05/05/2024

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Taiwán Hoy

De tierra y fuego

01/05/1999
El artista prefiere los glaseados tradicionales tales como esta pieza de celadón con cangrejos tallados.

n aspecto de la cerámica que fascina a la gente es la variedad y el colorido de los glaseados que usan los artistas. Los ceramistas tienen sus propias fórmulas para crear colores únicos en sus piezas, y en ocasiones, el glaseado de éstas sirve para identificar la época a la que pertenecen o para distinguir a unos artistas de otros. Entre la gran variedad de glaseados, una tonalidad muy especial del color rojo ha sido conocida en la historia china como “escarlata embriagado”. Es difícil describir este color con precisión pero, según la leyenda, cuando Yang Yu-huan (719-756), concubina de la dinastía imperial Tang, lo vio por primera vez, quedó tan maravillada que comenzó a actuar como si estuviera embriagada. Yang Yu-huan tiene fama de haber sido una de las mujeres más bellas en la historia china, y se han escrito muchos poemas, historias y cuentos sobre ella. En la actualidad, todavía es habitual que la gente lea estos materiales e incluso una ópera de Pekín se denomina “La concubina embriagada”.

Esta última muestra a Yang embriagada (por el licor, no por la contemplación del color rojo del glaseado) burlándose de los sirvientes eunucos. Los artistas mantuvieron esta fórmula del glaseado “escarlata embriagado”, como tantas otras técnicas artesanales en secreto, así que dicha fórmula fue a parar a una tumba, hace mucho tiempo, junto con uno de ellos. No fue sino hasta 1990, cuando Chang Chi-tao “recreó” este legendario color, que la gente pudo nuevamente volver a “embriagarse”.

Chang tiene ahora sesenta y seis años. A mucha gente le sorprende bastante enterarse de que este famoso artista tocó la arcilla por primera vez después de los cuarenta años de edad --un comienzo bastante tardío en su carrera, en comparación con muchos otros ceramistas. Nació en 1933, época de guerra y caos, en una familia de agricultores en Changsha en la Provincia de Hunan. Aunque Chang fue más afortunado que otros niños y pudo recibir educación durante varios años en una escuela privada de su aldea y en la primaria pública de su pueblo, la guerra le impidió continuar sus estudios. En 1949, junto a muchos otros jóvenes, se incorporó al ejército nacionalista para que no lo obligaran a unirse a las fuerzas comunistas. Tenía sólo dieciséis años. Ese mismo año, Chang se trasladó junto con las fuerzas nacionalistas a Taiwan, sirviendo con dedicación como oficial por veintidós años. Chang fue un buen soldado, pero no tenía mucha ambición por “hacer carrera matando gente y disparando”, como ahora dice. En 1971, se jubiló de su cargo como capitán de una sección de artillería.

De tierra y fuego

“Existen muchas posibilidades e incertidumbres, y cada pieza puede ser una nueva experiencia”.

En los dos años siguientes, Chang trabajó como gerente de control de materiales en las sucursales de dos compañías norteamericanas fabricantes de electrodomésticos. Ocuparse del control de materiales nunca fue un problema para Chang gracias a su experiencia en artillería. Sin embargo, otros aspectos del trabajo no cuadraban tanto con su experiencia del ejército. “Suponía una gran presión tener que ocuparme del personal. La mayoría de ellos tenían mayor nivel educativo que yo, y eso me hacía sentir incómodo”, recuerda Chang. “Me pagaban muy bien, pero de haber continuado allí mi vida se hubiera acortado”. Cuando una de las compañías quiso enviarlo a Afghanistan para un proyecto de contrucción, Chang le comunicó a su jefe que no iría porque deseaba quedarse en Taiwan para cuidar de su esposa e hijos. Con esta excusa, Chang dejó cortésmente su trabajo.

Su renuncia lo liberó del estrés de dirigir personal, pero la vida debía continuar con o sin un buen sueldo. Para mantener a su esposa, hija y dos hijos, Chang y varios amigos juntaron el dinero suficiente y abrieron una fábrica de cerámica funcional y decorativa. Según Chang, gerente de la compañía, sus productos no eran malos, pero sencillamente resultó no ser el momento más adecuado para un negocio así. La fábrica inició sus operaciones, para poco tiempo después verse atrapada en medio de la crisis energética de mediados de los años setenta. No había mercado y, sin un sólido respaldo financiero, no tuvieron más remedio que cerrarla.

