05/05/2024

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Fama por imágenes: la historia de Lee Ang

01/07/2001
El director Lee Ang. Un caballero y un perfeccionista en el set, tanto su reputación personal como la profesional se equilibran perfectamente.

La mayoría de las damas que se acercan a su septuagésimo sexto cumpleaños desearía probablemente tener una celebración familiar tranquila. Sin embargo, la Sra. Lee no es una señora común, y su cumpleaños el 23 de abril causó cierta conmoción en la isla. Dos meses antes del gran día se asombraba con la cantidad de felicitaciones que llegaron de muchos lugares. Un constante raudal de reporteros llegaba a su puerta, y las fotos familiares antiguas tuvieron que sacarse de su escondite para satisfacer la gran cantidad de curiosos y llenar las secciones de entretenimiento de los periódicos.

A finales de marzo, la mayoría de la gente en Taiwan sabía exactamente lo que esta dama recibiría para su cumpleaños: una visita de su extraordinario hijo, Lee Ang, o Ang Lee, como es mejor conocido en el Occidente: el primer cineasta de Taiwan que gana un Premio de la Academia. El trabajó poco a poco para lograrlo. El año pasado, celebró el octagésimo cumpleaños de su padre con un Oso Dorado del Festival Cinematográfico de Berlin. El 22 de abril de este año, sin embargo, llegó al Aeropuerto Internacional Chiang Kai-shek con un obsequio mucho mejor para su mamá –una estatuilla del Oscar envuelta en una funda de almohada que el director indicó, en tono de burla, haber “robado” de EVA Airways.

A EVA no le hubiese importado; si Lee lo hubiese solicitado, le habrían obsequiado también el avión. El regreso del hijo obediente fue velozmente transformado en un juerga de medios de comunicación que duró una semana. Una conferencia de prensa tuvo lugar pocas horas después de su llegada con la esperanza de satisfacer, de una vez por todas, la curiosidad de la gente, pero éso sólo fue el comienzo. El modesto cineasta cautivó a la prensa con su sonrisa afectuosa y tímida, e inspiró un ambiente agradable que atrajo a tropas de periodistas a dondequiera que iba. Pero la fama apenas casi no ha llegado al corazón de este hombre, quien continúa siendo la más humilde celebridad que cualquiera pueda recordar. Un reportero le preguntó: ¿Por qué sigue siendo tan modesto ahora que ha obtenido lo que la mayoría de los directores de cine taiwaneses ni siquiera soñarían? La respuesta de Lee fue simple, pero convincente: “No veo realmente nada de qué presumir”.

Nadie estaría en desacuerdo en que la buena naturaleza de Lee está a la altura de su excelente reputación profesional. Cada vez que la gente habla sobre él, calificativos tales como “gentil”, “educado” y “considerado” , siempre salen a relucir. Una de las pocas personas que puede presumir de conocerlo bien es Lang Hsiung, quien protagonizó en la trilogía del director sobre las experiencias y adversidades de la paternidad –Manos pujantes, El banquete de bodas, y Comer, beber, hombre, mujer. El ha trabajado con Lee desde la primera película del director, Manos pujantes, de 1991.

En la mente del escritor-director, Lang encapsulará siempre el prototipo de la “figura paterna” de la pantalla, porque Lee moldeó los caracteres que desempeñó el actor en base a su propio padre. De hecho, ambos hombres desarrollaron una amistad con cierto matiz de padre-hijo, parte del mito de Lee Ang en los círculos cinematográficos de Taiwan. La trilogía sobre la “paternidad” constituyó un éxito de taquilla milagroso en Taiwan, y los tres hombres responsables de ello –el director Lee Ang, el protagonista Lang Hsiung, y el productor Hsu Li-kung– llegaron a ser conocidos como “el trío invencible”.

“Conocí a Lee Ang un día antes de su regreso a Estados Unidos para comenzar a filmar Manos pujantes”, recuerda Lang Hsiung con gran afecto. “Nos caímos bien inmediatamente, porque ambos queríamos hacer buenas películas. La primera vez que trabajamos juntos, repasamos una y otra vez el personaje que yo tenía que interpretar, cuando hicimos Tigre agazapado, dragón oculto, sólo tuvimos que intercambiar unas pocas palabras. El es un director talentoso, y además, es muy agradable trabajar con él. El tiene una mente abierta, y buenos ojos. El sabe exactamente cuáles son las prioridades, lo que es una cualidad importante en un director. Le dije hace diez años que tenía muchas posibilidades de ganar un Oscar algún día si seguía por ese camino. Lo ví crecer, desde un don nadie hasta convertirse en un famoso autor y un maduro cineasta profesional, pero él no ha cambiado en lo absoluto su manera de tratar a los demás. El es excepcional”.

