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Nueva vida en comunidad paiwan con los esfuerzos para revivir su lenguaje

06/10/2011
Niños de edad preescolar en la aldea Piuma sentados y cantando antes de su actuación en el evento tribal del 20 de agosto pasado. (Fotos de June Tsai)

Niños de edad preescolar que lucían resplandecientes en sus vestidos tradicionales atrajeron la atención durante la celebración anual de la cosecha pueblo aborigen paiwan en el poblado de Taiwu, distrito de Pingtung. En el festival realizado el 15 de agosto pasado, ellos cantaron en fluido lenguaje paiwan junto con los ancianos de la tribu.

Este grupo de jóvenes y ancianos que vino de Piuma, una aldea de 700 personas, ganó el primer premio en la competencia de canto. La capacidad de los niños para ir al mismo ritmo que sus vuvus o abuelos, nota tras nota, fue algo que sorprendió a muchos de los presentes.

“La brecha lenguaje entre las generaciones es enorme”, dice Gincu Kuvangasan, maestra en el único jardín de infantes y centro de ciudado diurno de Piuma. “Los padres jóvenes no hablan paiwan con sus hijos, y los vuvus, que en su mayoría sólo hablan el lenguaje tribal, tratan de comunicarse con sus nietos a través del chino mandarín que han aprendido de la televisión”, añade.

En noviembre de 2008, todo comenzó a cambiar cuando de cuidado diurno fue establecido gracias a un programa de entrenamiento iniciado por el Consejo para los Pueblos Aborígenes (CIP, siglas en inglés). El cuidado diurno evolucionó gradualmente a un jardín de infantes más ambicioso donde el lenguaje paiwan se lo más que se pueda.

La promotora de este proyecto de inmersión en lenguaje jardín de infantes es Tjuplang Ruvaniao, persona oriunda de Piuma que se educó en la urbe y retornó a su tierra natal en 2006, después de trabajar durante años en una gran ciudad.

La aldea se enfrenta a muchos problemas sociales, desde la falta de recursos de cuidado a una alta tasa de desempleo y reveses económicos, según Ruvaniao, quien ahora funge secretaria general de para el Desarrollo Comunitario de Piuma.

“Cuando comenzó a operar la asociación, descubrimos que los asuntos relacionados al cuidado eran particularmente serios, donde todos ancianos, niños y estudiantes necesitaban de algún tipo de cuidado”, explica ella.

Para enfrentarse al problema, la asociación comenzó creando de cuidado diurno para los niños de la aldea de 6 años de edad.

 

Piuma es una aldea esencialmente aborigen situada en las laderas de una colina en la parte más meridional de de Taiwan.

“Acá, virtualmente no hay trabajo. Ha aumentado el desempleo entre los hombres y los padres no pueden darse el lujo de enviar a sus hijos a los jardines de infantes públicos en los poblados cercanos, y ni pensar de aquéllos privados, que son más caros”, explica Ruvaniao.

Ubicado en la aldea, que se encuentra a unos 40 minutos en automóvil desde los poblados más cercanos, preescolar ha sido algo enviado por Dios a los padres. “El servicio de cuidado ayuda a las madres a encontrar y mantener un trabajo, ya que ese dinero extra es el único sustento que tiene la familia”, señala.

La matrícula en el centro ha aumentado de 17 al inicio, a 30 este año. La idea de crear un programa preescolar con enseñanza en paiwan surgió trabajo de los ancianos de la tribu, revela Ruvaniao.

“ organiza actividades en grupo y exámenes de salud semanalmente para los ancianos, cuando se les instan a que discutan acerca de los asuntos comunitarios”, dice ella. “Después de escucharles, sentí que lo que más les preocupa es la pérdida gradual de los recuerdos y la cultura tribales”.

Originalmente, Piuma estuvo ubicada en las alturas de la parte sur de de Taiwan, cerca Monte Dawu. Su remota localidad dificultó el acceso a la atención médica y la educación, resultando en una migración hacia el exterior que obligó a los aldeanos a negociar un trato de intercambio de terrenos con el Gobierno, describe Ruvaniao.

En 1968, la aldea fue reubicada a su actual localidad en el sudoeste de la isla, situada en las laderas de una colina cercana a las tierras llanas poblado de Wanluan. Los recuerdos arduo reasentamiento han contribuido a que existan estrechos lazos comunitarios y un fuerte sentido de misión entre los ancianos por preservar el patrimonio tribal, explica Ruvaniao.

