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01/02/2006
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Ng khun-pin se transformó en una estrella inigualable en Los últimos ultivadores de arroz (2005), un documental sobre el menguante sector agrícola de Taiwan

Ng Khun-pin fue una de las estrellas del cine más inverosímiles de 2005. Junto con sus coestrellas —su esposa, otros dos agricultores y un búfalo de agua— Ng actúa exactamente como él vive. El septuagenario sembrador de arroz pasa sus días con la ecuanimidad de su profesión eterna en el Pueblo de Houbi en el Distrito de Tainan, y durante 15 meses le acompañó la presencia de dos directores y sus camarógrafos, quienes grababan su mundo para la producción del documental Los últimos cultivadores de arroz (2005). La versión china del inesperado éxito se traduce literalmente como “sin arroz, vive feliz”, un nombre derivado de la perspectiva equilibrada de Ng sobre la incertidumbre de la cosecha.

Este documental sobre la cada vez más reducida comunidad agrícola continuó la temática de otros éxitos taquilleros, tales como La era de danza (2004), que explora el mundo de la música popular holo de los años treinta, y Vida (2004), sobre los supervivientes del devastador terremoto que sacudió Taiwan en 1999. Estas películas han dado un nuevo impulso a la industria cinematográfica de Taiwan, y confirman que la vida cotidiana, contada de manera imaginativa, puede ser un entretenimiento cautivador.

En el documental ¡A saltar chicos!, por ejemplo, siete niños gimnastas son entrenados por su instructor, mientras que el director, el hermano menor del instructor, graba sus vidas con su cámara. Todo suena muy común, pero las reacciones del público dicen lo contrario. ¡A saltar chicos! y Los últimos cultivadores de arroz produjeron alrededor de NT$10 millones (US$298.500) en ventas de taquilla. No se trata de una suma importante desde el punto de vista comercial, según Sylvia Feng, directora de documentales en el Servicio de Televisión Pública, que financió Los últimos cultivadores de arroz y La era de danza. En vista de que la industria cinematográfica de Taiwan ha estado estancada durante cierto tiempo, las cifras de venta alcanzaron un éxito sorprendente. Vida ganó más en ventas de taquilla que todas las películas locales del 2003. “Los documentales logran hacer sentir al público de una manera muy diferente a las películas ficticias”, dice Feng. “El público encuentra en las películas cosas familiares que ocurren en sus propias vidas”.

El fresco sentido de la intimidad y la realidad en los documentales utiliza un lenguaje cinematográfico diferente para los espectadores, quienes son bombardeados por los espectáculos visuales y efectos especiales de las películas de Hollywood, según Yang Li-chou, presidente de la Asociación para el Desarrollo de Documentales de Taiwan, y también un veterano director de documentales. “Aquellos que no son tan felices con el estilo dominante de Hollywood, se han adherido a esta alternativa”, dice.

Vaivenes cinematográficos

Yang considera que el éxito de los documentales es una repetición fascinante de los cambios de paradigma cinematográficos de Taiwan. A principios de los setenta, Taiwan contaba con una de las industrias cinematográficas más sólidas de Asia, pero la industria próspera comenzó entonces a producir filmes criminales melodramáticos, farsas y romances jugosos. “El gran número de obras inferiores les condujo a un camino sin salida”, dice Yang.

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Los documentales están explorando la historia social de Taiwan, tales como la prosperidad de la música holo en La era de danza (2004).

Las alternativas a las películas excesivamente comerciales aparecieron a partir del movimiento del Cine de la Nueva Ola de los años ochenta. Entre las películas introspectivas y profundas del nuevo estilo se encuentran Un tiempo para vivir y un tiempo para morir (1985) y Polvo en el viento (1986) dirigidas por Hou Hsiao-hsien, así como el frívolo cuento urbano La historia de Taipei (1985) y Los aterrorizadores (1986) de Edward Yang.

Las películas producidas en esta época atrajeron la atención hacia el cine taiwanés en los principales festivales cinematográficos del mundo. Sin embargo, la acogida de la crítica no se tradujo en ventas de taquilla. Aparentemente, los espectadores no encontraron mucho con que identificarse. “La típica tendencia artística de centrarse en personajes de bajo perfil y sus vidas alejaba al público”, dice Wang Wei-tsy, profesora asociada en el Departamento de Comunicación Social de la Universidad Tamkang. “Algunos documentales, por otra parte, se acercaban más al arte pop verdadero porque desarrollaban los elementos dramáticos a partir de una historia simple y verdadera”, dice Wang.