Lee Ang es el hijo mayor de una familia china tradicional, lo que significa que nació con la carga de que se esperaba más de él y tendría mayores responsabilidades que sus hermanos. Ellos vivían en el sur de la isla. Su padre Lee Sheng es un maestro retirado que ocupó el cargo de director de la escuela de secundaria superior a la que iba Lee Ang, la Primera Escuela de Secundaria Superior para Chicos de Tainan. “Era tímido y estaba muy deprimido en esos días”, dijo el director en una asamblea en su alma mater durante un viaje reciente a Taiwan. “Trataba de evitar a mi padre en la escuela, porque si me tropezaba con él no sabía si tenía que llamarlo señor o padre. También era estresante ser el hijo del director de la escuela, porque la gente espera más de uno, y no se tiene permitido fracasar”.

Pero el hijo del director, melancólico, soñador, sorprendió a todos cuando no aprobó el examen más importante en la vida de cualquier chico taiwanés, el examen de entrada a la universidad, no una vez sino dos. Terminó en el Colegio Nacional de Artes de Taiwan, estudiando dirección cinematográfica en el Departamento de Cinematografía. Poco después, un día se paró frente a su padre y le dijo que había descubierto lo que realmente quería hacer con su vida. Su padre fue comprensivo, pero insistió que Lee debía estudiar en el extranjero después de terminar el colegio universitario.

“La vida está llena de singularidades”, dijo Lee Ang a los estudiantes de su antigua escuela. “Aparecen momentos cruciales cuando uno piensa que lo va a perder todo. Las alegrías y tristezas se alternan para enriquecer nuestras vidas. Para mí, la vida no comenzó hasta que me gradué de la escuela secundaria. Yo no elegí hacer películas; las películas me eligieron a mí”. El se emocionó profundamente cuando miembros del público gritaron: “¡Estamos orgullosos de tí!” “Si alguna vez piensan seguir mis pasos”, les dijo, “sigan los que di después de graduarme de la escuela secundaria”.
 

Cuando se dirigía a los miembros actuales de su antigua escuela, no dejó de mencionar las presiones que un cineasta principiante debe soportar de la familia, amigos, y la sociedad en general. “Tendrá que saber sobrellevar el peso de la inseguridad. Debe ser decidido, de buena voluntad, y muy saludable para poder soportar todo tipo de experiencias”. Las palabras reflejan las propias experiencias del orador. Durante seis años, tras obtener su maestría de la Universidad de Nueva York, él fue un hombre de hogar. Jane Lin, su esposa y profesora universitaria, pagaba las cuentas mientras que su esposo esperaba por las casi imposibles oportunidades.

Pero los días de vagancia terminaron con un premio doble. En 1990 ganó dos premios por guionista cinematográfico de la Oficina de Información de la República de China (GIO, siglas en inglés). Los dos guiones premiados fueron Manos pujantes y El banquete de bodas. Fue suficiente para persuadir a Hsu Li-kung, entonces subdirector general de Central Motion Pinture Corp., de Taiwan, a financiar a Lee con NT$13,5 millones (US$409.090), para que Manos pujantes se filmara en Estados Unidos.

Con recursos limitados y casi sin experiencia, el director neófito terminó debidamente su primer filme, que ganó nueve nominaciones para el Premio Caballo Dorado de Taipei, y estableció un buen récord de venta de taquilla. Sin embargo, por desgracia, el éxito de Manos pujantes se limitó a Taiwan, por ser demasiado “individual, culturalmente hablando” para incursionar en otros lugares.

A pesar de todo, esta primera película resultó ser un trampolín para lanzar a Lee a su próximo proyecto, El banquete de bodas, para este entonces James Schamu, profesor estadounidense y guionista se incorporó al equipo a tiempo completo. “James fue verdaderamente más productor que guionista”, dijo Lee a Taipei Hoy tras su reciente reunión de secundaria superior. “El me ofreció exactamente el tipo de ayuda que necesitaba después de años de experimentación infructífera por mi propia cuenta. El se encargó de producir algunos diálogos y crear escenas nuevas desde una perspectiva occidental, para que nuestras películas fueran comerciales. No había realmente una división clara del trabajo. El ha sido un compañero de carrera, involucrado en cada aspecto de nuestros proyectos por completo. Yo soy más conservador, menos atrevido, y James compensa esa parte, haciendo juicios desde la perspectiva del productor”.

