29/04/2024

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Rapsodia en tinta

01/05/1996
Foto de Ku Chin-tang Peng Kang-lung: "La pintura en tinta es una forma de protestar contra la traición de los seres humanos a la naturaleza. No me importan los ideales humanistas cuando estoy creando mis pinturas".
La primera impresión que da una pintura en tinta de Peng Kang-lung puede ser confusa, así como cuando escuchamos una extraña variación de una pieza musical que conocemos. Aunque se basa en el clásico leitmotiv de un paisaje idealizado enmarcado en un espacio bidimensional, la melodía básica de estas obras excepcionales de gran tamaño ha sido transformada por la composición, la tonalidad, y las pinceladas del artista, todo esto es completamente atípico de la pintura tradicional de paisajes. Una inspección más detallada revela una miríada de improvisaciones en temas que siempre han sido muy comunes, las diferentes partes flotan juntas en la mente del espectador para formar finalmente una unidad armoniosa, temas indiscutible­mente antiguos, pero espectacularmente nuevos: una rapsodia en tinta.

Las obras de Peng se adhieren a los principios de la pintura en tinta, tomando los paisajes como tema y adoptando un concepto de perspectiva que para los espectadores occidentales podría ser curioso. Los pintores clásicos de Occidente emplean puntos de enfoque fijos, líneas convergentes, y figuras de diferentes tamaños para crear profundidad. Sus colegas chinos emplean un método bidimensional para el cual usan las perspectivas fluidas, y Peng hace lo mismo. Trabaja también con materiales tradi­cionales: tinta, pinceles chinos, pigmentos vegetales y minerales. Pero es el único punto en común entre él y sus predecesores. En comparación con las pinturas clásicas en tinta, las obras de Peng resultan ser más emocionales, y muchísimo más individuales.

Peng es un hombre con muchos talentos. Es un pintor, muy respetado por sus colegas, además es maestro de arte y también pinta óleos. Quizás su mayor cualidad es la habilidad para crear diferentes atmósferas y expresar sentimientos intensos a través de una variedad de texturas. En La nevada, por ejemplo, las pinceladas densas y en forma de espiral cubren todo el espacio, con sólo apenas un esbozo de las montañas ocultas detrás de la nevisca. ¡Qué Dios ayude a quién quede atrapado allí! En contraste, Otoño salvaje, donde las pinceladas secas y el carbón frotado se combinan para crear una atmósfera de inmovilidad y silencio. Contra un fondo de una montaña rocosa, un árbol solitario evoca la vida, sin embargo, ya se está marchitando. Esta obra, un recorda­torio de la mortalidad, inspira sentimientos de inquietud, e incluso de desolación.

Peng Kang-lung nació en el Distrito de Hualien, en 1962, sus padres son de etnia hakka. A los treinta y cinco años parece demasiado joven para destacarse en un arte que requiere de un largo tiempo para la maduración. Su interés en la pintura surgió siendo un estudiante de arquitectura en el Bachillerato Vocacional Industrial de Hualien. Mientras cursaba sus estudios fue entrenado por el propietario de una galería local, y comenzó una sociedad de bellas artes con varios de sus compañeros de clases. Animado por su primer amor, vino a Taipei para tomar el examen de entrada al Instituto Nacional de Artes. La primera vez fracasó, pero en 1983 logró pasarlo.

En 1984, durante su segundo año en el Departamento de Bellas Artes de dicho instituto, uno de sus profesores fue Ho Huai-shuo, crítico de arte y famoso pintor contemporáneo de paisajes chinos. Ho reconoció que este joven tenía talento. Lluvia al anochecer, un paisaje pequeño y rústico hecho en ese mismo año, muestra que aún en ese entonces Peng ya sabía crear un ambiente nublado con sutiles tsun­fa, una técnica usada para representar superficies irregulares (ver cuadro).

A finales de los años ochenta las obras de Peng fueron seleccionadas para una exhibición en el Museo de Bellas Artes de Taipei y para la Exposición Provincial de Arte de Taiwan, pero no fue sino hasta 1991 que realizó su primera muestra individual. Peng atrajó mucha atención. "Sus técnicas de dibujo van más allá de lo que se espera normalmente de alguien de su edad", dice el calígrafo Li Yeh-shuang. "Es difícil pensar que esas pinturas fueron hechas por alguien tan joven".

