07/05/2024

Taiwan Today

Taiwán Hoy

Colores de Formosa

01/09/2000
Bajo el baniano de Shenkeng (1997) 65,5 x 53 cm

n una sala de exhibición en el sexto piso de un centro comercial en el este de Taipei, Yang Hsing-sheng presenta una exhibición individual de sus pinturas al óleo llamada Valorando a Formosa. Todas las obras en exhibición representan algún aspecto de la isla: arrozales, plácidos puertos pesqueros, playas rocosas, cortijos destartalados. “ ‘La Isla Bella’ corre el peligro de quedar en el olvido, por culpa de una mezcla de exceso de cultivo, desarrollo económico y desastres naturales”, dice. “Lo que estoy haciendo es tratar de preservar toda la belleza posible a través de la única manera en que sé hacerlo con pincel y lienzo”.

La determinación de Yang por representar imágenes que evoquen la identidad única de Taiwan, marca indudablemente sus obras con el estilo nativista o hsiangtu. Pero a pesar de que habla mandarín con un pronunciado acento taiwanés, de hecho, él no es nativo de la isla. Nació en 1938 en una familia de agricultores en la Provincia Jiangxi en China continental. Sin embargo, para el joven Yang, su lugar natal, el distrito de Ruijin, parecía más un campo de matanza que su hogar. Mientras crecía fue testigo de escaramuzas entre los caudillos, y de batallas entre las fuerzas chinas y japonesas. Durante tres décadas, estas facciones beligerantes lograron reducir la población del distrito, de 700.000 a 300.000 habitantes. “Fue una experiencia que quisiera olvidar, pero nunca se va”, dice Yang. “Tuvo obviamente una tremenda influencia en mi manera de pensar y mi actitud hacia la vida”.

Por fortuna, tuvo algunos momentos felices. Uno de los trabajadores del campo solía llevar al chico a expediciones de dibujo. Dibujaba los campos de la familia, las casas de esas zonas, y los árboles y flores de su lugar natal. Los materiales solían escasear, pero las guijarras y las paredes se convirtieron en buenos substitutos para los pinceles y lienzos. Lentamente, sin saber, el chico se enamoró de la pintura.

Luego el gobierno del Kuomintang (KMT) decidió retirarse a Taiwan, y finalmente, la guerra terminó. Igualmente, todos los gratos momentos que había vivido llegaron a su fin el día que dejó su hogar. Yang se hallaba en una lista negra comunista porque su padre se había incorporado a las fuerzas armadas nacionalistas, por ello fue obligado a huir para salvar su vida. Llegó a Taipei vía Hong Kong en 1952. Se reunió con sus familiares, quienes se habían trasladado a la ciudad con el gobierno del KMT hacía tres años. “Supongo que era tan travieso que nadie quiso traerme consigo cuando partieron de China continental”, bromea Yang. La explicación real es más prosaica. La mayoría de la gente que partió hacia Taiwan creyó que sólo se alejaría por un corto tiempo. Los padres de Yang pensaron que la familia se reuniría pronto una vez que el KMT obtuviera nuevamente el control de China continental.

En Taiwan, Yang estudió mandarín con un maestro nativo de Taiwan, lo que explica su marcado acento local. Tras terminar la secundaria superior ingresó al Departamento de Bellas Artes de la Universidad Nacional Normal de Taiwan. Lo que él llama un “tipo de compromiso” entre sus ideales y el mundo real. Pintar era lo que él quería hacer, pero convertirse en maestro era una realidad, ya que en esos días nadie en Taiwan podía esperar ganarse la vida sólo con el arte.

Colores de Formosa

Shihting (1997) 91 x 72,5 cm

En 1967, tres años después de graduarse de la universidad, Yang fue a Estados Unidos a continuar sus estudios. “Quizás fue por la manera en que, en Taiwan, se educa y se anima a los estudiantes a proseguir estudios superiores. De todos modos, pensé que conseguir una maestría e incluso un doctorado era lo correcto”, dice. “Lo que no esperaba era que estudiar para un título le quitaría toda la diversión a la pintura y cuando no hay diversión, la gente se aburre muy pronto”.

En un esfuerzo para cambiar eso, Yang invirtió en una galería en Hollywood, una pequeña empresa que le ayudó a entender mejor cómo funciona el mercado del arte. Otra lección aún más importante que aprendió de esta experiencia fue que se necesita de verdadero profesionalismo para hacer que el mercado funcione como debería. Por ejemplo, los pintores deben aceptar que su responsabilidad es únicamente pintar, y que deben contentarse con dejarle a otros profesionales los asuntos relacionados con la administración o disposición de la galería.

