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01/12/2006
La Compañía de Teatro Godot. La dedicación y la fe en su poder de atraer gente son lo que mantiene el flujo de aficionados.

El número de aficionados al béisbol y del teatro en Taiwan es un estudio de contraste —los estadios de béisbol están repletos; en cambio, los teatros están bastante vacíos— o sea, que tienen muy poco en común ambos entretenimientos. Sin embargo, ambos fueron traídos a Taiwan por los japoneses durante su ocupación de la isla entre 1895 y 1945.

Asunto extranjero

La nueva forma de actuación con diálogo, aunque diferente de la ópera taiwanesa tradicional, atrajo el interés de algunos locales. Lu Su-shang (1915-1970), un artista de teatro pionero, escribió que más de una docena de grupos fueron organizados, y fueron presentadas obras en japonés y taiwanés de manera regular desde 1910 hasta finales de 1930. Cuando empezó la Guerra Sino-japonesa en 1937, el teatro taiwanés fue obligado a mostrar la gloria de la marcha militar del Imperio Japonés.

Entre tanto en China, las obras teatrales en todos los lugares, desde teatros públicos hasta en los campus escolares se volvieron cada vez más politizados. Hasta las fuerzas armadas tenían sus propios grupos teatrales para animar a los soldados y civiles a luchar contra los japoneses. Los comunistas chinos y los nacionalistas hacían obras teatrales para expresar su oposición entre sí, y algunos grupos teatrales chinos privados trajeron sus espectáculos a Taiwan.

El tráfico a través del Estrecho de Taiwan se detuvo cuando los nacionalistas chinos trajeron sus circos a la ciudad, y el teatro taiwanés se convirtió en una herramienta para hacer propaganda. La única diferencia fue que los villanos ya no eran los japoneses, sino los chinos comunistas. “El anti-comunismo era el principio guía de la nación para todo, incluyendo el arte y la literatura”, dice Ma Sen, profesor del Instituto de Postgrado de Estudios Literarios de la Universidad Fo Guang. “Los organizadores de las obras de teatro hacían lo que se les decía, pero el tema único limitaba el desarrollo del teatro”.

La escena empezó a cambiar a finales de los años sesenta y principio de los setenta cuando los conceptos de teatros pequeños y experimentales, junto con las nuevas ideas y métodos de entrenamiento, fueron traídas desde el exterior por los académicos. Los escritores también ampliaron el tema único, y la proporción de obras anticomunistas en el repertorio nacional comenzó a disminuir. “A menudo la redacción de dramas es influenciada por las experiencias de la vida”, dice Ma, “para aquellos nacidos y criados en Taiwan, es difícil escribir sobre algo que nunca han vivido”.

Con el apoyo de entusiastas y académicos del teatro, los grupos independientes tales como el Taller de Drama Lan Ling y el Taller de Actuación fueron establecidos en los años setenta y ochenta. Mientras que la independencia permitió a los actores y escritores la libertad de hacer lo que ellos eligieran, los grupos aún tenían que hallar el dinero para sustentarse, lo que no era una tarea fácil en esa época.

Seguir el trabajo diurno

La mayoría de los grupos teatrales adoptan un tipo de método relámpago. Los miembros se juntan en el escenario para una producción, y luego vuelven a sus “vidas reales” al cerrarse las cortinas. Sin oficinas ni personal a tiempo completo, estos grupos no tienen que preocuparse sobre renta, cuentas o costos administrativos. “Ellos viven de la pasión de sus miembros por el teatro”, dice Hwang Mei-shu, dramaturga y profesora en el Departamento de Drama, de la Universidad de la Cultura China. “Ellos desaparecen tan pronto se enfría la pasión o los miembros tiene que irse a trabajar o algo”.

Algunos buscan un mayor grado de permanencia. “Encontrar el dinero para administrar un grupo es estresante, pero el estrés hace que se progrese”, dice Chang Ling-hsien, actriz y administradora de teatro. “Para cubrir los costos, hay que planificar cada centavo —siempre se necesita producir mejores obras que atraigan un público más numeroso”.