Para Chang éste fue su primer contacto con la cerámica y, aunque le costó la pérdida de todos sus ahorros en menos de un año, eso no lo desanimó. El poco tiempo en contacto con esta artesanía, de alguna manera consiguió transformarlo de un soldado retirado desconocedor de la cerámica en alguien muy interesado en ella-- a pesar de lo poco que sabía al respecto. “La cerámica fue inocente”, afirma Chang. “El fracaso de nuestra fábrica se debió a la difícil situación económica, no a la cerámica”. Con esto en mente, Chang decidió intentarlo de nuevo. Para aprender más sobre esta artesanía, comenzó a asistir a clases dirigidas por Lin Pao-chia (1915-1991), conocido como el padre de la cerámica en Taiwan. Aunque su conocimiento y destrezas en el arte de la cerámica eran muy pobres, su experiencia en física y química, obtenida cuando formaba parte del escuadrón de artillería, le ayudaron a aprender rápidamente sobre la arcilla, los glaseados y el horneado. Tras cursar estudios con Lin durante tres años, en 1978 exhibió sus obras en la “Exhibición de Lin Pao-chia y sus discípulos”.

De tierra y fuego

Los coleccionistas están a la espera de piezas de Chang, a pesar de que la situación económica no está en su mejor momento.

La muestra tuvo éxito y le dio un impulso a su carrera. La gente del mundo de la cerámica comenzó a interesarse por esta nueva figura, y sus obras cautivaron a los coleccionistas. Sin embargo, su sueño era establecer su propia fábrica de cerámica. Al comunicar su plan a sus colegas, estos no estuvieron muy de acuerdo. “El maestro Lin me advirtió que para administrar una fábrica se requería mucho más que sentir pasión por la cerámica”, recuerda Chang. “Y mi esposa me dijo que si después de mi jubilación nadie quería continuar administrando la fábrica, sus instalaciones acabarían convertidas en un montón de chatarra”. Chang dejó de hablar del tema, y poco después, abrió su propio taller.

A principios de los ochenta, durante los primeros años que siguieron el establecimiento de su taller, el arte de la cerámica en Taiwan apenas se encontraba en su primera etapa. “Había sólo unos cuantos ceramistas, y un puñado de coleccionistas”, dice Chang. “El mercado era bastante reducido, y afortunadamente la competencia también lo era, así que podíamos vender algunas piezas para ganarnos la vida”. Después de llevar a cabo una serie de exhibiciones a nivel local y en el extranjero, la popularidad de Chang aumentó y, actualmente, es uno de los ceramistas más populares entre los coleccionistas locales. Según su agente, varios coleccionistas poseen una considerable cantidad de sus piezas. Incluso hoy en día, hay coleccionistas a la espera de poder adquirir sus cerámicas, a pesar de la dura competencia y de que la situación económica no está en su mejor momento.

De tierra y fuego

Antiguo y moderno, 23x33x35 cm, 1994

uando se le pregunta por qué sus obras se han vuelto tan populares, Chang siempre lo atribuye a la tradición. Aunque Chang elabora esporádicamente animales, figuras humanas, y pinturas glaseadas, la mayor parte de sus piezas se mantienen dentro del marco tradicional de la cerámica “funcional” --jarrones, tazones, teteras y tazas de té. Chang explica con modestia que, por haber sido soldado durante más de veinte años, en toda su vida lo único que tuvo relación con el arte fue la práctica de caligrafía en la época en que estudiaba en una escuela privada. Quizás por no haber recibido educación formal en arte, no tiene mucha experiencia para crear líneas y formas precisas, y se siente más seguro con las piezas tradicionales. “Algo que existe desde hace mucho tiempo recibe más aceptación de la gente y también puede perdurar más”, manifiesta. “No quiero que mis piezas se vuelvan ‘obsoletas’ en tres o cuatro años”. Chang también explica que este arte se usaba tradicionalmente para elaborar utensilios, por ello las piezas de cerámica pueden ser tocadas, usadas y apreciadas --lo que significa que sirven para emplearse en la vida cotidiana-- aunque la mayoría de los tazones y tazas de Chang terminan decorando las vitrinas de algunos coleccionistas y no en sus comedores.

