonces la profecía que una calamidad caería sobre el país y que la capital debería ser trasladada. Recordó también la invasión por Tanman y pidió a sus amigos que cavaran algo más. Siguiendo el pozo hacia el este encontraron un río seco y un gran árbol de sándalo a su lado. Muchas hormigas se congregaban en un pequeño hoyo bajo el árbol. No era este el Reino de Tanman? Cosas tan extrañas eran suficientes para convencer a cualquiera de que en todas las criaturas vivientes existen poderes místicos. Si hasta las pequeñas hormigas podían representar tales escenas, cuánto más seres mayores de los bosques y montañas? En ese tiempo sus amigos Chou Pien y Tien Tzu-hua, que habían tomado parte en su sueño, vivían en Luho. Chun-yu no los había visto por diez días. Mandó entonces a su sirviente a invitarlos. Pero Chou había muerto súbitamente y Tien estaba enfermo y guardaba cama. Al oir esas malas noticias Chun-yu comprendió mejor la incertidumbre de la vida humana, que no es más que un sueño breve y vacío en la provincia de Nanko. Determinó entonces abandonar los placeres mundanos de vinos y mujeres y se entregó al Taoísmo. Tres años más tarde, siendo de cuarenta y siete años, murió en el año de Ting Chou. En el octavo mes del año decimoctavo del período Cheng Yuan, viajaba yo de Soochow a Loyang y había anclada mi barca en la rivera del río Huai; allí me encontré a Chun-yu. A pedido mío, me contó esa historia fantástica pero verdadera. Aunque parece un cuento increíble, sirve para dar una lección moral a los vanos y ambiciosos. Sepan que muchas cosas en el mundo acontecen accidentalmente, como el sueño de Chun-yu. Uno puede ser elevado a posiciones poderosas y ejercer gran autoridad pero no debe envanecerse. Pues como dijo Li Chao, quien fue en un tiempo Ayudante General de Huachou: Su reputación llega a los cielos; Su influencia puede derrocar un reino; Pero toda esa pompa y poder son un hormiguero a los oíos del sabio.

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