El banquete de bodas fue un éxito fenomenal, y no sólo en Taiwan, donde ganó el Premio Caballo Dorado por mejor película y mejor director, junto con otros tres galardones. La película obtuvo también premios y prestigio en otros lugares, incluyendo la nominación por Mejor Película Extranjera en la entrega de los Oscar en 1994. Ya desde ese entonces, Lee Ang se convirtió en nominado regular y ganador en varios festivales cinematográficos extranjeros. En 1996, se presentó otra oportunidad de lograr un Premio de la Academia con la película Sentido y sensibilidad, pero en esta ocasión el director taiwanés no logró llegar al estrado. Fue Tigre agazapado, dragón oculto, que finalmente le trajo el sabor agridulce del triunfo: dulce, porque representó la culminación de su sueño por el Oscar; agrio (sólo para sus familiares, amigos y los que le desean éxito) porque los jueces no le otorgaron el galardón de Mejor Director.

¿Cómo se sintió Lee por su triunfo? El pasado abril, en una conferencia de prensa, él comenzó diciendo que el premio era un reconocimiento al arduo trabajo que realiza el cineasta. “Estoy emocionado porque este importante premio reconoce mis esfuerzos durante los años”, dijo. “Los premios no llegan por suerte. Ellos honran los esfuerzos de muchos colaboradores que ya no están aquí, y sus sucesores. Tigre agazapado, dragón oculto ha marcado un hito en la historia, y me siento honrado de ser parte de esa historia”. En realidad, si no hubiera sido por la perspicacia y perseverancia de Lee Ang, la película habría sido otra saga de artes marciales basada en una de las novelas del autor chino continental Wang Dulu, quien escribió la historia que inspiró esta película galardonada con el Oscar.

El proyecto no era algo seguro. Las películas épicas clásicas, “poéticas” y de artes marciales han estado pasadas de moda desde hace más de dos décadas, cuando Lee Ang comenzó a trabajar en la historia de Wang Dulu, nadie sabía entonces cuál sería el mercado para el momento en que terminara o si habría siquiera algún mercado. El hecho de que la industria cinematográfica de Taiwan se encuentra en una etapa de estancamiento, y lo ha estado por cierto tiempo, hizo que Tigre agazapado, dragón oculto, pareciera aún más riesgosa. No habían signos obvios de renovación, los pocos recursos –fondos, equipo, y personal experimentado– por desgracia, eran escasos. Como lo describe el director, resolver los problemas consumió el 80 por ciento de su energía, y sólo utilizó un 20 por ciento para la creación de la película.

“Sólo con palabras no se puede describir las dificultades que tuvimos para hacer esta película”, dice. “Una vez que tengo una historia en mente que quiero plasmar en la pantalla grande, no hay manera de quitarme esta idea hasta que se den las circunstancias apropiadas. Lo que hice fue tratar de hacer las cosas a mi manera, y sacar el mayor provecho de todos los recursos”. El logró extraer US$15 millones de Columbia TriStar Pictures (Asia), organizó la filmación en China, y ensambló un equipo formado por miembros y gente talentosa de Taiwan, China continental y Hong Kong. “El ambiente de trabajo en China fue mejor de lo que se esperaba”, recuerda Lee. “El equipo estaba motivado. Sueñan con hacer películas. Hong Kong tiene ventajas en la producción, organización y comercialización”.

¿Y Taiwan? “En Taiwan, gran parte se hace de una manera anticuada y desorganizada”, admite tristemente Lee. “La gente es forzada a pasar mucho tiempo hallando la manera de penetrar en la intrincada red humana. Pero todo puede salir bien si se produce la química adecuada”. En la opinión de Lee, China tiene la ventaja de tener muchos recursos –monumentos históricos, paisajes majestuosos, estudios eficientes– y también humanos, mientras que los cineastas de Hong Kong sobresalen en experiencia técnica.

China ofrece también un enorme mercado, pero sufre de demasiadas restricciones para los forasteros. Por esta razón él prefirió hacer esta película para el más limitado mercado de Taiwan, aún cuando aquí la mayoría de los filmes locales son friamente recibidos. “Muchos directores taiwaneses con experiencia están tan confundidos como yo”, afirma. “No tenemos idea de cuál es una ‘película de la corriente principal’ , o qué deberíamos hacer para penetrar en el público”.

