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Papel hecho a mano

01/10/2006
El turismo detuvo el declive de la fábrica de papel de Hwang Huann-jang.

La apreciación de las pinturas en tinta china depende en gran medida del gusto individual. Algunos se centran en la manera en que se organiza el espacio, algunos en la idea expresada y otros en la técnica y estilo del artista. Sin embargo, poca gente es como Hwang Huann-jang —él está mucho más interesado en la hoja de papel que en lo que está sobre ella. La segunda generación de propietarios de Papel Hecho a Mano Goang Horng Shing, Hwang ha pasado más de cuatro décadas en la producción de papel hecho a mano para pinturas y caligrafía con tinta china, o “papel cultural” como se le conoce en la industria.

En 1965, Hwang Yao-dong, fundó Goang Horng Shing en Puli, un pueblo pequeño en el Distrito de Nantou en el centro del país. El había trabajado en otra fábrica de papel durante 14 años antes de comenzar su propio negocio. Mientras que la historia de la fabricación de papel a mano en Puli es relativamente corta en comparación con la de China, el pequeño pueblo fue una vez el centro de la fabricación de papel cultural de Taiwan. Los inmigrantes chinos trajeron las técnicas básicas de la fabricación del papel a Puli en la Dinastía Qing (1644-1911), convirtiendo el bambú y las fibras de paja en papel para el uso religioso y cotidiano.

Durante siglos, el papel cultural fue enviado a Taiwan desde China, hasta 1935 cuando los japoneses establecieron la primera fábrica de papel de Taiwan en Puli. “Lo que hace que Puli sea un lugar ideal para este negocio es su agua”, explica Hwang Huann-jang. “El proceso de fabricación requiere grandes cantidades de agua, y el contenido mineral del agua es crítico para el producto final”. Por ejemplo, demasiado hierro y el papel se vuelve amarillo. Demasiada cal, y el papel se vuelve quebradizo.

El papel utilizado para la pintura y caligrafía con tinta china se hace con la corteza de árboles de mora y sándalo. El papel hecho de mora se conoce como papel de algodón, y el hecho con sándalo se llama papel xuan, por su origen en Xuancheng en la provincia Anhui de China. Los pintores y calígrafos tienen sus propias preferencias, porque los dos tipos absorben tinta de forma diferente. Los japoneses trajeron las técnicas de fabricación de papel de algodón durante su ocupación de la isla, mientras que el flujo de la post guerra de los inmigrantes chinos nacionalistas trajo la fórmula del papel xuan, así que la feliz contribución de ambas culturas satisface muy bien la diversa demanda artística.

Mientras que los fabricantes de Puli perfeccionaban sus destrezas, la demanda por sus artículos comenzó a crecer en los años setenta a medida que las economías de Taiwan, Japón y Corea prosperaban. Con bajos costos de mano de obra y gozando de reputación por la alta calidad, Puli se convirtió pronto en el centro manufacturero de papel más grande de Asia, con más de 50 fábricas.

El apogeo del negocio duró alrededor de 10 años, hasta que algunos fabricantes comenzaron a reducir tiempo y costos, mediante envíos en barco de productos de menor calidad. La reputación tan duramente ganada de Puli quedó en ruinas, y en consecuencia, el mercado se desplomó. Las fábricas cerraron o se trasladaron fuera de la isla en búsqueda de mano de obra más barata. Goang Horng Shing, que exportaba principalmente a Japón, enfrentó la misma dificultad, pero no tenía otra opción. “No podíamos cambiar de negocio porque fabricar papel era lo único que sabíamos hacer”, dice Hwang Huann-jang. “No podíamos irnos fuera porque no teníamos dinero”. Al final, Goang Horng Shing decidió centrarse en el mercado doméstico. “Eramos como un supermercado donde se podía hallar todo tipo y tamaño de papel”, dice Hwang.

