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La magia del lenguaje

01/11/2001
La colección completa de cuentos cortos de Cheng Ching-wen fue publicada en 1998.

l panel de jueces del Premio Kiriyama de la Cuenca del Pacífico describió a Cheng Ching-wen como “un cuentista  taiwanés representativo cuyas obras son particulares en su sentido local y temática de carácter genérico”, cuando en 1999 le otorgaron el premio por Caballo de tres extremidades, una colección de doce cuentos cortos. Desde la primera entrega del premio en 1996, sus jueces han mostrado preferencia por escritos que se desarrollan en un ambiente y tono locales. Cheng fue seleccionado entre 115 otros candidatos por ofrecer a los lectores una enérgica descripción del pasado y el presente de Taiwan, y darle vida a este país en las mentes de los lectores de habla inglesa.

Este premio le ha hecho acreedor de un público internacional; sin embargo, no es tan conocido en los círculos literarios locales, porque relativamente pocos críticos aquí han valorado su trabajo. Cheng fue empleado bancario durante la mayor parte de su vida, apenas comenzó a escribir cuando estaba en la universidad. Uno de sus cuentos fue publicado en las páginas literarias de un importante diario en 1958. Desde entonces, ha escrito más de doscientos cuentos cortos, dos novelas, varios cuentos infantiles, y algunos ensayos.

Los temas y eventos locales aparecen con mucha frecuencia en todas las obras de Cheng. El ha visto el ir y venir de un número de tendencias literarias; pero siempre se ha mantenido fiel a sus caracteres y ambientes taiwaneses propios.

Su estilo modesto concuerda con su simple perspectiva de la vida. En el prefacio de uno de sus libros, él narra un episodio que observó en una parada de autobús. “(Me dí cuenta de que) la gente puede dividirse en dos grupos: aquéllos que interrumpen la fila y se apresuran a tomar un asiento, y aquéllos que esperan a que les llegue su turno. Nunca había notado una diferencia tan marcada”. El incidente también le aportó a Cheng una herramienta útil. “Cada vez que me enfado por algo, me imagino a aquéllos que se mantuvieron firmes en sus principios. Eso me ofrece una perspectiva más amplia y me hace sentir mejor”. Cheng ha sido muy influenciado por la observación casual, y muchas de sus experiencias —particularmente las de su infancia— han sido plasmadas en sus cuentos.

La magia del lenguaje

Gran parte de las imágenes enérgicas en los cuentos de Cheng se inspiran en la época que transcurrió en el campo cuando era niño.

Nació en una familia de agricultores en el distrito de Taoyuan al norte de Taiwan en 1932. Cheng Ching-wen creció durante los años decadentes del régimen colonial japonés. Cuando tenía un año, fue adoptado por un tío que tenía una mueblería en la ciudad norteña de Hsinchuang y no tenía hijos propios. Durante sus días escolares, Cheng solía volver a su pueblo natal para trabajar en el campo durante las vacaciones de invierno y verano. “Tengo dos conjuntos de recuerdos de la niñez, y dos hogares”, dice. “En ellos, he hallado una pila de ideas para mis historias”.

El autor ha vuelto muchas veces a Hsinchuang durante sus narraciones, con frecuencia llamándolo “el viejo pueblo”. Al sur de la calle principal del pueblo estaba el “gran río”, en realidad el Río Tamsui, que desemboca en el Estrecho de Taiwan en el extremo norte de la isla procedente de la cuenca de Taipei. Estos detalles fueron de mucha importancia en la vida del autor antes de dejar el pueblo para ir a la escuela secundaria básica. “El gran río no sólo contiene agua, sino también la historia y el tiempo mismo”, indica. “Cuando sus ojos están al nivel de la superficie, se vuelve más expresivo. Desde esta perspectiva, cada onda representa eternidad”.

En la Suite del río, uno de los cuentos cortos más famosos de Cheng, escrito en 1964, un río sirve tanto de metáfora como de telón de foro para un episodio de amor no correspondido y encaprichamiento. El remero más experimentado del viejo pueblo observa obsesivamente la entrada principal de una casa de la cual sale con frecuencia una chica para lavar sus ropas a la orilla del río. El la observa en silencio durante cinco largos años, sin nunca hablarle. Luego, un día, él ve que otra mujer toma su lugar, y tiene que aceptar que ya nunca más volverá a ver a su amada. El novelista Li Chiao, quien es también amigo de Cheng Ching-wen, considera la larga y silenciosa espera como un símbolo del rito de transformación de un artista. “El remero es el escritor mismo”, sugiere Li. “La misteriosa puerta cerrada y la chica representan algo sobre lo que Cheng desea escribir, pero el tema es vago y elusivo”.

o impresionante de Cheng, tras todos sus logros en el campo literario, es que él no aprendió a escribir hasta los trece años. Durante la época de caos poco después de que los japoneses fueran derrotados en la Segunda Guerra Mundial, y se retiraran de la isla, Cheng aprendió algo de chino en la secundaria básica, pero los idiomas principales en ese entonces eran taiwanés y japonés. Su estudio más serio de chino fue en la secundaria superior, cuando compró un diccionario de alto precio y comenzó a recibir los elogios de sus maestros por sus composiciones. Esto le sirvió para estimular su interés en la escritura.