Chen Tzu-ying, arquitecto y cono­cedor de arte es más explícito. "Entre los veinte mil y tantos artistas de la tinta que trabajan ahora en China continental y Taiwan, solamente algunos superan los límites de las técnicas de dibujo tradicionales", dice él. "No he encontrado a nadie que se asemeje a Peng en la majes­tuosidad de sus paisajes, diáfana densidad, y por la habilidad de tener un efecto en los espectadores". Desde que Chen conoció a Peng en esa primera exhibición de 1991, ha comprado más de treinta de sus obras.

Nadie retaría la opinión de Chen en cuanto a la majestuosidad del paisaje en las pinturas de Peng, que es lograda en gran parte a través de la exageración de la forma y la composición individualista. Lin Chuan-chu, ex-editor de la revista mensual Art of Collection que analiza las tendencias en el mercado del arte, exalta las recurrentes características de los paisajes de Peng: la escena principal, ya sean majestuosas montañas o bosques que parecen inter­minables, casi llenan el papel, compri­miendo implacablemente a un árbol solitario, o a una diminuta embarcación al fondo de una esquina, desde donde ese objeto inevitablemente guiará la vista del observador a través de toda la composición, lo que los franceses llaman repoussoir.

Un buen ejemplo es Frío de pli­mavera. El tema principal es una enorme montaña, que se alza en el centro y ocupa más de la mitad del espacio disponible. En primer plano, al pie de la montaña, una hilera de árboles inclinados que han sido estremecidos por un ventarrón. El artista emplea pinceladas secas que consiste en la utilización de un pincel con sólo un poco de tinta sobre una supeficie húmeda para acentuar la solidéz y la inmovilidad de la montaña, el empleo de la técnica de derramar tinta y dar pinceladas en forma de puntos para representar las débiles hojas, y así suavizar la dureza del fondo. Todo el espacio está cubierto con color.

La subordinación del resto de los elementos de la composición al tema principal se observa con mayor claridad en Nieve fina. Una densa y rocosa masa de montañas ocupa todo el espacio a excepción de una parte del primer plano, al fondo y a la derecha, se, puede ver anclado un pequeño bote cubierto de nieve. Se ob­servan peñascos, uno encima del otro, que parecen más pesados de lo que son porque el cielo ha sido totalmente eliminado. Un jirón de nube que flota a la izquierda divide horizontalmente el cuadro para aliviar lo que hubiese sido una pesadez insoportable. El bote, absurdamente pequeño en contras­te con las gigantescas montañas, es el elemento clave que crea la impresión de un espacio tridimensional, porque es la única característica que sugiere la presencia de un río entre el fondo rocoso y las mon­tañas posteriores.

Este tipo de estilo podría ser consi­derado como iconoclasta en la pintura en tinta clásica, que da primacía al arte de dejar espacio con el fin de realzar la tensión dinámica de la obra. Los pintores tradi­cionales enfatizan con frecuencia el hsu­ shih hsiang-sheng, literalmente "interacción vacía-sólida", la técnica de manipular la relación entre lo concreto y lo abstracto para lograr un estado de equilibrio, y de este modo, crear un sentido del ritmo. De hecho, algunos críticos han comentado que el mayor defecto de Peng es su torpeza al emplear las nociones abstractas de espacio. "Peng necesita hacer un gran esfuerzo con el hsu-shih hsiang-sheng", dice Ho Huai­-shuo, que fue el primer mentor de Peng. "Su preferencia por crear impresionantes montañas provoca que los aspectos concretos de su trabajo opaquen lo abstracto sin contrarrestarlo. El resultado es que la composición queda imperfecta".

Pero no todo el mundo comparte esta opinión. "Peng no tiene que preocuparse por el problema de lo concreto versus lo abstracto", comenta Kuan Chih-chung, otro pintor contemporáneo. "Al contrario, el exceso de énfasis en lo concreto se está volviendo su propio estilo personal".