Mientras Yang aprendía cómo administrar la galería, se le hizo casi imposible dedicarle tiempo a sus estudios. Cambió incansablemente de una escuela a otra, hasta que se quedó en New Mexico Highlands University. Cada verano, artistas de todo el mundo venían a un pueblecito cercano a la escuela a vender sus obras. Muchos de ellos podían vivir con lo que ganaban allí durante los tres meses del verano. “Ellos eran profesionales que se ganaban la vida únicamente pintando”, dice Yang. “Los envidiaba no por sus logros artísticos sino porque podían ganarse la vida haciendo lo que les gustaba”.

Otro suceso que le impactó mucho ocurrió en New Mexico. Un profesor visitante le dijo a los estudiantes que debían centrarse en capturar lo que sentían cuando contemplaban los ambientes con los que estaban más familiarizados. “De pronto, me dí cuenta de que no necesitaba un título de maestría para pintar la Montaña Kuanyin (en las afueras de Taipei)”, recuerda el artista. “Y en ese momento, desapareció todo el estrés. “Al diablo con la maestría”, dije, y “la pintura volvió a ser algo fácil y placentero como debería ser”.

ntonces, Yang abandonó su programa de posgrado y abrió otra galería, nuevamente en Hollywood. Le fue bien. Luego, un día un hombre entró y comenzó a conversar sobre diversos asuntos. El le preguntó a Yang por qué quería tener una galería en Hollywood cuando no había ningún establecimiento parecido en Taiwan. En realidad, ¿por qué?, Yang no consiguió una respuesta, vendió la galería, empacó y regresó a Taiwan en 1972. En ese mismo año, abrió la primera galería de arte profesional de Taiwan en la Calle Chungshan Norte de Taipei, una vía pública ajetreada donde también se encuentra el Museo de Bellas Artes de Taipei.

“El propósito de una galería es suministrar espacio donde los artistas puedan promover sus obras”, dice Yang. “Pero al mismo tiempo es importante asegurarse de que el negocio vaya bien, porque los dueños de galerías necesitan ganar dinero para vivir así como los artistas”. Aunque en ese entonces, la mayoría de la gente estaba demasiado ocupada tratando de ganar dinero como para interesarse en coleccionar obras de arte, sin embargo, el personal militar estadounidense apostado en Taiwan constituía una buena fuente de clientes. Animado por el éxito, Yang abrió la Galería de Arte Lung Men en 1975 y tres más durante los años siguientes.

Colores de Formosa

Descansando en el puerto (1999) 100 x 80 cm

El negocio disminuyó con la partida de las tropas estadounidenses a fines de la década, cuando Washington cambió el reconocimiento diplomático de la República de China a la República Popular de China, pero Yang se rehúso a perder el mercado local. Sus galerías presentaban regularmente exhibiciones. La economía de Taiwan comenzó a mejorar. Los empresarios y profesionales locales comenzaron a comprar, en principio de manera cautelosa, pero muy pronto en grandes cantidades, convirtiéndose ellos en el motor que impulsó el mercado del arte en Taiwan.

Yang debía estar complacido. Pero no lo estaba. “Un magnate podía entrar y comprar todas nuestras obras”, recuerda. “La sala de muestra quedaba vacía y el personal de la galería podía descansar el resto del mes, pero eso no estaba bien. El arte no es sólo para los ricos, es para todos. Un profesor de secundaria superior compra una de mis pinturas, la cuelga en su sala de estar, le toma una foto, me la envía, y me dice cuánto aprecia mi trabajo. Eso me conmueve. Esto es lo que debe ser el arte”.

Taiwan no ha preparado a muchos artistas profesionales de dedicación completa, y Yang cree que éste es uno de los factores que evita que la gente común desarrolle interés en el arte. Muchos pintores están obligados a realizar otros trabajos para sobrevivir. “Si se logra tener una fuente de ingresos fija, se puede cobrar diez veces más por una obra, alcanzar una gran reputación, y olvidar el mercado”, explica. “Pero cuando es necesario vivir de la pintura, se sabe que el precio de la obra debe ser razonable, o no se venderá”.

Poniendo acción a las palabras, a principio de los años ochenta, Yang vendió todas sus galerías y decidió dedicarse a ser un pintor profesional, poniéndose al mismo nivel de aquéllos que llegaban cada verano a las cercanías de New Mexico Highlands University. Para él, el estilo de vida de un pintor de dedicación completa es ideal. “Lo único que tengo que hacer es lo que más disfruto, y al mismo tiempo, me gano la vida”, dice. “Tiene que ser el trabajo más libre y fácil sobre la Tierra”.