Tigre agazapado, dragón oculto tuvo mayor éxito en otros lugares, pero no tanto en Taiwan. Wang Cheng-hua, secretario general del comité ejecutivo del Festival Cinematográfico Caballo Dorado de Taipei, considera este fenómeno un ejemplo de cómo la distancia puede transformar las sensibilidades estéticas. “La barrera cultural funcionó de forma positiva para esta película”, dice. “Los aficionados al cine se han acostumbrado a este tipo de película, por ello no se sorprenderían tanto con algunas escenas, como sí ocurre con los extranjeros”. Lee Ang debe darle crédito al coreógrafo de artes marciales Yuan Woo-ping y a su equipo”.

Yuen Woo-ping ganó un Caballo Dorado en el 2000, el año cuando Lee perdió controversialmente el premio al Mejor Director, ganándolo su colega hongkonés Jonnie To. Pero las decepciones pasadas no guardan mucha importancia para Lee Ang ahora que ha ganado su Oscar.

El presidente de la República de China, Chen Shui-bian, visitó la familia de Lee en Taiwan. El y el director cursaron estudios en la misma escuela. El presidente Chen elogió a Lee Ang por su admirable logro, indicando que Lee había establecido un modelo para la cooperación a través del Estrecho, libre de alusiones ideológicas. Lee, por su parte, aprovechó la oportunidad para hablar de la necesidad de mejorar el ambiente cinematográfico de Taiwan. Lee sugirió que el Gobierno estableciera cinematecas e incitara a la inversión empresarial. El Presidente atendió la sugerencia, instando a la GIO a enfatizar el apoyo a la industria cinematográfica de la isla, como parte de la reestructuración cultural que se lleva a cabo en la isla.

Lee Khan, el hermano menor de Lee Ang, abandonó su carrera en los negocios para concentrarse en la dirección y redacción de filmes y series cómicas de televisión –un paso que según él fue inspirado, por lo menos en parte, por el ejemplo de su hermano. “Es esencial estimular el interés comercial en el patrocinio de la producción de películas”, dijo el hermano menor de Lee. “Dado que mucha gente considera las películas como una forma artística seria, también hay que admitir que además son un entretenimiento popular. Las películas son hechas para verlas, y hay un enorme público en potencia. El mejor escenario es donde se puede satisfacer simultáneamente las expectativas del inversionista, del cineasta y del público. El Gobierno puede ayudar con el connubio entre la creación y la producción, cultivando profesionales talentosos en el campo del cine y estimulando las oportunidades de inversión”.

En los últimos años, la GIO ha tomado una serie de medidas a fin de rejuvenecer el ambiente cinematográfico de Taiwan, pero aún quedan múltiples problemas. Hollywood lleva las riendas, es difícil atraer fondos, y hay muy pocos guionistas cinematográficos. Según Kiang Chuan-ching, director del Departamento de Asuntos sobre Películas Cinematográficas de la GIO, la agencia gasta NT$230 millones (US$6,9 millones) anualmente en la industria cinematográfica de Taiwan. Una porción moderada del dinero financia a diez cineastas cuyos guiones son elegidos por un comité compuesto de expertos, críticos y académicos del campo cinematográfico. El resto del dinero es para los premios para guiones, documentales, y directores; los subsidios para modernizar los equipos de producción; asegurar la exhibición de los filmes locales en las salas de cine locales; coordinar la entrega anual del Premio Caballo Dorado; y documentar la cultura cinematográfica de Taiwan. “Los aficionados al cine de Taiwan han sido alienados de los filmes hechos a nivel nacional por la creciente variedad de pasatiempos: DVD, televisión por cable, Internet, y otros más. “Prestamos mucha atención al mercado y estamos tratando de ajustar nuestra política de gasto para ayudar a la gente verdaderamente talentosa que está comprometida a hacer buenas películas”.

Lee Ang fue honrado por la GIO con un premio de NT$1 millón (US$30.300) en abril de este año. No fue ninguna sorpresa que él donara el dinero a su antigua escuela de secundaria superior con el objetivo de establecer un fondo para la promoción del talento artístico y literario.

Cuando Lee comenzó a hacer Tigre agazapado, dragón oculto, sólo tenía una idea en mente: hacer una película de artes marciales que había tenido en su corazón durante cinco años, y hacerla un deleite para el público. Por ser modesto, él no esperaba que la película lo transformara en la “inspiración dorada” de los cineastas de Taiwan, o anticipara que él se convertiría en un éxito global colosal. “Hago películas para comunicarme con el público”, dice. “Cualquier otra cosa es un bono. Si mis películas tocan el corazón del público, es probablemente porque soy un hombre común que le gustan las mismas cosas que a los demás”.

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