Parecía que los documentales capturaban lo que era bueno de las películas artísticas y ofrecían al público gente verdadera con la que podían identificarse. La estudiante universitaria que perdió toda su familia en un terremoto en Vida y Ng Khun-pin, por ejemplo, son poderosos ejemplos de las emociones de la gente verdadera y su sabiduría práctica a través de simples entrevistas y observaciones de la vida cotidiana.

Yang Li-chou considera que esto no es una rebelión contra el Cine de la Nueva Ola, sino la extensión natural del género. Con bastante frecuencia, la distinción entre documentales y drama es imprecisa. Por ejemplo, ¡A saltar chicos! no está concebida o diseñada como un documental tradicional. Está compuesta con una clara narrativa y carece la sensación estática de algunos documentales. “Pasamos mucho tiempo en espera de lo que queríamos, y sabíamos exactamente qué era”, dice el director Lin Yu-hsien. Lin recibió originalmente entrenamiento para hacer largometrajes. “El filme de documentales ha sido diversificado por directores con entrenamiento y experiencia en largometrajes”, indica Yang.

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La antropóloga Hu Tai-li y su esposo. Su documental Pasando por la villa de mi suegra (1997) afirmó que las historia verdaderas pueden tener éxito en las taquillas.

La prosperidad reciente de los documentales representa en algunos aspectos, las dificultades muy reales para atraer inversionistas para la producción de películas. Los documentales son menos costosos que la filmación de largometrajes. Así como muchos otros directores sin abundante capital, Lin eligió hacer un documental como un trampolín — y logró considerable éxito. Ahora, él está trabajando en una película sobre el área de Simending en Taipei, la zona céntrica comercial antigua, que ahora es un lugar de reunión para los jóvenes. Lin buscará ayuda para recaudar fondos en la Oficina de Información del Gobierno (GIO, siglas en inglés), que ha iniciado un proyecto diseñado en atraer capital riesgo para las producciones de películas locales, mediante la organización de recolectas de fondos de importantes empresas, firmas de capital riesgo, y bancos en el país y el extranjero. Entre otras once producciones que recibirán asistencia se encuentra un documental sobre el fallecido actor de cine Khou Beh-liau, una superestrella cómica de los años ochenta.

No más seriedad

Los documentales se están beneficiando de un estilo más maduro. Aunque se siguen considerando una manera menos costosa de lograr la fama para un cinematógrafo, los directores experimentados también están utilizando una gama de técnicas complicadas para el género.

Por una parte, Tseng Wen-chen ha pasado años perfeccionando su estilo cinematográfico, y ahora se encuentra entre los cineastas de documentales más sobresalientes. Primavera, su película sobre una víctima del “terror blanco”, un período de represión política en Taiwan, ganó el prestigioso Premio Caballo Dorado por Mejor Documental en 2002. El filme contiene elementos poco convencionales para un documental, tales como la animación, y revela el potencial del género en manos de una cineasta con experiencia. Tseng halló también éxito con su primera película de largometraje, Pescando suerte (2005), una historia de amor en la Isla Orquídea, que fue un éxito de taquilla.

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La televisión pública ha dado la oportunidad a muchos cineastas de exhibir sus trabajos. Biografías de los macacos (2004) fue realizada por un equipo documental a cargo de la estación de televisión pública.

Según Yang Li-chou, el estilo de los filmes documentales ha evolucionado considerablemente en las últimas dos décadas. “Cuando era niño”, dice, “un documental significaba aves en vuelo o Chiang Kai-shek declarando guerra contra Japón”. A principio de los años noventa, los filmes sobre naturaleza y temas históricos comenzaron a ofrecer perfiles de gente común, desamparada. Niños de luna (1991), dirigida por Wu Yi-feng, por ejemplo, explora la vida de albinos en Taiwan. Generó mucha discusión e inspiró a otros cineastas a enfocar sus cámaras hacia la vida de la gente común. “En esa época, los documentales ya tenían un gran potencial entre el público”, dice Yang, “pero se limitaba al público televidente.

