05/05/2024

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El éxito llega a galope de caballo

01/01/1990
Uno de los caballos preferidos del emperador, Pi-li-hsiang o "Trueno cabalgante", inmorta­lizado en una exquisita pintura de Giuseppe Castiglione.
1990 será el Año del Caballo. Galopando majestuosa y orgullosamente, el sim­bólico animal del zodíaco chino traerá con­sigo una sensación de vitalidad, energía y li­bertad. El Año del Caballo no es un año or­dinario, sino más bien un año de logros, es­peranzas y mucho optimismo. 1990 será un año donde la humanidad encontrará un nuevo sentido de confianza, y tomará decisiones positivas.

Con la entrada a una nueva década y prácticamente en el umbral de un nuevo siglo, ha llegado la hora en que el mundo entero recapacite sobre su pasado inmediato, y procure un entorno más estable, pacífico y sano para toda la humanidad. A continuación, se hará una evaluación tentativa de lo que nos traerá el Año del Caballo.

Nadie sabe a ciencia cierta cuándo se originó el calendario lunar chino que asigna un animal específico para cada año dentro de una secuencia cíclica de doce años, que se replica cinco veces para cerrar un ciclo astrológico de 60 años. Por lo general se atribuye al legen­dario Emperador Huang Ti, la introduc­ción del primer ciclo de este zodíaco en el año 2637 A.C., durante el sexuagesi­moprimer año de su reinado. Lo cierto es que el calendario lunar chino es el re­gistro cronológico más antiguo que aún tiene vigencia en la tierra.

El calendario lunar chino tuvo su primer ciclo en la época del Emperador Huang Ti, y desde 1984, hemos entrado en el 78avo. ciclo de 60 años. Cada uno de los animales que simbolizan el horós­copo chino tiene características muy par­ticulares que influyen sobre las activi­dades de dicho año, así como la persona­lidad de todo aquel nacido durante ese año.

De acuerdo con la leyenda, cuando Buda se preparaba para partir de este mundo, llamó a todos los animales para despedirse de ellos. Los doce primeros en llegar, fueron premiados con el honor de tener un año asignado en forma parti­cular. Los doce primeros animales llegaron en el siguiente orden: Primero llegó el Rata, siguiéndole el Buey, el Tigre, el Conejo, el Dragón, la Serpiente, el Caballo, la Cabra, el Mono, el Gallo, el Perro y el Cerdo. Este es el origen de los doce animales del zodíaco chino.

Durante el ciclo de 60 años, cada uno de los animales del zodíaco chino se combina a su vez con los cinco ele­mentos básicos: madera, regido por el planeta Júpiter; fuego, regido por el pla­neta Marte; tierra, regido por Saturno; metal, regido por Venus; y agua, regido por Mercurio. A su vez, cada uno de estos cinco elementos se dividen en los polos magnéticos positivo y negativo, co­nocidos por los chinos como el Yin y el Yang.

En la antigüedad, no había distinción entre la astrología y la astronomía. Ambas eran consideradas una misma ciencia y constituye una de las artes más antiguas de China. Los astrónomos chinos observaban y tomaban datos de los astros para tratar de decifrar qué tenían los cielos preparado para la huma­nidad. Hasta los primeros años del pre­sente siglo, los astrónomos y astrólogos eran miembros de la corte imperial. Sus registros constituyen uno de los docu­mentos astronómicos más importantes del mundo, debido a su recompilación ininterrumpida a través de los siglos.

El calendario lunar chino ha influen­ciado en forma normativa la vida del pueblo chino por milenios, y en actuali­dad sigue jugando un papel muy importante en la vida de millones de chinos. Muy pocos chinos iniciarían un nuevo negocio o emprenderían un viaje en un día, que según el calendario lunar o alma­naque chino, es infortunado.