Peng está de acuerdo. "Yo sé que mis pinturas son densas y pesadas, pero eso está fuera de mi control", dice él. "Así como mi personalidad se niega a darle espacio a otras personas, de igual manera dejo muy poco espacio en mis cuadros". Peng continúa hablando en el mismo tono: "Creo que la relación entre los seres humanos debería ser pesada y densa... para mí la relación ideal no es ni superficial ni transitoria, sino profunda y eterna. ¡Me volveré cada vez más denso y pesado!"

Peng no sólo pinta en tinta. Le interesan también los óleos. "La pintura en tinta no me permite tener tiempo para pensar, volver a pintar o borrar", dice él. "Tengo que terminar cada cuadro en muy corto tiempo. Sin embargo, pintar óleos requiere un proceso largo y complicado. Tengo tiempo para pensar cada pequeño detalle, desde la composición general hasta cuántas capas de color voy a usar".

Lo que es extraño es que a pesar de su preocupación por la pintura en tinta, él enseña principalmente técnicas y medios occidentales. "El impacto visual de las pinturas occidentales es mucho más fuerté", explica. "Es difícil enseñar a pintar en tinta, ya sean las técnicas o el nivel espiritual".

Peng también es un maestro Actualmente tiene casi cincuenta alumnos desde niños de escuela primaria hasta amas de casa. "En mi estudio, trato de descubrir los talentos y gustos de cada alumno", dice Peng. Es obvia su pasión por su clase, aunque pretende cierta irritación. "Me molestan muchísimo esos chiquillos", ríe. "Sus padres creen que mi estudio es una guardería". Quizás, pero el afecto que el artista tiene por su clase es obviamente correspondido, y uno de sus estudiantes le trae el almuerzo todos los días. "Realmente no sé que pasará con estos niños en el futuro", medita Peng. "Están viviendo en un mundo tan materialista. Sólo quiero hacerles saber que en la vida hay algo hermoso".

A pesar de ser maestro y pintor de óleos, el interés perdurable de Peng es la pintura en tinta. El tiene por lo menos una característica en común con sus predecesores clásicos: Peng no considera el paisaje como una imagen del mundo externo, sino más bien una representación del estado de la mente. Sin embargo, desecha los ideales humanísticos de los pintores tradicionales, como por ejemplo, la importantísima búsqueda de la transcendencia espiritual, o la creencia de que los seres humanos son parte integral de la naturaleza.

Al rechazar estos temas tradicionales y su relación con la perfección espiritual anónima, Peng ha podido inculcar en sus obras mayor emoción e individualidad. En teoría, su estilo se parece más al de los expresionistas modernos que al de los grandes maestros de las técnicas que él emplea. Peng se esfuerza por inspirar emo­ciones fundamentales como la exapera­ción, el anhelo por la serenidad, y el desamparo, a través de la experimentación con pinceladas y la exageración de las formas.

se encuentra entre uno de sus trabajos expresionistas más sobresalientes. En esta pintura, el artista se ase de sentimientos de furia que trascienden más allá de la observación. Las pinceladas vigorosas e incansablemente retorcidas, que representan los rastros de la nieve derretida, transforman la montaña en un monstruo blanco y aullador. El fuerte contraste entre la nieve blanca y los picos negros y elevados crean una atmósfera melancólica, pero las pinceladas entrela­zadas del río torrencial en el primer plano son el eco de la nieve intranquila y refuerzan la impresión del irrefrenable poder des­tructivo de la naturaleza.

Peng sonríe cuando se lo menciona­mos. "No, nadie se va a sentir tranquilo al ver mis paisajes", dice él. "Son como pedazos de pared que bloquean el camino. A lo mejor se trata de un mundo perdido. Un período en el que los humanos estaban en armonía con la naturaleza. Hace re­flexionar: '¿podrá regresar este mundo perdido?' A mi modo de ver, la pintura en tinta es una forma de protestar contra la traición de los seres humanos a la natu­raleza. Es una especie de exilio, un lugar donde puede refugiarse mi alma lejos del mundo caótico. No me importan los ideales humanísticos cuando estoy creando mis pinturas".

Muy poca gente puede detectar la concepción de Peng del mundo moderno a través de sus pinturas, pero todos los que las ven notan la textura poco común de sus paisajes y la manera en que expresan urgentemente una variedad de emociones. Kuan Chih-chung lo resume así: "Franca­mente, no puedo ver cómo las pinturas de Peng reflejan la relación entre los seres humanos y la naturaleza. Su verdadero talento está en la manera de expresar los sentimientos personales, las emociones subjetivas, a través de pinceladas en constante cambio".