Después de graduarse de la secundaria superior en 1951, Cheng Ching-wen halló un trabajo en un banco y continuó sus estudios. Tres años después, aprobó el examen de entrada a la universidad y se convirtió en alumno de administración comercial de la Universidad Nacional de Taiwan. De estudiante, leía obras literarias en japonés e inglés. Los novelistas rusos, tales como Chekhov, Tolstoy y Dostoyevsky estaban entre sus favoritos, pero en el Taiwan de los años cincuenta, esas novelas eran difíciles de hallar. Cuando encontró una versión en inglés de Anna Karenina de Tolstoy, la llevó a casa y comenzó a leer cada palabra con la ayuda de varios diccionarios. Tardó un año en terminar de leer el clásico. También se vio obligado a aprender un poco de francés, porque la novela contenía varios párrafos en ese idioma.

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Además de escribir cuentos cortos, ensayos y novelas, Cheng ha escrito varios cuentos infantiles.

Ya con su título de licenciado, Cheng regresó a su plaza en el banco. “En mis cuarenta y tantos años allí, nunca solicité un traslado o una promoción”, dice el escritor. “Durante casi treinta años, siempre hice el mismo trabajo poco exigente. Esto me permitió el lujo de olvidar el trabajo después de la jornada laboral, para dedicar mi tiempo libre a leer y escribir”. Cheng laboró en el banco hasta su jubilación en 1998, recibiendo varios premios literarios por un pasatiempo que era su verdadera vocación.

Aquéllos que lo conocen desde hace muchos años se refieren a su doble vida: banquero modesto por el día, y escritor por la noche. Chi Pang-yuan, quien fue profesora de literatura extranjera en la Universidad Nacional de Taiwan, editó el volumen de cuentos cortos de Cheng, Caballo de tres extremidades. “Para empezar, Cheng siempre fue una persona callada y estable”, escribe en el prefacio. “Durante su rutina diaria relativamente tranquila y apacible, él se convirtió en un observador”. Enmarcando las emociones y luchas humanas en un tiempo, lugar y circunstancia específicos, Cheng ha podido cubrir detalladamente la historia de la sociedad de Taiwan, que cambia velozmente, en un estilo del “más puro nativismo”.

El título del cuento Caballo de tres extremidades tipifica este nativismo. Ubicada en una época después de la ocupación japonesa, la historia gira alrededor de un hombre que pasa la mitad de su vida tallando caballos lisiados para expiar el haber trabajado con la fuerza policial colonial, un trabajo que los taiwaneses estigmatizaban como de “tres extremidades”. Pero a lo largo de la historia, el lector comprende que el hombre tenía un motivo para ponerse en contra de sus paisanos: durante su niñez lo habían ridiculizado por tener una marca de nacimiento en la nariz. “Es la fusión perfecta de historia, personaje, y simbolismo poderoso”, dice Chien Yi-meng, candidato a doctorado en literatura china en la Universidad Nacional Tsinghua. “Dentro de la esfera de los cuentos cortos, es insuperable”.

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Chien Yi-meng: “(Caballo de tres extremidades) es la fusión perfecta de historia, personaje y simbolismo poderoso. Dentro de la esfera de los cuentos cortos, es insuperable”.

Los caracteres de Cheng son generalmente gente común de los pueblos pequeños quienes se hallan en algún tipo de conflicto —entre hombre y mujer, padre e hijo, ciudad y aldea, estilo de vida tradicional y moderno, cultura agraria y urbana. El crea héroes, o antihéroes, entre las imágenes de un viejo pueblo sin el sentido abrumador de la nostalgia, a pesar de haber sido testigo de la transformación de su propio pueblo natal en un suburbio superpoblado de la ciudad de Taipei. “La sociedad no puede evitar el desarrollo”, dice Cheng. “De vez en cuando siento que algo se ha perdido, pero ese sentimiento no me molesta mucho”. El no exagera la “aparente victimización” de sus caracteres, quienes típicamente adquieren una nueva percepción al final del cuento. “Para Cheng Ching-wen, no existen aquellos buenos días del pasado”, dice Chien Yi-meng. “El no duda en revelar los problemas del pasado o los defectos de los personajes mayores”.

El último de los caballeros es un clásico ejemplo de su perspectiva poco sentimental hacia el pasado. En la historia, un hombre mayor quien se enorgullece de llevar una vida agraciada y digna, vestido en un traje blanco desteñido y pasado de moda, participa en el funeral de un viejo amigo:

El traje era un poco grande. Había sido hecho a la medida para él. Quizás la planchadura lo había estirado un poquito. No, él se había encogido. El había oído que, a medida que la gente envejece, tiende a encogerse, así como la ropa. Pero ahora, era la persona, no la ropa, lo que se había encogido. Además, cuanto más viejo, más rápido se encoge uno, como si tarde o temprano, fuéramos a terminar desapareciendo completamente.
 