Con un control de calidad estricto y alta flexibilidad, la pequeña fábrica pronto se volvió en uno de los suministradores más grandes del mercado local. Durante su período más ocupado, Goang Horng Shing producía papel en grandes cantidades desde las tres de la mañana hasta las ocho de la noche para satisfacer los pedidos. Sin embargo, la calidad y la variedad pudieron solamente satisfacer el mercado durante otra década, antes de que la compañía local fuera aventajada por el papel importado de las empresas taiwanesas en el exterior. “La gente puede comprar una pieza de papel cultural importado por NT$3 (US$0,9), mientras que el costo de nuestra mano de obra solamente es entre NT$7 y $9”, dice Wu Shu-li, la esposa de Hwang. “Como a los consumidores locales les importa más el precio que la calidad, estamos totalmente fuera del juego en cuanto al precio”.

El escenario se desarrolló como ocurrió en Japón —las importaciones baratas cortaron a los fabricantes locales. Las respuestas de los fabricantes colonizados y los colonizadores, sin embargo, no pudo haber sido más diferente. “Los taiwaneses se reubicaron y ‘exportaron’ el papel más barato a su propio país, lo que destruyó la industria local que ya estaba en dificultades”, dice Hwang. “Los japoneses redujeron sus operaciones y mejoraron sus productos”. Hwang cita a menudo el ejemplo de una fábrica de papel japonesa que operó durante 14 generaciones, a pesar de haber quedado reducida de una gran fábrica con docenas de trabajadores a una operación de una pareja de marido y mujer. “Ellos siguen haciendo papel porque no quieren que su artesanía termine en sus manos”, dice Hwang. “Para ellos no es sólo una manera de ganarse la vida, sino una herencia cultural que debe transmitirse”.

Al haber pasado los tiempos buenos y difíciles con su padre, Hwang Huann-jang se hizo cargo de la fábrica de papel de su padre en 1996. “El negocio en esa época estaba en su punto más bajo —honestamente no le veía futuro”, dice. El se encargó del negocio de la familia a pesar de todo, pensando que no podía ponerse peor de lo que ya estaba. Por suerte, la oportunidad tocó las puertas. Los restaurantes y hoteles locales estaban trabajando con industrias para promover juntos el turismo. La alianza consistía en que las giras incluían una visita a una fábrica de vinos, un parque de tallado sobre piedra, una fábrica de laca, una granja de flores y dos fábricas de hacer papel. (La otra fábrica quedó destruida tras el poderoso terremoto del 21 de septiembre de 1999). “Cada industria tiene su propia cultura, pero este aspecto se ignora con frecuencia”, dice Wang Hao, un artista de Puli que instigó la idea. “El propósito del turismo industrial es desenterrar y reconstruir la cultura de Puli, y ayudar a que sobrevivan los negocios que van en declive”.

Sin embargo, para la mayoría de las industrias tradicionales, el turismo era algo totalmente diferente de lo que ellos conocían. “Hacer papel a mano era un negocio muy cerrado —cada fábrica consideraba que su fórmula de fabricación era confidencial, y tenían un cartel que decía ‘personal autorizado solamente’ en su puerta”, dice Hwang. “Sólo teníamos que tratar con los suministradores. No teníamos idea de cómo hablar con turistas y no había nadie de quién aprender”. Intrigados por saber de dónde vendría la próxima comida para él y sus empleados, a Hwang no le quedó otra opción e hizo la prueba. Sin fondos para contratar más personal, Hwang y Wu se convirtieron en guías turísticos, mientras que el mayor de los Hwang recibía a los ocasionales turistas japoneses.

Se les da la bienvenida a los visitantes en la entrada de la fábrica donde hay varias plantas usadas comúnmente para hacer papel, aunque la mayor parte de la materia prima es importada hoy día. Teóricamente, cualquier material fibroso puede convertirse en papel, pero algunos son mejores que otros. Además del papel de algodón y el xuan, Goang Horng Shing ha desarrollado papel de la piel del bambú de agua y fibra de areca —plantas que crecen mucho en Puli. Hwang Huann-jang explica que el papel no era tan popular debido a los pequeños puntos blancos que no absorben tinta, en sus superficies; sin embargo, a algunos artistas locales les gusta por esa misma razón.