El mentor de Peng, Ho Huai-shuo tiene la misma opinión. "El es muy bueno en la creación de una atmósfera brumosa y oscura, así como en la combinación de texturas vigorosas y manchadas en los paisajes", dice él. La obra Noche fria y desvaneciente con lluvia repentina ilustra este punto de vista. Aquí, Peng elabora una textura sedosa, usando finas pinceladas y sutiles aguamarinas. La colina redondeada envuelta en un ambiente melancólico, se mezcla con la neblina. La "montaña" aquí no es un monstruo furioso, sino un gato domesticado que se ha adormecido.

"En mis obras, dice Peng, "las téc­nicas de la pintura en tinta tradicional tienen la función de crear textura". A diferencia de sus antepasados, quienes empleaban con frecuencia líneas esparcidas para representar un paisaje ideal y dejaban mucho espacio para suscitar la meditación en el observador, Peng invita a su público a apreciar los paisajes a través de una combinación de pinceladas secas y pintura húmeda. Además, él tiene una impre­sionante habilidad para adoptar y fundir diferentes estilos de pinceladas. "Las pin­turas tradicionales de paisajes consisten en líneas", dice Peng. "pero yo elimino los contornos, y transformo otras líneas en masas .

Peng es un artista fecundo" pinta un promedio de cinco a ocho obras mensualmente, aunque casi no pinta desde principios de julio hasta septiembre. "Durante ese tiempo no estoy de humor para dibujar", dice simplemente. Hace cuatro años, se mudó a la comunidad conocida como "Ciudad Jardín", ubicada en un área montañosa cerca de Wulai, a veinte kilómetros al sur de Taipei. Allí hizo amistad con el pintor abstracto Chuang Pu y el escultor Li Kuang-yu, ambos lo inspiraron a experimentar con un nuevo sentido de la voluminosidad y mayor dinamismo. Su casa, contruida a un lado de una montaña, tiene una vista mara­villosa. El salón principal, con su distintiva ventana para observar la luna, está abierta al cielo y la naturaleza.

Peng es un hombre amigable, a quien le gusta conversar. Saca una pintura de una caja de madera en donde la guarda cuidadosamente. "Esta fue hecha poco después de conocer a mi esposa", dice. "En ese entonces, de alguna manera sentí que había intimidad entre nosotros aunque éramos extraños. Recuerdo exactamente cómo realice esa pintura. Era una mañana de 1990, a principios de la primavera. Lloviznaba. Me levanté pensando en ella e inmediatamente me puse a pintar. Escogí un color gris verdozo que armonizaba con los tres caracteres de Su nombre". Su esposa se llama Huang Ching-chih; los caracteres chinos significan respectivamente amarillo, vegetación exuberante, y angelical. Me llevó menos de una mañana terminar ese cua­dro", dice Peng. "Y yo supe que no pude haberlo hecho mejor".

Peng le dió el cuadro a su esposa. También le dedicó otro óleo excelente, él pinta sus obras en tinta en casa mientras que los óleos, los cuales implican mayor desaseo, los realiza en su estudio; y obviamente se refiere a su esposa como una importante influencia artística. "Mi obra cambió después de conocerla, al igual que mi temperamento. Me volví menos arrogante y agresivo. Mis trabajos recientes son más poderosos, pero al mismo tiempo, más reservados que los primeros. Eso se debe a mi esposa, por su tolerancia".

Foto de Ku Chin-tang

Peng Kang-lung: "Me molestan mucho esos chiquillos... viven en un mundo tan materialista. Sólo quiero hacerles saber que en la vida hay algo hermoso".