En la actualidad, el dinero viene de tres fuentes: el Gobierno, las empresas privadas y las ventas de taquilla. Las agencias gubernamentales, tales como el Consejo para los Asuntos Culturales, la Fundación Nacional de Cultura y Artes y los burós culturales de los gobiernos locales, patrocinan grupos teatrales. Estas agencias evalúan los valores de producción y el potencial de los grupos que solicitan. “El problema es que no hay suficientes para todos los solicitantes”, dice Hwang Mei-shu. “Con reducidos presupuestos del Gobierno, el dinero que obtiene cada grupo no es generalmente suficiente para cubrir los gastos administrativos diarios, y mucho menos los costos de producción”.

Lee Huei-na, directora administrativa de Sociedad Creativa, un grupo fundado en 1997 por un grupo de dramaturgos, trabajadores de teatro y profesores de artes interpretativas, explica que los costos de producción incluyen el alquiler de salas de ensayo y teatros, luces, trajes y publicidad. Para la mayoría de los grupos teatrales de Taiwan que no tienen sus propias instalaciones, realizar entre 20 y 30 ensayos es una carga financiera pesada. “La creatividad es siempre la clave del buen drama”, dice, “pero cuando se refiere a problemas que la creatividad no puede resolver, el dinero es generalmente la respuesta”.

Muchos teatros han comenzado también a buscar el patrocinio de empresas. “No es poco común que las compañías patrocinen actividades culturales hoy día”, dice Chang. “Pero parece que no demasiadas de ellas han sido atraídas hacia el círculo teatral local”. Hwang Mei-shu indica que las compañías están más deseosas de verse mencionadas como patrocinadoras de producciones por grupos establecidos, en vez de grupos pequeños y sin fama.

El dinero podría ser igualmente una parte de vital importancia, pero se necesitan asimismo actores, diseñadores, directores, dramaturgos y técnicos para producir una obra teatral. Mientras que los grandes grupos teatrales de Taiwan han fomentado sus propios equipos profesionales, los más pequeños buscan generalmente a los suyos caso por caso. Actualmente, la mayor parte de sus profesionales vienen de varias universidades locales que cuentan con departamentos y programas de postgrado de drama o teatro. Un flujo continuo de gente que ha vuelto con postgrados y doctorados en artes interpretativas fertiliza también el panorama dramático. Los grupos teatrales establecidos ofrecen también clases de formación a aquellos que no cursan carreras en artes teatrales, pero están interesados en éstas.

Sin embargo, escribir obras es un área que aún no se ha desarrollado bien. Hwang explica que esto no significa que no hayan buenos dramaturgos u obras, pero es un área que está rezagada en comparación con otras actividades literarias en Taiwan. Los graduados de drama de las universidades locales pasan un año escribiendo obras, lo que les da sólo las reglas y destrezas básicas. “Reglas y destrezas son sólo los medios para traducir el pensamiento en una obra”, dice. “Lo que lo convierte en un dramaturgo es si se tiene lo que se necesita en la mente para ser traducido —algo que no se puede aprender en clase”.

Aún cuando alguien tiene talento y las características adecuadas, ser dramaturgo profesional o cualquier otro profesional teatral no es necesariamente la mejor opción. Las horas son largas e irregulares, y el pago es irrisorio. “Nadie quiere dejar a la familia a las siete en la mañana y regresar después de la media noche, por esto la gente deja de hacerlo cuando se casa u obtiene un trabajo con un horario normal de trabajo”, dice Lee Huei-na. “Toma mucho tiempo entrenar gente, por eso queremos que se queden, y un horario más regular de trabajo es una ventaja”. Un buen cambio en los últimos años es que algunos grupos establecidos han comenzado a trabajar en un horario diario más normal, aunque hay veces cuando las cosas salen fuera de control.

Sin ayuda de nadie

A medida que los trabajadores teatrales han ido mejorando sus destrezas con el paso de los años, el público ha madurado. “‘Bueno’, ‘malo’, ‘me gusta’, ‘no me gusta’ eran casi todos los comentarios que hacía el público en el pasado”, dice Chang. “Pero ahora te dicen por qué ellos piensan que una obra es buena o mala, cuáles son los problemas que tiene o qué trata de expresar. Eso es algo muy valioso para nosotros”.