Se les muestra a los visitantes cómo se hace en realidad una hoja de papel. La corteza se lava, hierve y blanquea, y luego se convierte en pulpa. La pulpa se agrega a una batea de agua. Un empleado mete un colador de bambú en la batea y sumerge el papel, sacudiendo el colador de un lado para el otro hasta que se forma una capa delgada y plana de pulpa en su superficie. Una pila de papel húmedo recién hecho se presiona para remover la mayor parte de la humedad. Luego cada hoja individual se seca en un secador plano. La artesanía parece ser simple, pero de hecho no lo es. Sólo la experiencia le dice al fabricante de papel cuánta pulpa hay en cierta cantidad de agua después de cuántas sacudidas del colador para una hoja de cierto grosor. Y hacer cientos de hojas de papel del mismo grosor requiere de mucha habilidad con los coladores de bambú.

En la actualidad, hay 12 trabajadores en la fábrica, que hacen 3.000 hojas de papel al día para los mercados japoneses y coreanos. “Lo que tenemos para los visitantes es una fábrica de papel hecho a mano en operaciones, en lugar de una sala de exhibición donde solamente se hacen demostraciones cuando llegan los turistas”, dice Hwang. “Somos una fábrica que hace papel para ganarnos la vida, por eso siempre le recordamos a los visitantes que no desperdicien ningún trozo de papel después de conocer los recursos y la mano de obra necesaria para hacerlo”.

Después de la gira gratuita, los visitantes pueden hacer sus propias hojas de papel en una variedad de estilos personalizados —desde impresiones de manos individuales hasta arreglos florales entre dos capas de papel delgado. Dependiendo de los materiales necesitados, los visitantes pagan entre NT$50 y $250 (US$1,5 y $7,5) por los programas de bricolaje. Ellos pueden visitar un pequeño museo donde se exhiben las materias primas, herramientas y obras de arte de papel, antes de marcharse, pueden elegir de una resma de productos únicos de papel incluyendo bolsas, sombreros y servilletas.

Durante un fin de semana ajetreado, Goang Horng Shing puede recibir hasta 30 autobuses de visitantes, pero Hwang nunca ha contado el número de visitantes que visita en realidad o si ha ganado dinero con esta actividad. “Esta es una industria cultural donde no se calcula exactamente cada centavo de inversión y ganancia”, dice. Pero su esposa tiene un ojo más en las finanzas. Según la cuenta de Wu Shu-li, los programas de bricolaje y la pequeña tienda son sus principales fuentes de ingreso y ofrecen alrededor de 20 oportunidades de trabajo para los guías de la fábrica.

El programa de turismo parece haberle devuelto la vida a la fábrica, pero Hwang no tiene idea de cuánto durará. Los artesanos —o la falta de ellos— son nuestro principal problema. El calcula que hay menos de 200 artesanos, con un promedio de 60 años de edad aproximadamente, que trabajan en las siete fábricas de papel que hay en Puli. Aunque tienen muy buenas técnicas, ya no son muy productivos en el trabajo que es física y mentalmente exigente. Hwang dice que los trabajadores que solían hacer 600 hojas al día en su mejor época, sólo pueden hacer 300. Lo que es aún más preocupante es que no hay gente nueva. De hecho, Hwang no recuerda haber visto ningún empleado nuevo en los últimos 15 años.

Aparte de todas las preocupaciones, Hwang se levanta temprano, ordena sus asuntos y recibe calurosamente a los visitantes. “La gente dice que la fabricación a mano de papel era una industria en declive hace 30 años, pero todavía estamos aquí”, dice. “ ¿Quién sabe? Quizás aún nos queden 30 años más”.

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