A parte de su esposa, es difícil identificar a los que han influído en el estilo de Peng Kang-lung. El mismo artista dice que Ho Huai-shuo tuvo gran influencia, que fue el primero en reconocer su talento. "De él aprendí a simplificar los detalles de la naturaleza y a transformarlos en signos", dice él. "Cada cuadro está compuesto de signos". También le debe mucho al famoso coleccionista y pintor contemporáneo, C.C. Wang, cuyos paisajes le hicieron darse cuenta de la importancia de la textura, aunque no está de acuerdo en los métodos que usa Wang para producirla. En los primeros cuadros es también posible detectar la influencia del pintor individualista de la Dinastía Ching, Kung Hsien, perteneciente a un grupo de artistas austeros y recluidos que decidieron romper con el pasado. Al igual que Kung Hsien, Peng emplea un vocabulario pictórico limitado y la consistencia de composición, algunos elementos básicos se repiten para crear una enorme acumulación, hasta que las formas de gran tamaño constituyen toda la pintura.

Algún observador podría considerar que los toques apresurados, o casi "garabateados" en Siguiendo el estilo de Huang Pin-hung recuerdan al epónimo artista Huang Ping Hung (l865-1955). Lo mismo podría decirse de Brizna de nube. Pero, ¿y qué de esas pinceladas al estilo de tinta derramada en la obra de Peng Los bosques nevados? ¿No tienen un misterioso parecido a la "pintura en acción" de Jackson Pollock?

Esta diversidad es uno de los puntos fuertes de Peng, según el coleccionista Chen Tzu-ying: "Al comienzo, la textura pétrea de las pinturas de Peng atrajo mi atención. Luego, empecé a notar que cada pintura tenía su propio estilo individual y me fascinó su diversidad; recuerdo que pensé: '¿Cómo es posible que todas estas obras sean producto de un mismo hombre?'"

La percepción del pintor Kuan Chih­-chung es un poco diferente. "Las primeras pinturas de Peng muestran la influencia de su maestro Ho Huai-shuo y de los maestros de la Dinastía Ching", dijo él. "Pero poco después se deshizo de sus sombras y ahora tiene su propia 'alma"'.

En realidad, hasta ahora nadie ha tenido la perspicacia suficiente para notar que Peng ha desarrollado su propio estilo. Por ejemplo Chen Tzu-ying dice: "Me agrada que Peng no tenga un estilo fijo, y que haga cambios de una pintura a la otra". El calígrafo Li Yeh-shuang está de acuerdo. "Peng ha absorbido las técnicas y estilos de muchas escuelas", dice él. "Es como una esponja".

Kuan Chih-chung expresa la misma idea de una manera más franca: "Peng todavía no puede controlar la relación entre el detalle y la composición general de una pintura... Pero, es bueno que continúe siendo inmaduro en esta etapa. Es mejor cometer errores ahora que desarrollar un estilo que después sería muy difícil de cambiar".

Debemos contentarnos con esperar. Demasiados pintores han logrado perfeccionar las destrezas técnicas del pincel y la tinta, para después comprobar que son incapaces o no están dispuestos a rejuvenecer y a fortalecer esta antigua forma de arte. No obstante, Peng con su exitosa combinación de diferentes medios y con­ceptos pictóricos, ha hecho exactamente eso. Es posible que siga habiendo imper­fecciones en la composición o los detalles, pero sus méritos exceden generosamente estos defectos. En las obras de Peng, la línea etérea desaparece y se reemplaza por la textura sólida y áspera. Con gran alivio notamos que finalmente la pintura en tinta china ha bajado de su pedestal. Ya no trata exclusivamente con los inalcanzables idea­les de la humanidad integrada con la na­turaleza, o la transcendencia espiritual. Ha retornado al mundo real. Cuando observamos los cuadros de Peng Kang-lung, sentimos el peso apremiante de los sentimientos, la emoción que nos une a todos; ésta es la cualidad común en todas sus obras, que difieren entre sí de muchas otras maneras, para lograr una armoniosa y melódica rapsodia en tinta. La escu­chamos y nos conmueve profundamente. ■

El pintor Kuan Chih-chung falleció en septiembre de 1995.



Para las personas comunes es difícil detectar los sutiles toques que diferencian a los diversos pintores uno de otro. ¿Qué es la pintura en tinta china tradicional? La pintura en tinta es principalmente resultado de la evolución de la caligrafía, y la relación entre ambos tipos de arte siempre ha permanecido muy estrecha. Los pintores trabajan con los mismos tipos de pinceles que usan los calígrafos, que en un extremo tienen un mechón de pelos de venado, cabra, o lobo. La tinta es hecha de una mezcla de hollín y resina, que se seca y luego se moldea en forma de pequeñas barras. Cuando el artista pinta, pulveriza la barra en un tintero donde se mezcla con agua, el tono de la tinta dependerá de la calidad de ésta y la cantidad de agua usada.