Yang trabaja en un horario irregular. Puede pintar durante largo tiempo hasta que literalmente se queda dormido sobre su paleta, pero si no tiene ganas de pintar un día, puede encontrársele jugando billar o pachinko hasta muy tarde en la noche. Sin embargo, Yang es un artista prolífico. El dice que no tiene idea de cuántos cuadros ha pintado durante toda su vida, pero sabe que gasta anualmente aproximadamente NT$1 millón en pinturas de óleo. Con un poco más de US$32.000 se puede comprar una gran cantidad de pintura pero no pasa un día soleado sin que Yang no vaya con sus pinceles y lienzos a los suburbios, y si está de humor incluso a las Islas Pescadores, en los alrededores de Taiwan. “Me vuelvo un poco loco cuando brilla el sol, admite, lo que explica incidentalmente el calor, brillo y esperanza impregnados en muchas de sus obras. Y pinto Taiwan porque como dijo el profesor visitante de New Mexico Highlandses un lugar que me inspira profundos sentimientos. Un pintor no puede pintar sin esos sentimientos”.

Ocasionalmente, Yang se torna hacia el arte abstracto. “Es sentimiento”, explica brevemente. Hay también una o dos series de obras sobre Suzhou, Harbin y el centro turístico isleño de Bali en Indonesia. “La curiosidad” es la justificación más sucinta, aunque más adelante la amplifica, diciendo que él solo puede pintar escenas en lugares extranjeros una sola vez, porque en la segunda y subsiguientes visitas, esa curiosidad ya se ha disipado. “A él no le importa el estilo, la teoría, la escuela ni ninguna otra cosa”, escribió Tu Jou-chou, crítico de arte, en un artículo reciente sobre las exhibiciones de Yang del año 1996. “Lo único que le importa es llenar de color el lienzo para expresar cómo se siente ante lo que ve”.

Aquéllos que aspiran convertirse en pintores de profesión tienen que hacer ciertos sacrificios. “La vida familiar no es muy adecuada para alguien que le dedica su vida al arte, con un horario de trabajo irregular”, dice Yang. “No puedo dejarlo todo para ir a cenar con mi familia, pero tampoco es justo para ellos si estoy constantemente trabajando”.

Colores de Formosa

Matsu /3 (1996) 116,5 x 91 cm

on el paso de los años, las obras de Yang han sido exhibidas en muchos lugares en Taiwan y en el exterior. Muchos coleccionistas privados sienten gran interés en sus obras, y éstas también se exhiben en instituciones prestigiosas, tales como el Museo de Bellas Artes de Taipei, el Museo de Bellas Artes de Kaohsiung, y el Museo de Arte de Taiwan. También han sido subastadas en las salas de Christie’s y Sotheby’s. Yang siempre ha creído en que las obras de arte deben tener precios razonables, para que puedan ser adquiridas por coleccionistas de clase media.

Según York Hsiao, presidente del Centro de Arte Capital, las obras de Yang son las más asequibles entre las de los mejores pintores de la isla. En Taiwan, las pinturas al óleo varían de precio según el tamaño. “En ningún caso, los precios razonables son señal de baja calidad”, dice Hsiao. “Sólo significa que el artista quiere que más gente entre en contacto con el arte”.

Para hacer más asequibles sus obras, Yang ha autorizado al Centro de Arte Capital para reproducir varias de ellas en grabados al aguafuerte. Desde hace algún tiempo, este centro ha estado colaborando con una galería francesa para reproducir obras seleccionadas de varios de los artistas más famosos de Taiwan, tales como Max Liu (1912-), Yang San-lang (1907-1995) y Li Shih-chiao (1908-1995). Estos grabados firmados por los artistas cuestan entre NT$13.000 y $100.000 (US$420 y $3.225), y sus originales alcanzan precios de millones de Dólares Nuevos de Taiwan.

“Cuando vi los nombres de aquellos viejos artistas, le pregunté a Hsiao si sabía que vivirían lo suficiente para firmar los grabados, él me dijo que se trataba de una carrera contra el tiempo”, recuerda sonriendo Yang. “Actualmente, estoy también compitiendo contra el tiempo. Quiero pintar tanto de esta isla como pueda, antes de que su belleza quede sepultada bajo una mezcla de cemento e indiferencia”.

Tras décadas de pintar la tierra en la que ha pasado la mejor parte de su vida, el artista se ha ganado el derecho de quejarse de vez en cuando. Pero apenas llega un día soleado, se levanta de su cama, se dirige hacia el campo, y comienza a pintar. “Eso es trabajo”, dice, “y resulta que también lo disfruto”.

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