Wu, director de Vida, inspiró también a jóvenes cineastas en el salón de clases. El enseñaba en el Instituto de Postgrado de Estudios de Sonido e Imagen en Documentales, en la Universidad Nacional de las Artes de Tainan, donde Yang Li-chou era uno de sus estudiantes. El instituto, establecido en 1996, resultó ser un centro educativo para profesionales talentosos especializados en documentales. Jhuang Yi-zeng, uno de los directores de Los últimos cultivadores de arroz, y Tseng Wen-chen también se graduaron de este instituto.

En los noventa, el público mostró que los buenos documentales podían competir con otros tipos de películas domésticas. En 1997, Pasando por la villa de mi suegra, dirigida por la antropóloga Hu Tai-li, se convirtió en el primer documental en lograr razonable éxito comercial. Hu continuó en el género con filmes como Sueño de piedra (2005), que examina la familia de un inmigrante chino que llegó en los años cuarenta y su esposa aborigen en el Distrito de Hualien.

Un cuento tal como es

Los documentales permiten a la gente explorar las tendencias sociales en una sociedad que cambia rápidamente. Por ejemplo, el director Mickey Chen explora la vida de los homosexuales en sus filmes. Chico bonito, un documental sobre una joven comunidad de homosexuales, fue una de las películas locales con más éxito en 1998. Fue seguida por Cicatrices del recuerdo (2005), que se centra en gente homosexual de edad mediana.

El documental Cicatrices del recuerdo fue financiado por el Servicio de Televisión Pública, y se transmitió, así como Los últimos cultivadores de arroz y La era de danza, en su espacio semanal “Enfoque”. Este canal ha sido protegido de las presiones del mercado, y se ha centrado desde 1999 en la producción y transmisión de documentales; asimismo, ha mantenido buenas relaciones con casi todos los principales directores de documentales de Taiwan. “Como los filmes taiwaneses pasan por una mala temporada”, dice Sylvia Feng, “debemos por lo menos fortalecer el sector de los documentales para ayudar a mantener la base de la cultura cinematográfica”. La GIO y la Fundación Nacional para las Artes y Cultura esperan también que los documentales estimulen la industria, y han brindado subsidios para los proyectos de filmes documentales, incluyendo ¡A saltar chicos!

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En Primavera (2002), Tseng Wen-chen explora un período doloroso de la historia política de Taiwan.

En vista de que los documentales poseen generalmente un sentido local, también contribuyen a introducir al país en el extranjero. Los documentales taiwaneses han sido exhibidos en muchos festivales cinematográficos importantes alrededor del mundo, además del bianual Festival Internacional de Documentales de Taiwan, iniciado en 1998 por el Consejo para los Asuntos Culturales del Gobierno. Por ejemplo, Cicatrices del recuerdo fue mostrada en festivales en Tokio y Pusan. El Festival Internacional de Documentales de Yamagata, en Japón en 2005, dedicó una exhibición especial de seis documentales, incluyendo Vida, a la recuperación de Taiwan tras el terremoto de 1999.

Las estaciones de televisión pública extranjeras también han mostrado su entusiasmo sacando al aire películas documentales de Taiwan. Yo amo 080 (1999) de Yang Li-chou, sobre un joven que enloqueció después de terminar su servicio militar obligatorio, salió al aire en el canal de la televisión pública europea que se ve en 10 países. “Debido a nuestra libertad política y pluralismo cultural”, dice Feng, “el ámbito y originalidad de nuestros documentales poseen un gran potencial de mercado en sociedades con ideales similares como las de Europa”.

Feng cree que el color local que se encuentra a menudo en los documentales ayuda a la gente a conocer su propia sociedad, y forma una identidad cultural común.

“El comercio cada vez más maduro de los filmes documentales está muy relacionado con las tendencias sobre localización”, dice ella. “Cuando la gente aprende a ver lo que ocurre a su alrededor, está lista para ser tocada por los asuntos sociales presentados en los documentales”.

Los creadores de documentales están de acuerdo en que no importa qué mensaje lleve la producción, nunca debe dejar de entretener, lo que se logra a través de las referencias humorísticas y las anécdotas de la vida cotidiana. Algunos personajes se prestan para esto más que otros. Por ejemplo, Ng Khun-pin revela un natural aire histriónico cuando describe cómo mima sus campos para que brinden las cosechas a pesar de la inconstancia de la tierra. “La tierra es como mi querida”, dice Ng en Los últimos cultivadores de arroz. “Si ella quiere probar hielo, le compro hielo; si quiere verse bonita, le compró un pintalabios”. Y así, de la sencillez de la cotidianidad y un equipo cinematográfico, nació una estrella.

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