Mientras el anciano comtempla la muerte de su amigo, desea haber fallecido antes para que su funeral se hubiese realizado en una sala pública, un lugar que estuviese más a su altura. En ese momento, la sala pública del viejo pueblo había sido transformada en un teatro. Por último, cuando el protagonista está a punto de fallecer, él experimenta una epifanía, y un sentido de serenidad reemplaza el desdeño.

Reposa la cabeza en su cama otra vez y cierra sus ojos. Después de ir a la sala de baño, se siente mucho mejor. Nuevamente, se ve a sí mismo en su traje blanco, tendido sobre su cama. Los rayos del sol penetran por la ventana. Tan pacíficamente.

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La sección superior del Río Tamsui. “El gran río no sólo contiene agua, sino también la historia y el tiempo mismo”, dice el autor.

n sus cuentos, Chen hace énfasis en los detalles. “Presentar aspectos particulares de un hecho es siempre una de mis principales preocupaciones”, dice. “Algunas veces no hay otra manera de contar una buena historia. Cuando los detalles son convincentes, hasta los personajes y tramas ficticios pueden parecer reales”. Por ejemplo, la descripción de la flora en Lluvia primaveral.

Algunos árboles deliciosos ya han comenzado a echar brotes. Las hojas y espigas de la hierba plateada del año pasado se marchitaron y murieron lentamente; las hojas nuevas comenzaron a tomar su lugar, añadiendo pinceladas de verde brillante a las aristas rojo-violeta. Sí, ésas eran aristas nuevas ¿verdad? Pero la hierba plateada es una planta de finales de verano y otoño; ¿por qué se estaba uniendo a esta campaña primaveral de nuevo crecimiento?
 

“¿Cómo se sabe si la hierba plateada está echando nuevas aristas en la primavera?” pregunta Cheng. “Ud. tiene que ir y verlo con sus propios ojos”.

Algunas veces la descripción meticulosa del autor se debe a las experiencias en el campo durante su infancia. En el cuento El pueblo de nuez de areca, por ejemplo, su descripción del entierro de los tallos de arroz fue sacada de la vida real. Porque no hay mucho tiempo para arrancar los tallos del arroz entre la primera y la segunda cosecha, los agricultores pisan con fuerza los tallos para que se hundan en el fango.

Aquí y allí por todo el fango fresco, habían montones de tallos de arroz que sobresalían. Algunos se mantenían rectos, otros en diversos ángulos, e incluso algunos se veían invertidos en el agua. Como el arroz había sido cortado no hacía mucho tiempo, los tallos todavía estaban bien afilados… Algunas veces el fango era tan pegajoso que a ella le costaba levantar sus pies. En otras ocasiones, era tan resbaladizo, que se sentía como si sanguijuelas estuvieran serpenteando… Cada vez que daba un paso, el fango pasaba entre sus dedos del pie y los hacía desplegarse.

La magia del lenguaje

La primera colección en idioma inglés de los cuentos de Cheng Ching-wen ganó un premio literario internacional, un honor sin precedentes para un autor nacido en Taiwan.

Quizás la peculiaridad más llamativa de la obra de Cheng es la profunda —a veces exótica— simplicidad del lenguaje. “Creo que es el único escritor de Taiwan que ha logrado romper con el estilo de escritura tradicional chino”, dice Kuo Su-miao, profesora de secundaria superior que enseña literatura china, y exige a sus alumnos leer los cuentos de Cheng. “La primera vez que leí uno de sus cuentos, pensé que era una traducción del japonés al chino, por la simplicidad de sus palabras y párrafos cortos”.

Cheng, un admirador del estilo de escritura simple propios de Chekhov y Hemingway, evita los refranes chinos clásicos de cuatro caracteres, y utiliza relativamente pocos adjetivos y adverbios. Con frecuencia, escribe diálogos sin presentar el tono o la expresión del hablador. El jardín y el juego contiene sólo conversaciones cotidianas entre un hombre y una mujer. “Es una especie de algo compulsivo”, dice. “Para mí, el idioma no es un mero portador de ideas. El idioma habla por sí mismo. Sin expresiones o clichés elaborados, es posible describir algo muy bien”.

El autor no tiene planes de dejar de escribir cuentos, e incluso está intentando una obra de teatro. El advierte a los lectores que no esperen una alteración repentina en su estilo en cuanto a sus personajes y ambientes. La escritura, dice, no cambia nada, pero le ha brindado la oportunidad de conocerse a sí mismo. “Esa es la magia del lenguaje”.

No importa qué poderes supernaturales posean las obras de Cheng, sólo a través de una buena traducción podrán los lectores de otras lenguas tener la oportunidad de apreciarlas. Ya sus obras han aparecido en Norteamérica, Inglaterra, Japón y Yugoslavia. Para el autor, ésto es motivo de satisfacción. El ha expresado que está feliz de que sus cuentos hayan contribuido a que los lectores extranjeros conozcan algo sobre Taiwan —algo, que es, diferente de las máquinas y los microchips.

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