El almanaque chino ha sido conside­rado como un calendario perfecto y es particularmente útil para las faenas del campo. En el territorio continental chino, sus predicciones son casi exactas y por milenios, los agricultores chinos han seguido al pie de la letra sus instruc­ciones. Al parecer, han sido pocas las fallas, porque el pueblo chino sigue activo tras tantos milenios y ha visto de­ saparecer casi todas las civilizaciones que le eran contemporáneas.

En el Shih Ching (Anales Históricos), se haya registrado que en el año 2256 A.C., el Emperador Yao ordenó a los hermanos Hsia y Ho para que hicieran observaciones del firmamento infinito y calcularan y delinearan el curso del sol, la luna y las estrellas para confeccionar un calendario o almanaque en base a sus observaciones. Esto nos da una tradición astrológica y astronómica de más de cuatro mil años. Es casi seguro que ante­rior a esa fecha, ya se hacían observa­ciones astronómicas en China.

En el día de hoy, el calendario lunar chino no solamente es conocido en China, sino que virtualmente todo el mundo entero tiene conocimiento del mismo. Aunque sea en forma vaga, casi todos nos enteramos que los chinos entran en un determinado año. Los pe­riódicos en Occidente suelen anunciar con grandes titulares que este año es el año de éste o aquel animal. Así, ya posi­blemente muchos lectores saben que es­tamos entrando en el Año del Caballo.

El caballo ha sido siempre conside­rado por el pueblo chino como un animal noble. Se han encontrado eviden­cias que dicho animal ya había sido do­mesticado en China desde la más remota antigüedad. Entre los restos semifosili­zados del Hombre de Pekín encontrados en las cavernas de Choukoutien, en las cercanías de Pekín, se han encontrado huesos de caballo. No se sabe a ciencia cierta si en ese entonces era cazado o ya había sido domesticado.

Entre las piezas de bronce de las di­nastías Shang (I766-1122 A.C) y Chou (1122-256 A.C.), el caballo era un tema muy común. Pero las piezas artísticas chinas que representan al caballo más conocidas ahora, las constituyen sin lugar a dudas el impresionante descubrimiento de millares de figurillas de terracota en la Tumba de Chin Shih Huang, el déspota que unificó por primera vez a China. En su desesperada búsqueda por la gloria e inmortalidad, el Emperador Chin hizo construir una tumba que era una verda­dera ciudadela del otro mundo. Para cus­todiarla y custodiarse a sí mismo en el viaje al otro mundo, también mandó a construir millares de figurillas funerarias de terracota con la forma de caballos y soldados.

El caballo común (Equus caballus) es un animal que fue domesticado en la prehistoria. Se cree que la variedad do­mesticada es oriunda de la Mesopotamia. El caballo común es un cruce del caballo salvaje de Mongolia y el tarpán (Equus melini), una especie ya extinta que vivía en las estepas del sur de Rusia. La cría del caballo fue muy desarrollada en el Asia Menor. Tanto los asirios como los persas criaron buenos caballos de tiro y de silla.

La equitacíón propiamente dicha fue impulsada por los partos y escitas, pueblos que vivían en la estepa mesopo­támica. Sus caballos eran oriundos de la Bactriana, desde donde fueron introdu­cidos a China. Los poderosos corceles de la Bactriana llegaron a China durante la dinastía Tang (618-905 D.C) y ayudaron a consolidar el poder de dicha dinastía. En su honor, se hicieron una enorme cantidad de figurillas funerarias. Estas fi­gurillas de la famosa cerámica tricolor de Tang, constituyen un clásico ejemplo del aprecio que sentían los chinos por el caballo.

El caballo chino de la antigüedad era de porte bajo, contextura maciza y gran resistencia. Es la forma domesticada del caballo salvaje de Mongolia (Equus prze­walskii) que habita en el desierto de Gobi. Su extraordinaria resistencia física permitió que los mongoles pudieran conquistar casi todo el mundo conocido en aquel entonces, llegando hasta las puertas mismas del Imperio Romano. Las legiones romanas temblaban de miedo al saber que se estaban tan cerca de las huestes mongolas. Es obvio que temían de lo cruel que eran los mon­goles, pero también de la fuerza casi ina­gotable de sus corceles.