Chang cree que esta “tradición” incluye el proceso de elaborar la cerámica. “Una pieza de buena cerámica no sólo puede sino que debe crearse a través de un proceso donde se controlan con absoluta precisión la tierra y el fuego”, dice él. Observando las piezas de Chang, no es difícil notar que desde que comenzó a estudiar con Lin Pao-chia, buscaba obtener este control preciso. Con “tierra” se refiere a la arcilla y al glaseado, y con “fuego” al calor del horno. Estas materias pueden combinarse de muchas maneras posibles, llevando a una gran diversidad de resultados. Una cantidad diferente de determinados componentes metálicos en diferentes tipos de arcilla puede producir un tono diferente de cierto color. Las cenizas del horno de leña dan a la pieza una apariencia “sincera y cálida”, pero el horno es difícil de controlar y con frecuencia los resultados son inesperados. El calor distribuido uniformemente en un horno eléctrico crea una pieza plana y simple. Un horno de gas, en el cual se pueden controlar la temperatura, el suministro de oxígeno y la presión, facilita la labor del ceramista.

Otro aspecto importante en relación con la “tierra” es el glaseado. Chang emplea glaseado crudo, lo que significa que antes de ser horneado se añaden al horno óxido de cobre, óxido mercúrico y otras substancias que crean diferentes colores. El color que resulta del proceso de hornear glaseado es atractivo y duradero, pero su técnica requiere de un buen control de los materiales, porque el color final sólo se podrá ver después de sacar la pieza del horno. Los pigmentos elaborados, por otra parte, son convenientes, pero pueden perder su color con el paso del tiempo. “Los particulares glaseados de Chang tienen como base su comprensión del glaseado tradicional y de sus cambios durante el proceso de horneado”, escribe Liu Chen-chou, profesor asociado del Colegio Nacional de Artes de Taiwan, en el prólogo a una colección fotográfica de las obras de Chang. “Además, él ha creado algo nuevo, que añade naturalidad e intensidad al glaseado”. Chang ha creado en los últimos años muchos glaseados únicos y fascinantes tales como el “escarlata embriagado”, el mitsai (camuflaje), y un tipo de glaseado que da una apariencia “quebradiza” a la pieza. De modo que la inmensa gama de combinaciones es un experimento interminable para Chang. “¿Qué será mejor, usar un veinte por ciento de cierto químico o un treinta, o tal vez un veinticinco?” pregunta Chang. “Hay muchas posibilidades e incertidumbres, y cada pieza puede ser una nueva experiencia. Nunca quedo satisfecho. Creo que nunca lo estaré”.

Hasta ahora el experimento ha durado unos veinte años, pero esto no significa que Chang se sumerja en su trabajo todo el día. De hecho, el artista tiene un horario bastante irregular. Algunas veces trabaja durante varios días consecutivos, y otras pasa de dos semanas enteras sin hacerlo. Pero incluso cuando no está en su taller, la mayoría de su tiempo libre lo dedica a actividades relacionadas con la cerámica tales como asistir a exhibiciones, visitar los talleres de otros ceramistas, y compartir experiencias con otros artistas para “mantenerse al día”, como dice él mismo. Chang también enseñó este arte en un colegio vocacional durante trece años, y en una agencia militar durante nueve.

Pero al igual que los artesanos de la Dinastía Tang que crearon por primera vez el “escarlata embriagado”, Chang guarda en secreto las fórmulas de sus particulares glaseados, y no las incluye en sus clases. “Crear cerámica es como cocinar”, dice él. “Igual que el sabor de un plato depende mucho de la cantidad de salsa o sal que emplea el cocinero, en la cerámica el color de una pieza depende de la cantidad de esto o aquello que use el artista. Y eso es lo que marca el estilo de cada cocinero o artesano”. Conociendo y controlando su salsa y sal, Chang ha establecido un estilo propio, sin dejar de disfrutar de la experimentación y la creación. “Cuanto más viejo me pongo, mayor experiencia adquiero”, dice él. “En esta profesión, si por algo no tengo que preocuparme es mi jubilación, porque puedo seguir todo el tiempo que quiera”.

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