29/04/2024

Taiwan Today

Taiwán Hoy

Pasión por la naturaleza

01/01/1989
Muchas personas abandonan lo suyo para entrar en lo ajeno, tal vez por simple curiosidad, y después de haber sentido lo ajeno, llega a percibir que lo suyo sigue siendo interesante. Esto ocurre con frecuencia en las artes, donde es tan crítica la creatividad. A veces, uno siente que su campo ha sido tan explorado que no encuentra campo para expresarse, y es entonces que procura explorar en otros campos. Esta tal vez pudo ser la experiencia de NI Ru-ling (倪汝霖), pintor chino que recientemente hizo una exposición preliminar de sus obras originales en Honduras. En el pasado, a pesar de haber tenido una formación irregular en el campo de la pintura china, optó por seguir la línea de la pintura occidental, especialmente en obras al óleo. Tal vez pensó Ni que allí tendría más campo para dar rienda suelta a su creatividad, dado los estrictos canones que rigen en la pintura china. Pero algo que tal vez olvidó Ni es la esencia mística dentro de las expresiones artísticas chinas, en especial dentro del campo de la pintura. Tras de haber completado enormes obras al óleo, muchas de ellas muy bien elogiadas en aquellos momentos, Ni volvió a descubrir la profundidad y vastedad dentro de la pintura china. Si bien no tiene el expresionismo de las pinturas al óleo, las tenues líneas y contornos de la pintura china están impregnados con un mensaje espiritual que llega más allá del simple contacto visual con la obra artística. Para el ser humano, la naturaleza es un secreto permanente y pocas personas llegan a ver o sentir un poco de este misterio. Es obvio que el buen pintor es uno de los privilegiados que pueden llegar a comprender algo de ese gran secreto. El buen artista que logra describir una montaña o un río y trasmite esa sensación de frescura y vitalidad, es una persona que ha logrado penetrar en ese velo del misterio de la naturaleza para poder captar el permanente mensaje que nos quiere dar. La pintura china tradicional es precisamente la mejor expresión de la espiritualidad contemplativa y reflexiva de quien puede entrar en contacto íntimo con la naturaleza. Para crear una buena obra de pintura china no es necesario ser un pintor de profesión. Lo que precisa es capacidad para captar y describir el mensaje de la naturaleza. Por ejemplo, las muy cotizadas pinturas de paisaje que fueron hechas durante la dinastía Sung, no son obras de pintores famosos, sino de literatos inspirados por la tenue lejanía de las montañas. Estos escritores sintieron ese mensaje proveniente de las montañas y los ríos, y finalmente supieron transmitir ese mensaje más allá de la prosa y los versos. Ni Ru-ling nació en Pukiang, provincia de Chekiang. Desde su más temprana niñez le interesó la pintura. El pintor Ni nos dice que sus primeras lecciones de pintura las aprendió de su madre. Una abnegada madre con cierta capacidad para expresar pictóricamente sus sentimientas influye sobre la futura vocación artística de su hijo. Aquí vemos otra vez que la buena pintura en China no está limitada a los artistas. En otras palabras, dentro de la vastedad del conceptualismo filosófico chino, todas las personas son artistas potenciales, no existiendo exclusividad en las artes. Lo importante es saber descubrir esta capacidad innata y poderla expresar. Poco después de haber ingresado en el Colegio de Bellas Artes de Hangchou, estalla la guerra sino-japonesa y Ni ve frustrada su oportunidad de recibir una educación artística formal. Sintiendo hervir el fervor patriótico al ver la Patria mancillada por el invasor extranjero, Ni abandona el estudio de las bellas artes para ingresar en la Academia Militar de Whampoa. Su deseo por defender al país y procurar la salvación nacional lo aparte de las artes, pero sólo de manera temporal. Durante las campañas bélicas, Ni pudo apreciar muchos hermosos lugares, bellas montañas, majestuosos ríos, idílicas cascadas así como todas las grandes y pequeñas criaturas que integran el gran remanso de la naturaleza. Estas maravillosas experiencias cultivaron su amor por las artes y enriqueció su creatividad como pintor. Es durante esa época de servicio en el ejército la que influye en Ni y le hace abandonar el campo de la pintura china para adentrarse en la pintura occidental. Diseña y pinta murales para condenar la invasión japonesa a su patria, estimulando y fortaleciendo la moral de sus compañeros de armas. Los días en el ejército fueron difíciles. Con la pérdida del continente chino a manos de los comunistas, Ni se traslada a Taiwan junto con las tropas. Esos primeros años de la posguerra eran momentos de gran angustia y desesperación en Taiwan. Las condiciones de vida eran tan deprimentes que practicamente no quedaba tiempo para pensar en otras cosas más que cómo sobrevivir. Aun en esa precaria situación, Ni no perdió su amor por las artes y siguió cultivando sus dotes de pintor en la medida que estuviese a su alcance. No disponiendo de fondos para adquirir los materiales necesarios para dedicarse a su vocación, Ni procura hacerlos con sus propias manos. Rebusca entre los retazos de lona y trapos que se descartan en el cuartel, los remienda y pinta de blanco. Recorta su cabello y lo ata a una varilla de bambú para crear sus rústicos pinceles y recoje avídamente el sobrante en las latas de pintura después de haberse pintado las instalaciones. Con esos rudimentarios instrumentos, Ni creó muchas obras que causaron la admiración en muchos. Al retirarse del ejército, Ni Ru-ling tiene más tiempo para dedicarse de lleno a la pintura. Descubre de nuevo el atractivo místico de la pintura china y opta por abandonar la pintura occidental. Su genio creativo ganó rápidamente las felicitaciones y elogios de los críticos. Las montañas y ríos pintados por Ni tienen la naturalidad de maestros clásicos tales como Hsia Kwei y Ma Yuan. Ni Ru-ling realizó la primera exposición de sus obras en 1952. Desde entonces ha participado en varias exposiciones conjuntas con otros pintores chinos contemporáneos. En varias ocasiones, participó en exposiciones para recolectar fondos para obras de beneficencia, así como actividades para promover las relaciones con otras naciones. El estilo personal de Ni Ru-ling puede notarse en sus pinturas de flores, pájaros, peces, insectos y una variedad de animales y plantas. Los trazos sencillos y firmes de su pincel hacen que los temas pintados cobren vida en el papel. La vivacidad de la expresión en los animales pintados por él proporcionan un mensaje de espiritualidad natural, muchas veces con un ligero aire juguetón. Recientemente, a invitación de S.E. Sra. Elisa Estela Valle de Martínez, ministra de educación de la República de Honduras, Ni hizo una exposición de sus obras en el país centroamericano. Su generosidad quedó demostrada al contribuir con el producto de la venta de algunas de sus obras, a causas benéficas en dicho país. Su visita a Honduras también tuvo otro evento de singular importancia personal. Un hijo del pintor estudió en la Escuela Militar Francisco Morazán y por coincidencia, se graduaba en momentos de hacerse dicha exhibición de su padre a inicios de diciembre pasado. Como militar retirado, el mejor regalo de graduación para un hijo que ha seguido las huellas de su padre en el servicio a la patria, fue sin duda llevar una exhibición de sus obras al país donde se graduaría su hijo. La exhibición en Tegucigalpa fue todo un éxito y los participantes quedaron maravillados ante la destreza de Ni Ru-ling en el manejo del pincel. Los trazos inicialmente disparejos del pintor sobre el papel, pronto se convertían en flores, hojas y pájaros dotados de una vitalidad indescriptible. Esa vitalidad natural que inspira y mueve al pintor a seguir en su permanente esfuerzo creativo. □

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