El caballo salvaje de Mongolia es un animal extremadamente resistente, ya que vive en condiciones naturales en una planicie a 2.000 metros sobre el nivel del mar, donde soplan fuertes vientos y la temperatura en invierno es siempre bajo cero. El cruce del caballo salvaje de Mongolia con caballos de la Bactriana y caballos rusos produjo un animal de mayor porte y más rápido.

Los manchúes, tribus nómadas que viven en la región nororiental de China conocida como Manchuria, eran famosos por su caballería. El caballo jugó un papel importantísimo en sus conquistas y fueron convocados por el Emperador de los Ming para ayudar a sofocar las rebe­liones que ocurrieron hacia mediados del Siglo XVII, precisamente por su temida caballería. El último emperador de la dinastía Ming nunca se imaginó que sus aliados terminarían quitándole el trono y creando una nueva dinastía, la Ching.

Tanto era el respeto que los ma­nchúes sentían por el animal que los había acompañado en tantas campañas y contribuido en sus victorias, que perpe­tuaron su memoria en el vestido de sus funcionarios. El traje que usaban los fun­cionarios de la corte manchú tenía mangas terminadas en forma ancha con la forma de la coz del caballo. Dicha manga ocultaba completamente la mano cuando se la extendía.

También se dice que la coleta que fue impuesta por los manchúes tras fundar la dinastía Ching, es una reminis­cencia de la crin del caballo y fue puesta en moda para recordar al animal. Para los chinos, andar con una coleta era algo denigrante, ya que era visto como reba­jarse a una condición similar a la bestia. Una de las primeras disposiciones que se implantó con el triunfo de la Revolución de 1911, en que se derrocó a la dinastía Ching, fue abolir la práctica de guardar la coleta. En muchas áreas de China fue di­fícil erradicar esta costumbre, obvia­mente debido a que la gente estaba muy influenciada por el respeto que sentían los manchúes por el caballo.

Para los chinos, el caballo es símbolo de diligencia y perseverancia. Tal es la importancia del caballo dentro del folk­lore chino, que incluso existe una oscura deidad china conocida como el Dios de los Caballos. La deidad es muy venerada en el norte de China, donde el caballo sigue siendo un indispensable medio de transporte en los terrenos agrestes de esa región. Se le representa como una ser con tres ojos y cuatro manos soste­niendo varios tipos de armas.

En el campo, se solía honrar al Dios de los Caballos en verano e invierno, su­ plicándole que librara de males y enfer­medades a los miembros equinos de la granja.

La adoración al Dios de los Caballos constituía parte de los rituales imperiales y se realizaba una ceremonia en los es­tablos, donde se colocaba una mesa con ofrendas. En el día de la ceremonia, el Emperador hacía los ritos del caso entre las ocho y diez de la mañana. La costumbre se fue popularizando entre los campesinos y actualmente se queman efi­gies de papel para asegurar la prosperidad de los caballos en las fincas.

Dentro de las artes populares, sobre­sale un juego de ocho caballos tallados en diferentes materiales. Cuando los turistas visitan alguna tienda de artesanías chinas, casi siempre pueden hallarse con este juego de caballos. Los mismos pueden estar tallados en madera, cristal, jade, porcelana, bronce o marfil.

Este juego de ochos caballos es una señal de prosperidad y plenitud de vida. A la vez, conmemoran a los ochos cor­celes que tenía Mu Wang (穆王, 1001-946 A.C), quinto emperador de la dinastía Chou (1122-221 A.C). El empe­rador se había encariñado mucho con sus ocho corceles, que le habían ayudado en sus conquistas y en la expasión de su reino. Finalmente, los ocho caballos, cada uno de ellos con su nombre propio, fueron pensionados por sus fieles servi­cios y se les asignó un potrero abierto para que deambulasen libremente por el resto de sus vidas. Por esta razón, el juego completo siempre consiste de ocho caballos en diferentes poses; y uno de ellos, está acostado sobre su espalda jugueteando con sus patas hacia arriba, en señal de estar liberado del arnés.