Este contexto histórico ha hecho que el currículum de las clases totalmente en paiwan en la educación preescolar sea altamente significativo. “Ha reiniciado el interés grupo en el patrimonio y la preservación”, dice ella.

Kuvangasan, quien ha enseñado en jardines de infantes en zonas urbanas por casi 20 años, respondió al llamado de su pueblo natal y retornó para dirigir el centro preescolar. Bajo su guía y a través de las consultas con los ancianos, los alumnos han aprendido un vocabulario y expresiones que incluso desconocen sus propios padres.

“Al inicio, las clases totalmente en paiwan causó mucha ansiedad en los niños”, dice Kuvangasan. Ellos rehusaron venir a la escuela, de repente, fue necesario cambiar de pañales y recurrir a la comunicación física, en vez de la oral, entre sí.

Sin embargo, ellos se reajustaron en seis meses. Kuvangasan mezcló el uso de paiwan y mandarín, y llamó la atención de los niños con sus conocimientos acerca de los festivales de la tribu, los insectos y plantas, así como las artes y la arquitectura; todos los cuales pueden ser vistos en el área local.

 

Una maestra dirige a los niños en el jardín de infantes en Piuma durante una sesión de cantos y danzas de la tribu paiwan.

Ella les enseñó canciones tradicionales y trató de ayudar a que los niños se familiarizaran con lo que estaban aprendiendo. Otro paso importante fue lograr la participación de los ancianos y otros miembros de la aldea, usando los campos de mijo, taro y maní como aulas de clase; donde los niños aprenden acerca de las faenas agrícolas, así como el significado de cosechar y compartir.

“Los efectos de tales clases fueron más allá de todo lo que esperábamos, al ver a una vuvu de 90 años de edad llorando de alegría cuando escuchó a los niños cantar y hablarle en paiwan”, describe Ruvaniao.

De esta forma, el jardín de infantes incluso ha contribuido con los esfuerzos de la asociación en el cuidado de los ancianos. “Ver a los niños de la aldea hablar el lenguaje tribal ha confortado espiritual y psicológicamente a los ancianos”, señala.

El progreso de los niños ha afectado también a los padres y los maestros jóvenes, ayudándoles a reclamar su semi-abandonada lengua materna. “Estamos aprendiendo junto a ellos a hablar el lenguaje, que entendemos pero tenemos problemas al hablar”, dice Kao Yu-en, otra maestra.

Incluso algunas familias que se han mudado fuera de la aldea están enviando a sus niños al centro preescolar.

“Prefiero la educación aborigen al jardín de infantes regular operado según los estándares urbanos, debido a que la forma en que cuidan a mi niño acá en Piuma me recuerda de mi niñez, cuando toda la aldea era nuestra escuela”, dice Zepul Lajuganivun, que trabaja en el Café Piuma, el restaurante y centro de información informal de la aldea.

Pero pronto, el programa preescolar desembocó en enredos administrativos. El Ministerio del Interior descubrió irregularidades con las instalaciones y el personal docente jardín de infantes; y en abril de 2009, perdió su apoyo financiero.

En otras aldeas aborígenes, centros de cuidado diurno similares fueron cerrados cuando se les canceló su apoyo financiero y los maestros no recibieron sus salarios. preescolar en Piuma logró seguir funcionando durante cuatro meses con el respaldo de la asociación comunitaria.

Afortunadamente, fue aprobado un programa experimental propuesto por el CIP donde el jardín de infantes seguirá funcionando hasta fines de 2012.

“Esperamos que el Gobierno haya reconocido realmente la situación diferente en las aldeas aborígenes, y las necesidades especiales en el cuidado de niños y ancianos”, indica Ruvaniao.

Ella hace hincapié en que se debe permitir más flexibilidad a las comunidades aborígenes en términos de leyes y reglamentos. “Por ejemplo, nuestro problema tiene que ver menos con maestros que no tengan certificados reconocidos por el Gobierno que con la falta de docentes que hablen paiwan”, añade Ruvaniao.

Después de todo, el jardín de infantes ha jugado un papel clave para ayudar a mantener vivos la aldea y el espíritu de la comunidad. También ha probado ser la fuente de un sentido de seguridad en los padres de familia, y la esperanza para la restauración de la cultura en los ancianos, según Ruvaniao.

“A través de los años, los niños que han crecido con su propio lenguaje y cultura tendrán confianza en sí mismos, al conocer cuáles son sus raíces”, asegura ella.

Traducido del Taiwan Today
por Luis M. Chong L.

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