Las primeras pinturas en tinta se remontan al Siglo III a.C. Desde la Dinastía Han hasta la Tang, el tema principal fue la figura humana, ya fueran cortesanas o budas; pero en el Siglo IX d.C., los artistas comenzaron a concentrarse en los paisajes, y desde entonces éstos han sido el tópico fundamental.

Hacia el final del Siglo VIII d.C., los pintores comenzaron a mostrar preferencia por la tinta monocroma en lugar de los colores chillones, las pinceladas precisas y escasas también se pusieron de moda. Al mismo tiempo, los pintores intentaron dar más atractivo a sus obras a través del uso de técnicas como po mo que se traduce literalmente "derramar tinta", que consistía en añadir tinta espesa a los aspectos que el artista quería enfatizar, y tsun-fa, o "salpicar" tinta. Esta última tiene muchas variantes e implica sostener horizontalmente el pincel y frotar los contornos del paisaje hasta que el acabado sugiere la superficie rocosa e irregular de una montaña.

Entre los Siglos X y XIII una sucesión de maestros de la Dinastía Sung, entre ellos: Fan Kuan, Kuo Hsi, y Li Tang condujeron a la pintura china a su época de oro. Las obras de Fan Kuan y Li Tang se caracterizan por sus impresionantes paisajes, atmósferas armoniosas, y una composición ordenada, mientras que Kuo Hsi introdujo el sentido del espacio a través del despliegue de una composición dese­quilibrada. Los pintores profesionales abundaron, pero a mediados del Siglo XVI, los aprendices eruditos de la Escuela Wu en Suzhou los superaron en estatus.

El auge del paisajismo fue incitado por el taoísmo que en su búsqueda de la unidad entre los seres humanos y la naturaleza, llevó indirectamente a los pintores a explorar las bellezas de los paisajes que los rodeaban. Hasta cierto punto, los artistas consideraban los paisajes como una expresión de la actitud filosófica o un reflejo de su estado de ánimo, y no una representación gráfica exacta. Este concepto, sin embargo, fue llevado a su conclusión lógica, e incluso más allá de ésta por el wen-jen hua o Movimiento Literario de la Dinastía Sung. Este grupo de intelectuales expuso la idea de que la pintura, al igual que la poesía, era una manera de purificar la mente o una manifestación de la personalidad. Se suponía que la obra del artista tenía su origen en su propio interior, minimizando la importancia de cualquier relación con el mundo exterior. El movimiento wen-jen hua ha tenido una influencia profunda y duradera en la pintura china. Incluso en el Siglo XX, pintores famosos como Li Ke­-ran se preocupan por las repercusiones de este movimiento y abogan por una mayor apreciación de la belleza objetiva de la naturaleza.

Por supuesto, hay innumerables dife­rencias entre el arte chino y el occidental, no obstante merece la pena mencionar dos de ellas. Los pintores occidentales se afanan por representar la interacción entre la luz y la sombra o suavizar el contorno de la substancia para aumentar la volumi­nosidad, mientras que los pintores chinos tradicionales sostienen, como lo señala Shih Tao, artista del Siglo XVII, que "La línea es el inicio de todas las cosas". Esto significa, que el criterio principal para juzgar una pintura es la vitalidad y el ritmo de sus líneas.

Además, en principio, la pintura en tinta no fue creada para la exhibición, al menos no para el público general. Los expertos preservaban sus pinturas­ –generalmente en forma de rollos de mano o para colgar, biombos plegables o abanicos– en finas cajas de madera decoradas, de donde las sacaban para contemplarlas sólo en ciertas ocasiones: ya sea porque era una época apropiada para exhibir una obra en particular, o sim­plemente debido a que el propietario estaba de buen ánimo.

A pesar de las diferencias, la belleza y gracia de las pinturas en tinta china han cautivado a los occidentales a lo largo de los siglos, y no queda duda de que esta forma de arte continuará encantando a incontables generaciones. ■

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