El Año del Caballo se inicia formalmente el 27 de enero de 1990 y promete ser un año estimulante y lleno de regocijo, un año que deberá ser disfrutado. El Año del Caballo también simboliza la entrada a una nueva década y la diligencia y presteza del caballo impregnará esta década con una común determinación entre muchos líderes y políticos del mundo de convertir esta década en un período de paz y prosperidad mundial.

Frente a un mundo que ha vivido convulsionado durante casi dos décadas seguidas, la llegada del Año del Caballo promete nuevas iniciativas que resolverán muchas de las disputas que han estado presentes en el mundo por mucho tiempo y llegará la paz entre las facciones que ahora están en conflicto. Fue precisamente en el Año del Caballo, cuando el presidente egipcio Anwar Sadat y el primer ministro israelí Menahem Begin sostuvieron su histórico en cuentro en Camp David y delinearon un esquema para la paz en el Medio Oriente.

Políticamente hablando, 1990 será un año donde habrá un mayor entendi­miento entre las naciones, aunque se debe admitir que siempre habrán ten­siones y problemas que afectaran mo­mentáneamente la tranquilidad. En todo caso, prevalecerá un clima de buena vo­luntad y mucho sentido común durante el Año del Caballo.

En el plano económico, el Año del Caballo verá la terminación de impor­tantes proyectos de construcción. 1990 será también un año donde se tomarán planes y medidas positivas para corregir problemas que han afectado a las urbes durante muchos años. Así, es muy pro­bable que se adopten medidas más concretas para solucionar problemas tales como el decaimiento de las urbes, el congestionamiento del tráfico, la falta de vi­vienda y el desarrollo de áreas que han tenido dificultades económicas.

La economía, en términos generales, estará muy a flote en los primeros meses del año, ya que en todos los anteriores años del caballo ha habido un sentido ge­neral de optimismo y esperanza en el futuro. El derrumbamiento de los sistemas socialistas extremos en Europa Oriental y otras áreas trazarán un curso de desarrollo más claro y conciso para los países en vías del desarrollo, y todos aquellos que rechazen la opción socialista verán un súbito esclarecimiento de la ti­niebla económica que ha caído sobre ellos y empeorado durante el Año de la Serpiente.

En la bolsa de valores, habrá un sen­timiento de optimismo generalizado que ayudará a revitalizar muchos mercados, especialmente durante la primera mitad de 1990. Las inversiones en metales pre­ciosos en los primeros meses también re­dundarán en atractivas ganancias. Sin embargo, no hay que olvidar que el ca­ballo es muy sensitivo y esto afectará el comportamiento humano durante 1990. Por lo tanto, los inversionistas deberán observar con cierta cautela las acciones de la bolsa, debido a que los mercados seguirán siendo muy sensitivos ante noti­cias adversas.

A pesar de los buenos augurios que ofrece este Año del Caballo que está por iniciarse, hay que tomar nota de que será un año en que ocurrirán varias catástrofes naturales muy terribles y acci­dentes muy trágicos. El trote del caballo despertará una oleada sísmica que podría crear cataclismos de regular intensidad. En el aspecto ecológico, se deberá tener mucho cuidado en torno al medio am­biente. Durante el Año del Caballo es muy probable que ocurran varios acci­dentes que crearán considerable conta­minación ambiental. Sin embargo, lo confortante de 1990 será también que se lograrán acciones positivas y construc­tivas en torno a una mejor protección ambiental.

Es natural que algunos signos del Zo­díaco sean mejores que otros durante una determinada era. La era actual es fa­vorable al Caballo y a todos aquellos na­cidos bajo este signo. Es menester recor­dar que 1990 será un año para acción po­sitiva. Bajo la influencia del Caballo, se podrá lograr mucho siempre y cuando se tome una visión determinante y constructiva. Estamos seguros que todos llegaran a percibir que el Año del Caballo es un año bueno, lleno de ganancias y muy apto para ser disfrutado. □

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