Sin embargo, los actores con talento que pueden vivir con poco pago y los aficionados al teatro más educados que aprecian las buenas obras, no garantizan necesariamente el éxito de taquilla. Una razón es que muchas salas de teatro son demasiado pequeñas para generar buenos ingresos. Con quizás sólo unos doscientos asientos, las obras pierden a menudo dinero aunque vendan todas las entradas.

Otra razón es que las mejores salas de teatro tienen que reservarse con un año de anticipación, y muchas cosas pueden ocurrir durante doce meses. Por ejemplo, si la economía baja, la gente gasta menos en entretenimiento. Pero hasta cuando los tiempos son buenos, los recibos de la taquilla no necesariamente siguen esa tendencia. Lee Huei-na explica que reservar los boletos en línea es una práctica común en estos días, pero muchos aficionados al teatro prefieren aún comprarlos en la puerta antes del espectáculo. “Si ese día, el tiempo no está bueno, no van y la mitad de los asientos queda vacía”, dice. No hay manera de predecir eso cuando se reserva una sala de teatro, hacemos todo lo que está a nuestro alcance y esperamos lo mejor”.

La falta de salas de teatro parece ser la razón por la que la mayoría de las producciones sólo se presentan unos días nada más, en vez de durar meses o años como en Londres o Nueva York. Aunque la verdadera razón de la corta duración de las presentaciones es que aunque gradualmente el público está aumentando, en general no existe una cultura de aficionados al teatro en Taiwan. “La gente va a Broadway desde todos los rincones del mundo, pero poca gente viaja a otra ciudad para ver una obra de teatro en Taiwan”, dice Lee. “Si me da el Teatro Nacional durante seis meses, probablemente me quedaría sin público en dos semanas”.

Fomentar una cultura de aficionados al teatro es algo que no puede lograrse de un día para otro, pero las bases ya han sido sentadas. Por ejemplo, algunos grupos han visitado campus universitarios y celebrado seminarios haciendo el intento de estimular los intereses de los jóvenes en el arte. Varios grupos han creado campamentos de teatro infantil donde los niños pueden adquirir cierto conocimiento básico sobre el teatro. También ayuda que la Ley de Educación Artística aprobada en 1997, enumera el drama como un tema a estudiarse en las clases de arte de primaria y secundaria básica. Hwang Mei-shu enfatiza que no se trata de educación profesional que va a formar a los futuros directores y dramaturgos, pero algo que ofrezca una salida para la creatividad e imaginación de los niños. “Cuando crezcan, algunos de ellos podrían ser dramaturgos o actores, y algunos de ellos podrían ser simplemente aficionados al teatro”, dice. “De cualquier manera, sería bueno para el teatro”.

Las reseñas son otra cosa que podría ayudar, pero éstas son poco frecuentes en Taiwan. Una de las razones es la corta duración de la mayoría de las producciones. “Usted ve la obra la primera noche, escribe una reseña y se la da a periódico que se queda con ella para editarla o razones de espacio”, dice Hwang. “Cuando la gente lee la reseña, ya el telón se ha bajado”. Pero Lee Huei-na piensa que las reseñas pueden ayudar a que los grupos dramáticos crezcan aún cuando no se publiquen a tiempo. “Hay muchos grupos, lo que significa que el público tiene mucho para elegir”, dice. “Alguien podría montar una obra mediocre, pero será difícil que venda boletos para la próxima”.

En el pasado, muchos grupos teatrales han desaparecido después de una o dos producciones, pero algunos han logrado permanecer en el círculo y les va bien. La dedicación al teatro es una necesidad obvia, pero la fe en el poder de las obras para encantar a los aficionados es de igual significado. “El cine y la televisión están por doquier, pero no pueden reemplazar la experiencia viva de la interacción entre los actores y el público”, dice Hwang.

Entonces, parece que el béisbol y el teatro tienen algo más en común que su origen. Ambos alejan a la gente de los televisores y salas de cine porque ofrecen al público eventos verdaderos que ocurren delante de nuestros propios ojos. Los aplausos por un jonrón y las lágrimas por una tragedia, representan lo mismo: interacción en tiempo real entre los jugadores o actores y el público; es decir, entre personas.

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